Desde la antigüedad hasta la actualidad, el capital ha participado en confluencia con el Estado en la promoción de productos para el mercado cultural, haciendo del arte un instrumento ideológico más al servicio del poder.
Hace ya más de dos milenios, la Roma clásica encontró un personaje crucial en la figura de Cayo Cilnio Mecenas, patricio etrusco del siglo I a.C. que, con su apoyo a las artes y la cultura de la época protegió a jóvenes talentos de la poesía y a destacados autores como Virgilio y Horacio, dando nombre finalmente a la historia de la filantropía cultural, y a su versión moderna del mecenazgo que se dio a partir del Renacimiento con nombres imprescindibles como el de la familia Médici.
A lo largo de los años, el mecenazgo moderno se ha ido configurando como aquel conjunto de actuaciones de interés social que hace una empresa o una persona, sin una pretensión directa en la obtención de un beneficio propio.
Con las grandes transformaciones del siglo XXI, aparece un nuevo contexto en el que se entiende que las empresas y, especialmente las grandes empresas transnacionales, no buscan solo maximizar sus beneficios a cualquier precio, sino que aparece un nuevo paradigma sobre el compromiso con la sociedad, la Responsabilidad Social Corporativa. Así pues, las acciones de mecenazgo a realizar ingresan en la empresa a través de sus planes de responsabilidad social.
Desde esta perspectiva y en relación con lo que se sostiene en el discurso, la empresa devuelve a la comunidad parte de lo que esta le ha dado. Simultáneamente, pero menos declarado y más implícito, el mecenazgo cultural es parte de la estrategia comunicacional de la empresa y redunda en una mejora de la imagen de la misma al «devolver su parte» a la sociedad que los sostiene.
El corpus artístico y el tejido cultural se ve reforzado con la implicación de este enriquecimiento mutuo, que a su vez consolida a autores muy puntuales, muestras de una cierta corriente ideológica.
Ahora, la familia Ortega, a través de Marta, presidenta no ejecutiva de Inditex, quiere reivindicar sus raíces gallegas convirtiendo A Coruña en una de las principales potencias artísticas del país como hizo la burguesía catalana a principios del s. XX en Barcelona apostando por la exhibición de grandes autores del mundo del arte y, dentro del mismo, de la fotografía.
El catálogo de actuaciones de Marta Ortega, con la ya cerrada exposición de Helmut Newton o la anterior muestra sobre Peter Lindbergh, en correspondencia con el próximo Irving Penn, muestra una voluntad de remover la glorificación del glamour en la moda, habiendo una clara índole común entre los nombres expuestos. Se trata de una declaración de intenciones en toda regla.
Inditex no es el único grupo empresarial que utiliza este modus operandi; con la mirada en poniente, la familia Sorigué realiza un trabajo similar con su fundación, abiertamente comprometida con el arte contemporáneo, y si se busca más cerca, Repsol es uno de los patrocinadores principales de las fiestas de Santa Tecla.
El arte embellece las intencionalidades de la sociedad que lo ha creado y el poder se manifiesta en obras imponentes que perviven más allá de los hombres que las encargaron y más allá de las funciones para las que fueron ejecutadas.
La exposición sobre Penn abrirá en A Coruña a finales de este noviembre, y se podrá visitar hasta mayo del próximo año.