Encuentros

Un cuerpo contra lo virtual

Anunciada como capítulo de cierre de la saga de “Misión: imposible”, “Sentencia mortal – Parte 2” sirve para volver a pensar en lo que significa una estrella como Tom Cruise

En el agua, una de las mejores escenas de la última Misión: imposible.

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Hace unos años, en su Podcast, Bret Easton Ellis charlaba con el guionista Nic Pizzolato sobre Tom Cruise. El creador de “True Detective” argumentaba que, ya en sus comienzos, Cruise desprendía una energía que era de todo menos sexual. Esa característica le alejaba de cualquier masculinidad hegemónica, y por tanto, le constituía como una estrella muy diferente la mayoría de sus compañeros de generación. Sin duda, Tom Cruise ha sido una anomalía por diversas cuestiones, entre ellas, esa suerte de no-sexualidad que ha ido desprendiendo en buena parte de sus papeles.

Nic Pizzolato decía que Tom Cruise desprende una energía que era de todo menos sexual

Las principales características de la estrella Tom Cruise se evidencian especialmente en una saga como “Misión: imposible”, a la vez que esta serie de películas inaugurada a mediados de los años noventa sirve también para tomar el pulso de los tiempos. Si la saga en la que Cruise interpreta al irreductible espía Ethan Hunt revela como ninguna otra obra la esencia de la estrella estadounidense, quizá y entre otras cosas, es porque en ella no solo ejerce de actor, sino también de productor y, sobre todo, de autor. La última entrega, titulada “Misión: imposible. Sentencia mortal – Parte 2” es una muestra de la centralidad de Cruise en un proyecto como este. A partir de la premisa expuesta en la primera parte de “Sentencia mortal”, la última película muestra a Hunt intentando capturar lo incapturable, una suerte de virus llamado entidad que controla todo virtualmente. Esta cuestión es crucial, pues la saga, que hasta el momento se había fijado enemigos de carne y hueso, de repente, se las tiene ni más ni menos que con internet. Hay algo casi tierno en el hecho de que en pleno 2025, Cruise y su equipo hagan una película sobre lo virtual. En este sentido, “Sentencia mortal” es algo así como una película antigua, de 2010, quizá, o de los primeros años del siglo XX. Lo interesante, sin embargo, es dónde queda la figura de Cruise en todo esto.

Es sabido que, igual que Buster Keaton, Tom Cruise suele interpretar él mismo todas las escenas de acción de las películas en las que participa. Se trata, en cierta manera, de un gesto casi contracultural: en la época de la imagen creada por ordenador, he aquí un actor que pone el cuerpo en las más inverosímiles de las situaciones. El de Cruise siempre ha sido un cuerpo en movimiento, un hombre que corre. En la última parte de la saga, este cuerpo, este ente físico, humano, se enfrenta precisamente a un mal que no tiene cuerpo (otra cosa es las dificultades con las que se encuentra el director, Christopher McQuarrie, para filmarlo). Incluso, hay un momento en el que uno de los personajes plante claramente la necesidad de abandonar internet para volver a una suerte de mundo previo. No es una reivindicación cualquiera si atendemos a una estrella (Cruise) que tiene algo de otros tiempos. Su presencia, los secretismos en torno a su vida, e incluso esa no-sexualidad que contrasta con los intentos constantes de la ficción de situarlo al lado de actrices y personajes más jóvenes que él.

En la época de la imagen creada por ordenador, he aquí un actor que pone el cuerpo para las escenas de acción

Queda por ver si realmente “Sentencia mortal” supone un punto final a la saga. Si no se hubiese anunciado como tal, quizá ni nos lo plantearíamos, pues la película no ofrece ninguna pista de que esta pueda ser la clausura. Tan solo hay un rasgo que va en esta dirección: las referencias constantes y el regreso a momentos icónicos de la saga. En la primera parte de “Sentencia mortal”, ya se hacía referencia a otras piezas de la saga. Aquí, directamente se incluyen en forma de flashback. Desde mediados de los noventa, Cruise se ha dedicado a construir una saga que ha transitado por la política de los autores (con De Palma y Woo) hasta el principio de la serialidad contemporánea (con Abrams y McQuarrie). Los nombres han ido pasando, y lo que queda es un cuerpo, el de Tom Cruise.

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