Jonás Trueba: los votos cumplidos

Jonás Trueba: los votos cumplidos
En 2008 Jonás Trueba empezó a escribir de cine de manera regular en un blog alojado en El Mundo que llamó “El viento sopla donde quiere”. Lo mantuvo activo hasta 2013. Fueron años determinados por la crisis global y por la amenaza del rescate en España, por el cambio de modelo en la industria del cine, y eran también los años en que Jonás Trueba preparaba y dirigió su primer largo, Todas las canciones hablan de mí, dentro del sistema habitual de la industria, y decidió que su camino por el cine iría al margen de los modos de producción: nació su productora con el nombre de su segunda película, Los ilusos.
El trabajo para este libro que reúne esos textos, El viento sopla donde quiere, publicado en Athenaica, ha consistido sobre todo en recopilar el material, agrupar los textos, la mayoría procedentes de su blog, aunque hay artículos más largos, monografías dedicadas a cineastas como François Truffaut, Éric Rohmer, Alain Tanner o Jean Eustache, que aparecieron en diferentes publicaciones, y darles un orden. El grueso de los textos viene del blog, y eso se nota en la extensión de las piezas y también en el tono: una cierta inmediatez con respecto al acto de ver la película, que suele implicar el paseo de llegar hasta el cine y el de salir de la sala, comentarla, compartirla, discutirla. Trueba respira cine, ha sido su educación, su formación y su vocación, es un erudito del cine que jamás presume de lo que sabe. Lo que pretende, y logra, es contagiar su entusiasmo por películas concretas, por cineastas, por el placer del cine y todo lo que lleva aparejado y, sobre todo, por la manera de mirar el cine: defendiendo las películas enfermas, sintagma ideado por Truffaut para hablar de Marnie, la ladrona de Hitchcock y que Trueba aplica a La sirena del Mississippi de Truffaut.
Jonás Trueba se autoimpone la regla de hablar de películas que le gustan, siguiendo la guía de su tocayo Jonas Mekas, “El mal y la fealdad se cuidarán solos; son el bien y la belleza los que necesitan de nuestros cuidados”. Pero para que las reglas sean, hay que incumplirlas un poco: hay también textos enfadados, críticas negativas. Al enunciar el problema se intuye la solución: “lo que hoy se pone en entredicho es más bien una cuestión de práctica humanística, de valores cívicos, que tiene más que ver con el paisaje y la construcción de nuestras ciudades, con la circulación de nuestros cerebros y andares, con las horas de paseos y las horas frente al ordenador, con la experiencia de ir al cine, antes y después de la película, rodeados de gente y movimiento, bares, parques y claridades distintas de cielos y edificios... o con autovías y peajes y centros comerciales, dudoso contraplano”, escribe. Texto a texto, Trueba apunta hacia una poética que luego ha respetado y concretado en cada una de sus películas y también en los modos de producir y acompañar las películas; si leemos los textos como unos votos involuntarios con el cine, Trueba los ha cumplido. La edición en libro de esas piezas puede entenderse como una renovación de esos votos. Qué suerte ser sus contemporáneos.

El viento sopla donde quiere
Jonás Trueba.
Editorial Athenaica