Cultura

De Ruta por Tarragona: La arquitectura del agua

La Boca de la Mina, en Reus, es el punto en el que confluyen las galerías que recogen las aguas del subsuelo. En la ruta de esta semana nos encontraremos con las vendedoras de anís, inmortalizadas en una escultura

El Institut Pere Mata.FOTO: S. García

Santi García
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Hoy la obtenemos con un simple gesto, pero antaño suponía un quebradero de cabeza. Ya en la Edad Media, Reus sufrió escasez de agua, motivo por el que la condesa de Prades Juana de Aragón y Cardona estableció que las aguas de la riera de Maspujols pertenecían a la capital del Baix Camp. La Boca de la Mina es, de hecho, el punto en el que confluyen las galerías que recogen las aguas del subsuelo. Con el tiempo, lo que era poco más que una construcción a la que se llegaba por un camino de carro, acabó convirtiéndose en un punto de encuentro para las familias de Reus, que visitaban los días festivos. En la ruta de esta semana, emulamos a los reusencs del siglo XIX y XX recorriendo el Passeig de Briansó o de la Boca de la Mina, donde nos encontraremos con el patrimonio arquitectónico de la ciudad y con las ya conocidas vendedoras de anís, inmortalizadas en una escultura.

El Mas Navàs

El principio del passeig nos recuerda las segundas residencias que la burguesía reusense levantaba en los alrededores de la ciudad, de lo que el Mas Navàs es un buen ejemplo. Como indica su nombre, fue mandado construir por el comerciante textil Joaquim Navàs. A diferencia de la Casa Navàs, cuyo diseño recayó en Domènech i Montaner, esta vez el encargo fue para Pere Caselles, arquitecto municipal de Reus entre 1891 y 1930, y autor de edificios como la escuela Prat de la Riba, el Banco de España o la iglesia de Sant Joan. El mas presenta una planta rectangular en forma de ‘H’, con un cuerpo central y dos laterales que se abren como alas. Su elemento más singular, al menos desde el passeig, es una torre de planta cuadrada y tres pisos, con un balcón voladizo y coronada por una esbelta pirámide revestida de cerámica blanca y azul: un detalle que no pasa desapercibido a los curiosos que paseen por la Boca de la Mina.

El barrio Gaudí

Tras el Mas Navàs, a la altura de la Font del Lléo, reclamarán nuestra atención unos balcones azul, verde, rojo o amarillo, el rasgo identitario del barrio Gaudí. A principio de los años sesenta, se llevó a cabo una promoción de viviendas que pretendía satisfacer la demanda habitacional de la época. El proyecto, a cargo del Taller de Arquitectura Bofill de Barcelona, debía ofrecer casas de 65 m2 a un precio asequible. El resultado fue un barrio que todavía sorprende por su colorida composición volumétrica, un entramado casi laberíntico y espacios que, en apariencia, carecen de cualquier utilidad. Ciertamente, el proyecto pretendía promover la vida en comunidad, evitando así el estilo de vida individualista propio de la ciudad; no obstante, fue criticado por su funcionalidad, los excesos formales y la escasez de equipamientos.

El Institut Pere Mata

A medida que avanzamos hacia la Boca de la Mina, y tras dejar atrás el Mas Gassull, la escuela Mowgli o el Mas Llopis, a la izquierda observamos el Institut Pere Mata, la iniciativa del doctor Emili Briansó financiada por la burguesía reusense y obra, esta vez sí, del arquitecto Domènech i Montaner. Para su construcción se escogió este lugar por estar apartado del núcleo urbano, sus vistas privilegiadas de los alrededores y la buena ventilación. Estas características, como el hecho de integrar las rejas en las vidrieras, trataban de evitar que las personas usuarias se sintieran recluidas. Y si a la izquierda veíamos el institut, a la derecha advertimos la Bassa del Bacallà, conocida así por su forma, donde solían refrescarse los jóvenes reusenses en la Verbena de Sant Joan.

La Boca de la Mina

Tras recorrer este paseo arbolado de poco más de un kilómetro de distancia, llegamos por fin a la Boca de la Mina. Allí nos espera la escultura La dona dels anissos, obra de la artista reusense Mercè Bessó y encargada durante el proyecto de mejora y recuperación del passeig. El lugar servía de punto de encuentro para los vecinos de la ciudad, que venían a abastecerse de agua, a festejar o, simplemente, a dar un paseo en familia. El número de reusenses que recorría el paseo era proporcional al número de venedores d’anissos, entre las que encontramos a Maria Sans, Antònia Roger o Francesca Juanpere, todas ellas del siglo XIX. Estas mujeres de avanzada edad y a menudo pobres frecuentaban el passeig todo el año, ofreciendo anís y bolados, una masa de azúcar que se deshacía en el agua para endulzarla. Su presencia era tal que, en el año 1871, se propuso construir una caseta destinada a la venta de dulces.

La Font del Lleó.FOTO: S. García

Escultura ‘La dona dels anissos’.FOTO: S. García

La torre de Mas Navàs.FOTO: S. García

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