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¡Ay si te viera Lola!

Lolita Flores pisa con fuerza el escenario del Teatre Tarragona para meterse en la piel de Poncia

18 enero 2025 17:21 | Actualizado a 18 enero 2025 17:27
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La verdad es que la gran Lola Flores estaría muy orgullosa de ver a su hija interpretando magistralmente el papel de Poncia en esta secuela que cuenta lo que vivió en sus carnes la criada más longeva de La casa de Bernarda Alba; una mujer que vale más por lo que calla que por lo que habla y que explota cuando Adela, la hija menor de Bernarda, se suicida porque no soporta la mierda de vida que lleva.

Lolita se la juega sola en este espectacular montaje de sábanas blancas y luces, eso sí, de la mano de Luis Luque, quien a partir del texto de Federico García Lorca cuenta al público las reflexiones de Poncia después de la tragedia, los soliloquios y diálogos con sombras y fantasmas que vive entre esas cuatro paredes.

Unas sábanas blancas que cambian de color, gracias a un minucioso juego de luces, que no son más que una cárcel para la criada y un lugar donde reina el silencio, el miedo y la prohibición a todo.

Poncia rompe las reglas y la sirvienta desata la lengua y usa todas esas palabras prohibidas para decir cómo y qué siente al lado de Bernarda, la que fuera su amiga de la infancia para convertirse en su señora, su ama y casi que su enemiga. Vestida de negro de pies a cabeza, con un vestido largo, sobrio y antiguo y descalza, Lolita se pasea por el escenario durante setenta minutos para narrar en primera persona los sufrimientos y las verdades de Poncia, regalando un texto difícil que deja claro las buenas dotes de actriz de la hija de La Faraona. Poncia habla sola pero también con Bernarda Alba y sus hijas y lo hace después del shock que sufre por el suicidio de Adela, quien vive un secreto romance con Pepe el Romano y todo explota por los aires cuando la matriarca descubre a los amantes.

Poncia ajusta cuentas con las habitantes que sobreviven dentro de la casa y deja claro la simpatía que tiene justamente por la fallecida, Adela, por su manera de vivir y de enfrentarse a una madre autoritaria y tirana que impone su voluntad sobre sus cinco hijas y que las tiene encerradas y de luto eterno por la muerte de su padre. No se trata de feminismo, ni de machismo, pero Poncia eleva a Adela a la máxima categoría de la valentía, de sentirse y ser una mujer libre, de vivir su vida y cometer locuras en contra de las órdenes de una madre que la quiere sumisa y callada y así lo dice en el texto de Luque: «ha muerto una hembra valiente». Esta puesta en escena y el texto creado por Luque nos permite escuchar la voz de la criada para iluminar los rincones más oscuros de la obra de Lorca y deja que Poncia se libere de todas las represiones presentes en la casa de Bernarda Alba y hable sin tapujos de suicidio, culpa, libertad, clase, educación y sexo, para llegar a la conclusión de que cada una viva la vida como quiera y pueda amar en libertad.

El patio de butacas del Teatre Tarragona estaba lleno a reventar y Lolita, como buena folklórica que es, salió a dar las gracias a su público. Soltó algunas palabras en catalán asegurando que lleva Catalunya en el corazón y que siempre que viene a actuar se siente como en casa. Dio las gracias a su equipo, a los trabajadores del teatro e hizo algo muy bonito y muy cierto: «pido un aplauso para un buen amigo, un actor, cantante e imitador maravilloso, un artista de pies a cabeza que además es de Tarragona, que hoy ha venido a verme y se lo quiero agradecer. Un aplauso para el gran Josep Ferré». Pues sí Lolita, reafirmo que Josep es así de maravilloso porque también es un buen amigo mío.

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