Arte
Faros y balizas como experiencias sensoriales en Tarragona
Josep Poblet reinterpreta y transforma estas construcciones marítimas en ‘Fars i Balises’, en el Moll de Costa de Tarragona

El diseñador vilasecano Josep Poblet
Del adjetivo latino artitus (dotado de arte o habilidad) y el sufijo griego -istés (persona que practica) surge la palabra artista.
Josep Poblet es un joven vilasecano que, tras finalizar sus estudios en economía y música, decidió cambiar el rumbo de su vida para dedicarse al diseño. Trabajar con las manos es pura artesanía, una labor que requiere características propias de un artista.
En el Tinglado 2 del Moll de Costa de Tarragona, hasta el próximo 28 de septiembre –y de manera gratuita–, se podrá visitar Fars i Balises (de lunes a sábados de 10 a 13 y de 17 a 20 horas), la exposición sobre la relación entre la luz, la arquitectura y la memoria marítima. En ella, Josep Poblet muestra un interés especial por la luz: por su materialidad y su capacidad en el movimiento, en el contraste y en la definición del espacio y del vacío. Los faros y las balizas son construcciones primigenias que sirven para indicar, mediante señales luminosas o acústicas, las rutas marítimas de los navegantes.
También actúan señalando potenciales peligros para las embarcaciones, como rocas, espigones o bancos de arena. La exposición plantea una revisión de la estructura y el diseño de estas construcciones, proponiendo nuevos caminos a explorar tanto desde el punto de vista arquitectónico como conceptual. El diseñador consigue que estos iconos del litoral dialoguen con el paisaje contemporáneo y con las nuevas formas de señalización en la era digital. En el recorrido, la música, la luz tenue y el humo que simula la neblina marina generan una atmósfera envolvente, que actúa como un mantra y atrapa al visitante en una experiencia sensorial que va mucho más allá de lo visual.
El primer faro que creó se expuso en Castellón hace tres años y, según confiesa, su forma le recordaba al Covid. En esta exposición utiliza materiales distintos para explorar nuevas posibilidades: el aluminio, por su funcionalidad y maniobrabilidad, y la madera, por su eficiencia y carácter orgánico. «La madera te manda», explica el artista, subrayando cómo el propio material le impone un diálogo creativo que condiciona el resultado final.
Si bien los faros fueron su punto de partida, Poblet reconoce que las balizas se adaptan más a su lenguaje personal. Sus balizas son sistemas electrónicos complejos, pequeños universos luminosos que, por su composición y disposición, recuerdan a un planetario en miniatura, generando un juego entre la intimidad de la escala y la inmensidad del mar.
Su fascinación por los faros no nace únicamente de su función técnica, sino también de todo lo que los rodea. Le atraen las historias de quienes deciden vivir aislados, buscando soledad y contemplación, entregándose a una vida bohemia marcada por el ritmo del mar. Aunque admite que él nunca lo haría, reconoce que le seduce esa vida ermitaña y silenciosa, tan introspectiva como la de los monasterios, donde el tiempo se detiene y el individuo se enfrenta a sí mismo.
Su trayectoria vital también influye en su mirada artística. Ha vivido en ciudades portuarias como Rotterdam y Boston, además de en otras localidades costeras, y ahora reside en Vila-seca, rodeado de pueblos que cuentan con sus propios faros y balizas. A pesar de la cercanía constante con el mar, Poblet confiesa que le inspira: «No me dice nada, pero lo respeto». Sus fuentes de inspiración son diversas: desde antiguas fotografías de faros hasta referencias musicales, como el compositor británico Mike Oldfield, que llegó a grabar parte de un álbum en uno de ellos.
La atmósfera de la exposición, con su luz difusa y su carácter enigmático, recuerda incluso a la novela El príncipe de la niebla de Carlos Ruiz Zafón, donde la presencia de un faro es tan mágica como inquietante.
«El faro es una estructura indestructible que protege una bombilla frágil en su interior, como la fruta protege sus semillas», asegura el artista. En esta metáfora, el faro no solo actúa como guía, sino también como refugio y salvaguarda, un símbolo de resistencia ante el caos exterior. «El faro indica tierra, indica seguridad», reflexiona, y de algún modo todos tenemos nuestros propios faros imaginarios: esas luces que nos guían en la incertidumbre, que marcan el rumbo hacia un lugar seguro, real o emocional.
La exposición conecta también con la mitología griega. Así como Prometeo robó el fuego de los dioses para entregarlo a la humanidad –símbolo de conocimiento, progreso y libertad–, Fars i Balises convierte la luz en una metáfora de orientación, descubrimiento y salvación.
La exhibición no es solo sobre estructuras costeras, sino un viaje introspectivo en el que las señales marítimas se convierten en símbolos universales de orientación y esperanza. La obra de Josep Poblet brilla incluso en la oscuridad, recordándonos que siempre quedan faros a los que acudir.