Encuentros

En busca del duende

Con su exposición En el aire conmovido, el historiador del arte Georges Didi-Huberman traza una genealogía del duende y la emoción poética siguiendo las huellas de Federico García Lorca, Goya o José Bergamín

Exposición En el aire conmovido, CCCB, del 8 mayo al 28 septiembre 2025.

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Un llanto es una voz, la primera locución del niño antes de que las palabras compliquen la morfología de su expresión, antes de que las imágenes dejen de ser imágenes para articularse en sentido. De su conquista de una razón utilitaria, que ya no se libra a la ligereza del juego, se dirá que es la adquisición del ‘uso de razón’, de una razón práctica capaz tanto de acomodarle a la vida como de relegar la gracia de la imaginación pura. En el temor de que la letra acalle la libre inventiva del niño, lo que José Bergamín denominó la “imaginación analfabeta”, se adormece el temblor que atraviesa la historia de la cultura: la vibración primordial del canto, del grito y del engarce poético entre imágenes, el duende. De Federico García Lorca a Friedrich Nietzsche y Aby Warburg, de Aristóteles a Carmen Amaya e Israel Galván, de lo privado a las luchas colectivas, del rostro al lamento ritual, Georges Didi-Huberman propone una relectura de la emoción en una de las más importantes exposiciones realizadas en Europa en los últimos años.

«En el aire conmovido» es una exposición comisariada por el filósofo e historiador del arte francés Georges Didi-Huberman.

Con una apertura que se despliega sobre el rostro arrebatado del niño filmado por Herz Frank en su cortometraje Ten Minutes Older (1978) y a partir del ‘Romance de la luna, luna,’ de Lorca, En el aire conmovido, cuyo título se debe a uno de los versos de este último poema, constituye una investigación triple. Por una parte, es una antropología política en clave poética de las emociones que dan forma y figuración visual a la experiencia humana. Por otra parte, es una summa o síntesis de los intereses que atraviesan toda la obra de Didi-Huberman, que comprende más de sesenta libros fundamentales y se alimenta en los cauces de la iconología de Aby Warburg y su indagación sobre la transmisión de las fórmulas gestuales (Pathosformeln) y sus supervivencias (Nachleben) a lo largo de la historia. Y, en tercer lugar, constituye un homenaje a la mirada infantil como espacio de resolución de la dislocación de las emociones en las imágenes contemporáneas, una persecución de las raíces del desgarro que vitalizan el verdadero duende.

De Federico García Lorca a Friedrich Nietzsche y Aby Warburg, de Aristóteles a Carmen Amaya e Israel Galván, de lo privado a las luchas colectivas, del rostro al lamento ritual, Georges Didi-Huberman propone una relectura de la emoción

Pero ¿Qué es el duende? Como señala Lorca, en su famosa Conferencia sobre el duende, “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar”, antes de citar a los dáimones de Sócrates, a Goya, Juan de Juni o el canto de La niña de los peines. “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”, resuelve Lorca, citando a Manuel Torres, y apela de nuevo al aire: “¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas”.

Comprender no es explicar, y eso es algo que Didi-Huberman demuestra tanto en esta exposición, como en el extraordinario texto que ha escrito para su catálogo

Comprender no es explicar, y eso es algo que Didi-Huberman demuestra tanto en esta exposición, como en el extraordinario texto que ha escrito para su catálogo, y cuyo fundamento se prolonga en otra muestra paralela, “Georges Didi-Huberman. En el taller del filósofo”, que puede verse en la Filmoteca de Catalunya hasta el 31 de agosto de 2025, y en la que comparece el método del autor. Como Warburg, como Bertold Brecht, como Jean-Luc Godard, como el Pasolini de La Rabbia (1963) o como Harun Farocki, cuyas obras aparecen recogidas en la muestra del CCCB, Didi-Huberman es un montador minucioso, atento y capaz de auscultar el intervalo de esos sonidos negros en las coreografías de Nijinsky e Israel Galván, en la tarantela y en los gestos convulsos de Louise Augustine Gleizes y las histéricas de la Salpètriere, en las fotografías de Robert Capa, Franco Pinna o Cartier-Bresson, en las películas de Maria Kourkouta o Béla Tarr. Es en su jondura, donde se templa la tragedia y el desgarro que laten en el aire conmovido que envuelve al niño insepulto del poema de Lorca, al niño Edmund de Alemania, año cero (1948), de Rossellini, a la sonrisa de la pequeña Sama, nacida bajo los bombardeos de Bassar Al-Ásad en Alepo y filmada por Waad Al-Kateab con la que se cierra la exposición.

tracking