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‘Arderá el viento’, de Guillermo Saccomanno: El infierno de todo lugar chico

Último Premio Alfaguara de Novela: un pueblo pequeño, una familia inquietante, un deterioro imparable

15 abril 2025 20:42 | Actualizado a 16 abril 2025 07:00
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«En todo pueblo se cuecen habas, como decía mi abuela. Esto también pasa en el mío. Impera el rumor, impera el chisme, impera la maledicencia, la difamación. Y después, los vicios y virtudes de todo lugar chico, que puede ser un infierno. Algunos llegan buscando un paraíso y se encuentran con un infierno que está armado», dice Guillermo Saccomanno, último Premio Alfaguara de novela 2025 por Arderá el viento.

Ese averno es Villa Gesell, el universo particular de Saccomanno (Buenos Aires, 1948), también guionista y ensayista. La misma villa que ya retrató en Cámara Gesell, que ganó un Premio Dashiell Hammett en Gijón. Es el Macondo de García Márquez, el condado de Yoknapatawpha de William Faulkner; el Holt, de Kent Haruf. Villa Gesell es un pueblo de la costa atlántica argentina, similar a donde vive el escritor y donde transcurre la acción de la novela. Un territorio muy querido para su autor, a pesar de las violencias y las ferocidades que lo transitan.

La historia arranca con la llegada de un excéntrico matrimonio –un noble húngaro y una mujer adicta al sexo– que decide comprar el hotel y llevar adelante el negocio. Ellos y sus dos hijos, también coprotagónicos. «Estos cuatro lo único que hacen es prender la mecha. En algunos casos pueden funcionar como catalizadores, pero el infierno ya estaba cuando llegaron. De lo que se trata más, como decía Italo Calvino, es de ver quién en el infierno es menos infierno», apunta el escritor.

Todos los habitantes y también el lector tendrán la posibilidad de pronunciarse en esta novela coral dirigida por Moni, la protagonista. «Ella, vía alcoba, es la conexión entre todos, los va presentando a todos». Porque «si el sueño de todo escritor es crear un pueblo», el siguiente es «empatarle a Flaubert con su Madame Bovary. Digamos, crear un personaje femenino. Crear una mujer es apasionante». ¿Por qué? «Porque son distintas a los hombres. Entonces, esto es trabajar con la diferencia, explorar la diferencia y ver si uno está cerca o lejos en su percepción de esta diferencia».

Aunque Saccomanno no quiere hablar de política ni de políticos, apela a la memoria. Los nazis forman parte de ella. «Son circunstanciales en el relato. Te diría que son un dato necesario», defiende. «Pero no son determinantes. Tienen que ver con los orígenes del pueblo porque a Argentina vinieron muchos, fueron alojados. La prueba está en que Eichmann fue capturado acá y pasaron otros. No se sabe si Mengele. Cuando huyeron, con la caída del Reich, muchos se vinieron para acá. Estaban las famosas rutas de las ratas, la ruta de Odessa. Yo sé que llama la atención, pero no es lo central. Puede haber reminiscencias ideológicas en algunos personajes, reminiscencias fascistas, autoritarias, pero eso... bueno».

Nazis, la dictadura, Milei... es necesario pensar, inexcusable no hacerlo. El jurado describió Arderá el viento como «la cuidadosa construcción de un deterioro» y «una metáfora distorsionada del espíritu de nuestro tiempo».

Saccomanno niega que fuera su intención explicar «determinadas formas sociales de los últimos años», aunque se reconoce en Tolstoi y en su máxima de «describe tu aldea y será universal». Para el argentino, esta frase tiene una vigencia extraordinaria «porque el relato se convierte en metáfora de un mundo. Es decir, acá ves los personajes a través de un microscopio ¿verdad? Los ves en primer plano, el pueblo te permite eso. Abres cámara. Entonces, es una percepción del mundo».

Una villa, un pueblo, un mundo en el que los habitantes convertidos en personajes disfrutan fastidiando a los demás. «Sí, es un gran deporte. Joder al prójimo».

En Villa Gesell nadie queda libre de culpa. Poco a poco se va tejiendo un entramado de horror y complicidades entre la política, los narcos, la policía y el periodismo. Corrupción y poder. Sexo y dinero. Nadie se salva. «No veo por qué nadie tendría que salvarse», manifiesta, para inmediatamente puntualizar. «Perdón, perdón. Seamos no más benévolos ni piadosos ni tolerantes, pero hay un telón de fondo que es un pueblo que no interviene en el relato, que permanece pasivo, silencioso, callado, que son los nadie, los que trabajan, los que laboran silenciosamente. Esto es un casting reducido de lo que es el pueblo, de un elenco mínimo. Supongo que ahí debe haber inocentes, al menos apartados de estos conflictos que tienen que ver con ese dinero y poder, con el sexo». Tres ejes diabólicos «porque para cumplir su deseo, los personajes, hombres y mujeres y no solo los de la novela, son capaces de recurrir a las acciones más turbias que te puedas imaginar. Es decir, si lo piensas un poco y miras la actualidad internacional, lo vas a encontrar», comenta, de nuevo en alusión a la realidad. A la de Putin, a la de Trump con el que «ya tenemos todos los quilombos, con la actriz porno y su mujer modelo. No quiero ni imaginar cómo será en la intimidad», sostiene.

$!‘Arderá el viento’, de Guillermo Saccomanno: El infierno de todo lugar chico

Premio redentor

Lejos de mostrar severidad con sus personajes, será el fuego quien lo haga, como dijo Heráclito de Éfeso, cita que recoge Saccomanno: «Vendrá el fuego y juzgará todas las cosas». El fuego, un elemento purificador para el autor argentino. «Es también una alegoría del infierno», volviendo a la condena colectiva de los habitantes de Villa Gesell.

Mientras escribía, Saccomanno sufrió un desalojo, neumonías, covid y varios trastornos neurológicos. «Diversos problemas. Me tuve que costear una operación, una cirugía y poner dinero. El servicio médico todavía no me devolvió los 15.000 dólares que adelanté para operarme. Si no, no estaría acá conversando con vos», relata.

Una mala racha, finalizada con el premio, del que resalta su salvación monetaria, «hay que ser necio para negar su valía. Me sacó de algunos problemas de la deuda». Asimismo, a nivel del lenguaje, de la palabra, destaca que lo que más le importa del galardón es que tiene «una distribución en habla hispana y en Latinoamérica. Porque entre nuestras literaturas, aunque tienen vínculos y conexiones, no hay interacción. Uno no logra conocer qué está pasando en El Salvador o en Ecuador».

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