El periodista de true crime Patrick Howard se quita la vida en directo durante el programa con más audiencia de Estados Unidos. El libro en el que estaba escribiendo sobre las pesquisas de un asesinato cometido más de veinte años atrás desaparece. ¿Quién está interesado en silenciarlos a ambos? Alexandre Escrivà (Valencia, 1996), músico y escritor, vuelve a situar en EEUU su segunda novela. Si su ópera prima, El último caso de William Parker, estaba ambientada en San Francisco, con El misterio Hannah Larson viaja a Nueva York y a sus trazos más desabridos, ambas publicadas por Alfaguara.
A pesar del impacto inicial, Alexandre persigue una lectura «lo más elegante posible. Si bien en el primer libro los crímenes son macabros –la primera escena es una cabeza cortada en plena calle– aquí, el suicidio en vivo es un mero chispazo», explica. Esa descarga arrastrará toda una serie de sucesos que harán retroceder a protagonistas y lectores más de dos décadas atrás, hasta el asesinato de una joven, cometido en 1993. Los principales sospechosos: un sacerdote, un millonario y un detective. ¿Cómo se conectan todos los sucesos? La detective Alison Hess, con un fuerte síndrome de la impostora, deberá desenredar la madeja. «Aunque todos creen en ella, Alison no lo ve igual. Es hiperresponsable y muy nerviosa, lo que jugará en su contra a la hora de investigar el caso. Tendrá que enfrentarse a sus propias barreras personales para hacerlo», sostiene su creador quien considera que «un crimen nunca debe prescribir, independientemente de cuándo se cometió».

El misterio Hannah Larson contiene una intrincada estructura narrativa. «Estoy muy orgulloso. Me ha costado mucho. Es el hecho de que haya diferentes tramas, todas relacionadas, estructuradas por capas, como las matrioskas, con cuatro tramas». La principal es Alison investigando el suicidio de Patrick; los capítulos de su escritura terapéutica, que acercan a su personaje; la investigación del periodista y su relación con su editora. Finalmente, el volumen inédito que explica la historia del caso de 1993. «Es un libro que se ha perdido y me parece bonito que el lector físico, por decirlo de alguna manera, pueda leerlo, pueda leer esa interpretación que hace el periodista del asesinato de Hannah Larson, algo que los personajes no pueden hacer porque no se encuentra», manifiesta el autor.
Denuncia social
La infancia robada, el peligro de la tecnología, la corrupción y la manipulación mediática son algunas de las denuncias intrínsecas en la novela. Aunque afirma que no buscaba entrar expresamente en la crítica social, reconoce que hay ciertos temas que se tocan y será el lector el que los interprete. Uno de ellos es el juicio social. «Lo que intento transmitir es que una afirmación por parte de alguien con influencia puede calar en cierto grupo de personas. Esto se puede magnificar hasta tal punto que una opinión, sea buena o mala, no se pueda parar. Después es muy difícil de contrastar o desmentir».
A pesar de su fascinación por las grandes metrópolis estadounidenses, Escrivà aún no las ha pisado. «El hecho de ambientarlas allí es una excusa para viajar a estos lugares. Por ejemplo, el primer libro está ambientado en San Francisco y este mismo verano iré. Así podré visitar los lugares que aparecen en la novela como un lector más. Es algo que me hace mucha ilusión. Y si escribo sobre Nueva York es porque en algún momento quiero ir».
En su trayectoria, la música estuvo primero. Escrivà considera que «mi faceta de músico me ha ayudado a la hora de la ambición, de saber recibir un no por respuesta. Porque si no estás preparado mentalmente, corres el peligro de tirar la toalla a la primera de cambio. La perseverancia, el trabajo duro, esto lo he aprendido con la música. Ahora estoy más curtido y me sirve para ambas disciplinas».