La población palestina siempre ha luchado por la liberación nacional, representada predominantemente por imágenes de hombres en las calles enfrentándose a fuerzas militarizadas. Esta es una lucha que sucede en el espacio público, ocupado mayoritariamente por los hombres. Pero, ¿dónde están las mujeres palestinas? Ellas enfrentan una doble ocupación: la sionista y la patriarcal, que subordinan sus necesidades e intereses a la lucha por la liberación nacional.
En respuesta a la pregunta anterior, la fotógrafa Ester Pérez Berenguer (Barcelona) presenta la exposición La resistència invisible. Dones palestines contra l’ocupació, que hasta el 28 de febrero se puede visitar en la Església Nova de La Ràpita. «Una iniciativa necesaria para dar visibilidad a las experiencias y la lucha de las mujeres palestinas en el actual conflicto armado con Israel», ha sido el mensaje que el consistorio ha compartido a través de las redes sociales. La exposición es un eco de las diversas historias que abrazan la máxima palestina: «resistir es existir».
¿Con qué voluntad impulsa la exposición?
Surge de la necesidad de explicar cómo la ocupación en Cisjordania, Palestina, afecta a la vida cotidiana de las mujeres. A menudo, solo tenemos acceso al relato que se explica desde el poder, es decir, el de los hombres. En consecuencia, queda silenciada la perspectiva de cómo la opresión del patriarcado y de la ocupación atraviesa la vida cotidiana de las mujeres palestinas.
¿Cuál es la mirada que transmite a través del objetivo de la cámara?
Teniendo en cuenta que cualquier persona palestina que está viviendo en la zona es una persona activa en contra de la ocupación, busqué diferentes casos de mujeres activas en esta lucha. Por ejemplo, retraté una mujer artista que vive en el antiguo barrio de Hebrón, muy sitiado por los colonos. A través de sus pinturas, que ha logrado mostrar en Europa, expresa lo que sufren. También he fotografiado a mujeres que se están formando políticamente para participar en los consejos locales palestinos. Aunque la ley electoral obliga a tener un 40% de representación femenina, y aun siendo electas, no tienen voz propia. Por consiguiente, no pueden hacer oír sus necesidades en los consejos locales.
Otra herramienta de liberación es el boicot económico a través de la campaña ‘Boicot, Sanciones y Desinversiones (BDS)’.
Sí. Las mujeres palestinas impulsan cooperativas de diferentes productos con el objetivo de generar ingresos. Por un lado, consiguen ser respetadas y combaten el patriarcado, y, por otro, promueven el boicot a los productos israelíes. Por todo ello, las fotografías plasman las estrategias pacíficas y no violentas de las mujeres palestinas para luchar contra la ocupación.
Para acceder a sus espacios de intimidad no ha partido de cero. Cuenta con el apoyo de la Associació SUDS.
Sí. La Associació SUDS lleva trabajando en Palestina desde hace mucho tiempo. Es una organización que ofrece apoyo a organizaciones feministas laicas palestinas. Es gracias a la confianza política que existe en la asociación que he conseguido entrar en los hogares de diferentes mujeres palestinas.
¿Qué comparte con ellas?
Compartimos el pensamiento y posicionamiento de que lo personal es político, tal y como puso de manifiesto Simón de Beauvoir: todo lo que es el ámbito personal es un ámbito de reivindicación política. Me abrieron sus hogares y pude convivir con ellas. Lo que quieren es ser un altavoz y mostrar su realidad en Europa, España, Barcelona, La Ràpita...
Un altavoz que tiene como hilo conductor ‘resistir es existir’.
Este lema resume muy bien la actitud de la población palestina. La resistencia. Saben que en el momento que huyan de su hogar, este será inmediatamente ocupado. Los palestinos reciben constantemente amenazas y agresiones, e incluso los colonos queman sus cosechas y destrozan sus olivos... Les hacen la vida imposible para que abandonen el territorio. Pero los palestinos resisten porque es la única manera de continuar.
¿Por qué es un error ver a las mujeres palestinas solo como víctimas?
Normalmente, cuando hay conflictos y guerras se retrata a las mujeres desde este punto de vista. Hacerlo desde esta perspectiva es negarles el poder de cambio, de plantar cara. La realidad es que las mujeres en Palestina son igual de víctimas que los hombres, y son tan activas como ellos. En consecuencia, retratándolas como víctimas se les impide ser el altavoz de sus propias reivindicaciones. Por ello, las mujeres palestinas se niegan a ser solo víctimas.
Entre ellas han tejido una red de solidaridad para poder sobrevivir.
Sí. Es algo común en todas las culturas. Las mujeres buscan tejer estas redes de solidaridad porque son un apoyo emocional muy importante para poder resistir y continuar hacia delante. En Palestina, en medio de la opresión, estas redes son vitales porque las mujeres son la piedra angular de la familia a nivel emocional. Mientras los hombres están en la calle, enfrentándose a los soldados, ellas sostienen emocionalmente a la familia y a sus maridos.
Y a ellas, ¿quién las sostiene?
Buscan apoyo y ayuda en otras mujeres. Las redes informales de solidaridad están perfectamente tejidas y permiten a las mujeres palestinas tener estrategias de supervivencia.
Las fotografías representan a las protagonistas y también paisajes, como un olivo.
Sí. Se trata de un olivo que tiene todas las ramas cortadas. Una práctica común entre los colonos es bajar de sus asentamientos para quemar cosechas, cortar las ramas de los olivos o, incluso, contaminar las aguas. Son tácticas de agresión a la población palestina para hacerle la vida imposible y obligarla a huir. Por otro lado, la fotografía de este olivo, desgarrado, es una imagen simbólica que me recuerda la también vida desgarrada de las mujeres palestinas.
Las imágenes invitan a la transformación social.
Hacer de altavoz de las mujeres palestinas es para mí muy importante, ya que permite huir de la mirada de los asentamientos en la calle, del punto de vista masculinizado del genocidio. Poder mostrar la exposición en espacios públicos, por los que transcurren tanto personas sensibilizadas con lo que ocurre en Palestina, como otras que no lo están, es una manera de acercar dicha realidad. No podemos mantenernos en la neutralidad. El Estado de Palestina es un estado de pleno derecho. Si nos mantenemos en la neutralidad, sus voces son doblemente silenciadas. De ahí la importancia que la exposición siga itinerando por diferentes espacios, como la Església Nova de La Ràpita.
Una facilidad que no ha encontrado en Sant Cugat.
Exactamente. Estamos en estado de estupefacción. A diferencia de La Ràpita, donde la exposición ha tenido una gran acogida y en la inauguración asistieron representantes institucionales, desde el consistorio de Sant Cugat se nos comunicó, hace una semana, que la exposición quedaba vetada en cualquier equipamiento público. Por esta razón, hemos hecho un llamamiento a la movilización. No puede existir tal censura y reclamamos que se pueda visitar la exposición donde inicialmente se había programado, en el Monestir.
Hablar de censura en el siglo XXI parece irreal.
En este caso, quienes censuran la exposición y la voz de Palestina se convierten en cómplices de quien está oprimiendo, en este caso el estado de Israel. Frente a cualquier opresión o conflicto, si tienes una pretendida neutralidad te conviertes en cómplice de quien tiene más fuerza.
La cultura es un medio de expresión.
Sí. Por ello, resulta peligroso verla como algo que se deba vigilar. La cultura debe tener un papel transformador, que nos puede hacer reflexionar, en el que podemos ver reflejadas voces que de otra manera no se escucharían. Caer en la censura es volver setenta años atrás, es regresar al franquismo cuando se censuraban canciones, libros y exposiciones. No lo podemos permitir.
Como fotógrafa, ¿qué más puede hacer?
Ni quedarme al margen, ni callar. Me he posicionado y viajaré con la exposición allá donde sea.