Jesús Cañadas: «Tenemos que hacer un esfuerzo titánico para desprogramar el machismo del cerebro»

El escritor gaditano, fiel a su estilo, publica Dientes rojos con Obscura Editorial, un thriller con elementos sobrenaturales que denuncia la violencia de género en un relato escalofriante.

12 diciembre 2021 13:50 | Actualizado a 18 diciembre 2021 08:02
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Rebecca Lilienthal, una adolescente berlinesa, desaparece del internado en el que reside. Lo único que deja tras de sí es un charco de sangre sobre el que flota un diente arrancado. Lukas Kocaj, un agente recién salido de la academia, será el encargado de encontrarla. Acompañado del inspector Otto Ritter, un policía brutal, racista y desfasado. Es el arranque de Dientes rojos, de Jesús Cañadas, publicada por Obscura Editorial, con prólogo de Elisa McCausland. Un thriller donde hay violencia machista, mucha, pero también pederastia, bullying y el mal por el puro placer de hacerlo. Todo ello con elementos sobrenaturales y una sorpresa que fijará al lector en el sillón. En un Berlín en el que reside Cañadas, con la dureza de la inmigración y todavía las diferencias entre las dos mitades que el muro partió.

¿Las mujeres también corren peligro en Berlín, de noche y solas?
Sí. Es una tendencia generalizada que, no sé por qué, pensamos que solo pasa en España. Casi todas las cosas que suceden en Dientes rojos le han pasado a alguien que yo conozco, tanto el seguimiento a la joven en un autobús como la escena que abre el libro, la del policía que camina tras una chica. Hay muchas cosas que están inspiradas en la vida real e incluso me he tenido que cortar un poco, para no causarles pesadillas a los lectores. 

¿Se ha autocensurado?
Aunque Dientes rojos no solo trata sobre violencia machista, sí en buena parte, por lo que a la hora de abordarlo, como es un tema muy peliagudo, conté con la ayuda de una psicóloga especializada en casos de violencia machista y de abusos. Ella me fue guiando sobre lo que incluir y lo que no. Y la realidad supera a la ficción, multiplicada por mil. El tema es muy grave y pasan cosas muy terribles.

Es un libro feminista, pero escrito desde la visión de un inspector que es la viva imagen del machismo y el patriarcado.
Era una visión que me pareció oportuna, la del supuesto aliado que no es tal. Un dinosaurio antiguo, abiertamente racista, machista y desagradable, que te va guiando por ciertos caminos que te hacen pensar que está de tu parte. Sin embargo, como me pasa a mí también, tenemos un machismo muy programado dentro del cerebro y tenemos que hacer un esfuerzo titánico para desprogramarlo. Personalmente, me definiría como buen machista con la condicional porque no puedo ser otra cosa. Quizás una siguiente generación, los hijos de mi hija, ya puedan llamarse a sí mismos feministas sin decirlo con la boca pequeña porque nos da un poquito de vergüenza. Yo sigo descubriendo muchísimos comportamientos machistas o micromachistas si quieres, en mi manera de pensar y mi manera de actuar, por lo que me parecía oportuno dar ese tipo de visión dentro de lo que es una historia de crímenes y de emociones fuertes.

 

Quizás una siguiente generación, los hijos de mi hija, ya puedan llamarse a sí mismos feministas sin decirlo con la boca pequeña porque nos da un poquito de vergüenza.

Micromachismo en todos los sectores masculinos, desde conversaciones privadas a grupos de whatsapp...
Está en todos los sectores. El machismo es una cosa extendidísima que por una extraña alquimia invisible que hay flotando en el aire pensamos que hemos dejado atrás y es mentira. Mientras se siga perpetuando un tipo determinado de comportamiento, mientras se sigan dando palmaditas en la espalda cuando alguien hace un comentario, mientras sigan pululando chistes por grupos de whatsapp y conversaciones privadas, la consecuencia es que se sigue, por desgracia, apaleando a mujeres, siguiéndolas a casa de noche y pensando que son tuyas, pensando que son una cosa que se puede poseer y que tienes todo el derecho del mundo. Y eso hay que cambiarlo. Yo no voy a decir que Dientes rojos está llamado a cambiar nada, porque es solo un libro, pero desde luego es una reacción a como yo veo el mundo. Tal como me decía una directora de cine que hay en Berlín, el arte no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas y son las personas las que cambian el mundo.

Tendría que leerlo la persona adecuada. No obstante, tiene dos personajes contrapuestos.
Funciono siempre por oposición en lo que escribo. Necesito a dos personajes muy diferentes que choquen entre sí porque eso es lo que me da juego. A lo largo de mi experiencia con la literatura también he participado en muchos podcats y me he dado cuenta de que cuando todo el mundo está de acuerdo, la gente se aburre. Entonces, mi protagonista va a ser un joven policía, que se sigue sintiendo inmigrante a pesar de que su padre ya nació en Alemania y él también. Un hombre que se ve superado por las circunstancias. ¿Contra qué pared de pelota vasca lo hago chocar? Contra una cosa muy establecida en los cuerpos de policía de Alemania, según me cuentan agentes con los que he hablado a través de una persona que conozco en el departamento.

Da miedo pensar que es el perfil de su inspector Otto Ritter.
Pues así es. Muy racista, muy machista, muy anquilosado en el pasado y muy dispuesto a dar palizas a la gente que se libra por huecos burocráticos.

 

 

Aquí también las dan.
Tengo amigos guardia civiles y de padres guardias civiles que se han leído Dientes rojos en su primera versión y me han confirmado que esto es así. Mucha gente que se ha leído mis libros anteriores y este, me dicen una frase que a mí nunca se me habría ocurrido, pero que es muy bonita, que dice así, tú escribes libros sobre monstruos donde los monstruos son las personas. Y es así. Ya puede haber dragones, ya puede haber fantasmas, vampiros, demonios o lo que tú quieras que los peores somos los seres humanos. Y eso es lo que pasa a la hora de plantear los personajes.

Sin embargo, nada es lo que parece.
Porque tú puedes ser un capo de la droga y adorar a tus nietos o ser el mayor aliado feminista y después decirle a tu mujer que está gorda. Y estoy hablando de casos cercanos. Nadie es químicamente puro en bondad ni químicamente puro en maldad, todo el mundo tiene luces y sombras y está bien que la literatura, que el arte en general, se plantee este tipo de cosas. Al fin y al cabo la literatura es el arte del otro.

¿Qué quiere decir?
Tú vas a meterte, a sumergirte en la vida de otro y la vida no es siempre buena o siempre mala. Y eso es lo que intento.

 

Ya puede haber dragones, ya puede haber fantasmas, vampiros, demonios o lo que tú quieras que los peores somos los seres humanos.

En cuanto al Berlín del Este, ¿huele diferente?
Sigue presente. Es otra de estas cosas de las que no se habla mucho, pero sigue habiendo una especie de rivalidad, el odiar al vecino, eso que también tenemos nosotros en España. En Berlín pasa con el Este y el Oeste y sobre todo, estas cosas de abajo arriba. Es decir, el oeste, como tenía más dinero, se sigue cachondeando del este porque al fin y al cabo, todo se reduce a lo mismo. Ni siquiera se reduce a fobias o racismo, se reduce a clasismo. Y también quería dar la visión del inmigrante, lo que pasa es que me parecía muy forzado un inmigrante español en Berlín porque tampoco hay tantos. La inmigración grande es la turca y la polaca.

La de siempre.
Hablando con polacos y turcos de tercera generación me di cuenta de que la vivencia del inmigrante es muy parecida a pesar de que, a priori, comunidades tan distintas como las suyas no parece que tengan tanto en común. Pero les une esa experiencia del extranjero en Alemania porque es dura.

Quién les iba a decir a los polacos que acabarían en Alemania.
Y sufrir todos los estereotipos, todo lo que sufre el extranjero. Igual que el marroquí o el latino en España, al fin y al cabo.

 

Cuando quieres transmitir una emoción, más vale que tú la sientas. Si tú no la estás sintiendo, tus lectores y lectoras no la van a sentir. Es una de las máximas de la escritura.

Con el cambio de voces en la novela, el lector se queda sorprendido. ¿Cómo ha sido para usted?
Lo he trabajado con mucha fatiguita y muchas horas. Como decía mi padre, hay que darle muchas vueltas al chícharo, hay que darle muchas vueltas al coco para que te salga. Al fin y al cabo, un escritor no pasa la mayor parte del tiempo escribiendo, la pasa pensando. La novela empieza de una manera y termina de otra. Hay un cambio de narrador, a través de un punto traumático y son dos libros con puntos de vista radicalmente opuestos. Tienes que hacer un salto y el lector tiene que hacerlo contigo para seguir la historia. En realidad, el segundo personaje que cuenta la segunda parte, retrocede los pasos del primero para que el lector no se pierda y siga anclado. Y ahí ha ayudado mucho la editorial también porque es la que te hace ver las cosas, ha habido un trabajo de edición muy importante.

 

Hablando con polacos y turcos de tercera generación me di cuenta de que la experiencia del inmigrante es muy parecida a pesar de que, a priori, son comunidades muy distintas.

¿Siempre incluye el elemento fantástico?
Es una cosa que me gusta mucho y tendré que ir tarde o temprano al psicólogo a averiguar por qué. Siempre termina saliendo. Incluso te diría lo contrario, si no lo incluyo, me aburro y si yo me aburro, el lector o la lectora se aburre. Esa es una de las máximas de escribir. Cuando quieres transmitir una emoción, más vale que tú la sientas. Si tú no la estás sintiendo, tus lectores y lectoras no la van a sentir. Y lo fantástico me entretiene, me divierte y me emociona. Muchos lectores y lectoras me han preguntado a veces si creo en cosas sobrenaturales.

¿Cree?
Evidentemente no, ni mucho menos. No creo en el más allá ni nada por el estilo. Me declaro ateo convencido. Si creyera, serían reales para mí y no podría escribir sobre ellas. También este tipo de cosas son un juego, unas veces más truculento, otras más divertido, pero al fin y al cabo consiste en jugar. Tengo la inmensa suerte de que mi juego le gusta o le asusta a la gente y quiere leerlo para que a cambio, yo pague el alquiler.

 

El elemento fantástico siempre termina saliendo. Evidentemente, yo no creo en ese tipo de cosas. Son un juego. 

Un juego en el que lo plantea todo: el bullying, la pederastia, la violencia de género... 
Porque al fin y al cabo en nuestro día a día está todo mezclado. Solo falta poner las noticias para querer tirarte por la ventana porque hay bullying, hay racismo, sexismo, violencia, tanto personal como institucional, hay intereses políticos que siempre han estado, pero que son más patentes que nunca y que te tienen oprimido absolutamente... A veces la única salida ante todo esto es un grito de rabia y yo creo que mi grito ha sido Dientes rojos.

¿Cómo se imbrica para que el lector no tenga descanso?
Con mucho trabajo y porque una novela no se escribe en un fin de semana, sino a lo largo de meses. Entonces, en ese tiempo tienes inputs, entradas de información y la salida que le vas dando, al menos la gente como yo, es la literatura. Jugó un papel importante, no lo neguemos, que la novela fue escrita durante el principio de la pandemia. Una época difícil, cuando menos, para todos nosotros.

 

Solo falta poner las noticias para querer tirarte por la ventana porque hay bullying, hay racismo, sexismo, violencia, tanto personal como institucional, hay intereses políticos que siempre han estado, pero que son más patentes que nunca...

¿Estaba en Berlín?
Sí. Ahogado, evidentemente como todos los internacionales de Berlín, por la marea de información contradictoria, cambiante y volátil que teníamos día a día sin saber si iba a volver a ver a mi familia, sin saber si iba a volver a ver mi casa, con toda esa incertidumbre grandísima, toda esa cancelación del futuro que vivimos de manera tan fuerte al principio. Y eso evidentemente, se cobra un precio en las cosas que escribes. 

En definitiva, una novela muy oscura, igual que la editorial.
Sí, pero es que yo me divierto con estas cosas. La novela lleva un mes en la calle y me han llegado docenas de opiniones de lectores que me dicen que es dura, violenta, oscura, pero que no pueden dejarla. Y para mí, que ante todo soy lector, eso es un piropo grandísimo. A mí me ha pasado evidentemente, y ese es el tipo de sensación que me ha llevado a escribir. Así que invito a todos los lectores y lectoras a adentrarse en esta historia.

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