Whatsapp Diari de Tarragona
  • Para seguir toda la actualidad desde Tarragona, únete al Diari
    Diari
    Comercial
    Nota Legal
    • Síguenos en:

    Animal varado

    El cura y el Barbero. El cariño es incompatible con los análisis académicos. Sentí que entraba en un territorio en el que yo no debería estar: abusos sexuales, anorexia, bulimia

    08 mayo 2023 10:20 | Actualizado a 08 mayo 2023 14:44
    Se lee en minutos
    Participa:
    Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
    Comparte en:

    Temas:

    He tardado demasiado tiempo en decidirme a reseñar este libro. Concurrían en mi zozobra el durísimo asunto que en él se aborda pero, sobre todo, la amistad que me une a su autora. El cariño es incompatible con los análisis académicos. Ante el sufrimiento de una amiga se bastan el silencio y el abrazo. Pero este es un libro de poemas y aquí me tienen, haciendo juegos de equilibrismo para conciliar al crítico y al amigo que sufre con Olivia sus versos en carne viva.

    Tuve el privilegio de leer el manuscrito inicial antes de que el poemario se publicase. Con las primeras páginas sentí que entraba en un territorio en el que yo no debería estar: abusos sexuales, anorexia, bulimia, escisión. Supe también que era un libro para Candaya.

    Los años del hambre, de Olivia Martínez Giménez de León, se divide en cinco partes. La primera, «Nueve meses», la conforman 275 trallazos que se corresponden con los 275 días que suman esos nueve meses. Frases cortas, que se leen como una terrible letanía, azadas rítmicas que cavan en la desolación y la soledad, percusión procesional de penitencia, hachazos que talan el árbol de la infancia.

    Nueve meses: un parto para la mujer que se nace, que debe nacerse tras vivir demasiado tiempo en la placenta de un recuerdo atroz. En el transcurso, la autoinoculación de la culpa («el psicoanálisis dice que tú le sedujiste»), las pastillas, la maternidad frustrada por la amenorrea, la tiranía de la apariencia jovial, la vulnerabilidad de una inocencia sajada. El símbolo de la piscina (marco de la segunda experiencia traumática) remite a simbologías bíblicas.

    La piscina es el paraíso antes de ser expulsada de él cuando ocurrió lo que ocurrió. A la vista de este dato, quizás convenga revisar la aparente luminosidad de los versos de Cloro, su anterior poemario. La alusión al barro, completa la reminiscencia genesíaca de la mujer nueva, y a la vez manchada.

    El segundo bloque, «Poema de amor», es una corta sección donde Olivia aspira a escribir su poema-loto en mitad del fango; hay en esa búsqueda herencias de la poesía mística, ecos de San Juan de la Cruz (no me extraña que Agustín Pérez Leal aluda a la tradición ascética en su magnífico prólogo): «soy un valle rocoso y a oscuras», dice Olivia.

    Le sigue un tercer apartado de poemas titulado «Animales», una suerte de bestiario donde convergen las naturalezas contradictorias del animal que somos: «me sentí en paz siendo la bestia» que caza al ciervo; pero la aspiración trascendente y redentora de la mariposa que «al entregarla al viento, resucita»; pero el gallo que es, sin embargo, «carne de tierra», la «tierra infértil» y yerma por donde cruza la culebra, en donde se escuchan resonancias a García Lorca a y su obsesión por la maternidad frustrada (también hay lagartos que lloran en los poemas de Olivia).

    El penúltimo ramo se titula «Hambre». Son, junto a «Nueve meses», los poemas más directos, explícitos y descarnados. El sexo ciego y desesperado es un opiáceo que alivia y hace daño a la vez. El vacío afectivo intenta llenarse con la mera cópula. El sujeto lírico halla un igual: «os buscáis porque sois dos hambrientos [...] Os reconocéis en la carencia y el gemido». Es el «sexo de urgencia» de la primera parte.

    Cuando él no está, el sucedáneo de la masturbación «en nombre de la nada», «con la regularidad de un funcionario de oficina». Sexo patológico en el que, no obstante, hay espacio para la confidencia y el abrazo.

    Termina el libro con «Malquista», donde se adivina una suerte de ataraxia, asunción serena del yo, y de la idea de que el horror y la cura son las dos caras de una misma moneda. Y ya ese «animal varado» parece desprenderse algo de su forzado cautiverio vital. Aunque no existan instrucciones para ello. Quizás este libro.

    Mi blog literario: http://cesotodoydejemefb.blogspot.com

    Comentarios
    Multimedia Diari