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María Fasce: «Es muy triste descubrir a un autor y luego perderlo»

La editora, descubridora de Carmen Mola, y escritora publica ‘El final del bosque’, un thriller romántico, familiar, nacido de una pesadilla

14 abril 2025 20:32 | Actualizado a 15 abril 2025 07:00
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María Fasce (Buenos Aires, 1969) es directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books. Como escritora, acaba de publicar El final del bosque (Siruela), un thriller romántico en el que tres hermanos, ya adultos, vuelven al bosque de su infancia, en un reencuentro que puede ser reparador. Sin embargo, los recuerdos, oscuros, se abren paso y los silencios, eternos, vuelven a imponerse. Fue ganadora del Premio de Novela Café Gijón 2024.

‘El final del bosque’ está inspirada en una pesadilla.

Sí. Fue muy intensa y, de algún modo, la recuperé en el arranque de la novela. Soñé que mis dos hermanos y yo, adultos como somos ahora, convivíamos en una cabaña en el bosque Peralta Ramos, en Mar del Plata. Estábamos allí, me asomaba a la ventana, llovía muy fuerte y veía en el barro a un hombre tumbado, inerte. En la pesadilla, sentía que uno de los tres, o los tres teníamos que ver con esa muerte. Me desperté sobresaltada, la apunté y al día siguiente me puse a escribir la novela.

Entonces, ¿hay algo suyo en Lola?

La semilla inicial, sí. Pero en el momento en que me pongo a escribir, la protagonista ya no soy yo y eso pasa mucho al escribir ficción. De todas maneras, yo entiendo que incluso la autoficción, que no es el caso de esta novela, es ficción. Desde el momento que uno elige qué va a contar, desde dónde y cómo, ya está manipulando la realidad. Pero al final, lo que importa es que la novela sea verdad en un sentido esencial, que los lectores entren en ella, que se la crean.

«Editarme a mí misma me parecería un ejercicio de poder injusto, además de una gran incomodidad. No me lo puedo imaginar»

Aparecen el Campo de Mayo, la dictadura...

Uno no puede escapar a su propia historia ni a la del contexto de su ciudad, de su país. Esas cosas permean de una forma no voluntaria, a veces. Yo no me he propuesto que la novela hable de la dictadura. De hecho, lo único que me propongo es escribir una historia que atrape. Pero ese silencio, que además invoco desde el epígrafe, de Natalia Ginzburg, ese silencio que estaba en mi familia, también está en un país. Eso de lo que no se habla muchas veces. En el caso de mi familia era muy claro y es algo que reproduje. El silencio que incluso la propia protagonista perpetúa porque también tiene su secreto. Así es como aparecen los temas. Es decir, a posteriori te das cuenta de que la novela también opera como una metáfora de una sociedad enferma.

Trata temas como la depresión, la histeria, la narradora no fiable.

Vale lo mismo para este caso. No pretendía hablar de salud mental. Lo que quise fue hacer una narradora que puede ser no confiable. Y por eso trabajé de ese modo, busqué ese retrato de esa protagonista como hizo, por ejemplo, Patricia Highsmith en El diario de Edith. A mí me interesaba que la puerta de entrada a esa historia para el lector fuera esta mujer que por momentos parece la más lúcida de todos y en otros, entra en una especie de neblina. Será el lector el que tendrá que ir reconstruyendo hasta el final porque he procurado que hasta en el último capítulo haya una sorpresa y que todos los personajes tengan dobleces.

$!María Fasce: «Es muy triste descubrir a un autor y luego perderlo»

Exacto. Ves que va a ocurrir algo... Si hablamos de su faceta como editora, ¿qué tiene que tener un buen libro?

Varias cosas. Digamos que mi vida de editora es la que me ocupa todo el día y en paralelo, escribo, pero no puedo decir que una vocación es más fuerte que la otra. Las dos son fascinantes. Y un privilegio de ser editora es que puedes ver un libro e intuir su potencial, no tal como lo estás leyendo, sino en lo que se puede convertir. A mí me interesan voces muy particulares, originales. Y luego, las historias, por supuesto. Lo que has expresado, «¿qué va a pasar?» Para mí es clave, es sintomático de que un libro me interesa. Después, por supuesto, hay autores como John Banville en los que el estilo es un deslumbramiento tal que te va llevando a seguir leyendo. Pero son casos muy excepcionales.

¿Alguna vez se le ha escapado un éxito literario?

No quiero sonar pretenciosa ni pedante, pero no tengo un recuerdo vívido de que algo se me escapó. Tendría que pensar en detalle. Sí me ha pasado no poder publicar un libro porque finalmente se lo quedó otro editor.

¿Tiene tiempo para leer por placer?

Por supuesto. Todo empieza con la lectura. No sería ni editora ni escritora si no leyera permanentemente. Es una maravilla poder leer los libros de los autores que admiro y, en ese sentido, tanto la escritura como la edición te exigen leer todo el tiempo. Claro que leo por placer. No entiendo la vida de otra manera. Y tengo la suerte de que de la gran mayoría de los libros que publico aprendo mucho y eso es fantástico. Ahora estoy editando a Luna Miguel, leyendo la nueva novela de Rodrigo Rey Rosa... Es un privilegio.

¿Me puede decir alguno de los que escoge?

Pues El buen mal, de Samanta Schweblin, que me parece extraordinario; Oposición, de Sara Mesa; siempre espero el nuevo de Murakami, también a Milena Busquets, Annie Ernaux...

«Lo que más me interesa son las historias de amor. Hemos llegado a la Luna, hemos avanzado mucho en ciencia, pero nada en el conocimiento de cómo interactuamos con los demás»

Descubrió a Carmen Mola. La noche que se destapó todo, se divertiría. Era de las pocas personas que lo sabía.

No. Al revés. Lo pasé supermal porque es muy triste descubrir a un autor, en este caso a tres, construir un fenómeno, obviamente, gracias al libro extraordinario y luego perderlo. No. No lo pasé nada bien.

Pero estas cosas ocurren, que los autores cambien de editorial.

Sí. Y siempre queda el orgullo de haberlos descubierto y trabajado como lo trabajamos. Lo que parecía que era una estrategia publicitaria, era todo lo contrario, era un handicap porque cuando leí la novela me dijeron «no va a haber autora». Pero como bien dices, nosotros siempre esperaremos a Carmen Mola de vuelta.

Volviendo a ‘El final del bosque’, es una combinación curiosa, thriller y amor.

Lo que más me interesa son las historias de amor y todos mis libros tienen una en el centro. Porque hemos llegado a la Luna, hemos avanzado mucho en ciencia, pero nada en el conocimiento de cómo interactuamos con los demás y cómo somos. Las historias de amor son lo que más nos sacude en nuestro día a día. Por otra parte, esta novela ya surgió como un thriller. ¿Qué desafío tenía? Yo, que publico tantas novelas negras tan buenas, pensé «a ver qué hago» porque es un género muy complicado. Tiene que tener un desenlace que sea al mismo tiempo verosímil y sorprendente. Así que me gusta esa definición que se ha dado de thriller romántico o thriller familiar.

¿Se ha sentido fuera de la vida alguna vez, como sus personajes?

Sí, en eso sí me siento identificada con la protagonista. Creo que todos hemos tenido esa sensación en algún momento preciso. Que se produce cuando tienes una pena muy grande o cuando recibes un golpe. La vida pasa, tú miras, como si miraras desde arriba y no te puedes meter en ese mundo que, de pronto, parece que no tiene ningún sentido. En la protagonista esa sensación es casi permanente y entonces se encuentra con un hombre que también la tiene. Me interesaba esa química y esos diálogos.

¿Por qué no se edita usted misma?

Un escritor que envía su novela para ser publicada se enfrenta al juicio ajeno, arbitrario o no. Es hacerse examinar y yo, desde luego, no voy a evitar ese paso. Me parecería un ejercicio de poder injusto, además de una gran incomodidad. Hablar de mi libro como si fuera una novela que estoy editando, no me lo puedo imaginar. Creo mucho en el juicio de un editor y también, otra práctica que he hecho sistemáticamente y con esta novela aún más, es enviarlas a premios. Siempre he mandado mis textos a premios. Me gusta con esa doble validación, la de la publicación y la de un premio.

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