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    «Las artes marciales dan respuestas a nuestras luchas más profundas»

    Garyu Dojo y Mugendo Reus tiene un objetivo en común: recuperar la historia, esencia y tradición del kárate

    28 mayo 2022 16:53 | Actualizado a 28 mayo 2022 16:56
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    La historia y la filosofía de las artes marciales declaran que desde que el hombre es hombre, la violencia existe. Es el único ser vivo que conserva en su interior emociones como la rabia, la venganza, la ambición y la envidia. Por eso, a medida que el hombre se fue civilizando, se desarrollaron métodos de lucha y defensa. El Karate siempre ha usado un modo comunicativo y deportivo sostenible respecto a las personas que lo practican, la paz tanto mental como física y el lenguaje cultural según el contexto histórico.

    La diferencia entre otros deportes de contacto y el kárate, está en los principios filosóficos del Budo. Esta práctica parte de las siguientes premisas: respeto, disciplina, coraje, psicomotricidad, benevolencia, honestidad, honor y lealtad. Sin embargo, poco a poco, se ha deportivizado con el objetivo de ganar en competición, dejando de lado el verdadero motivo de esta disciplina, que es la guía del camino espiritual e introspectivo del guerrero.

    Antonio Montía, conocido en su entorno como ‘Shihan’, ejerce de maestro de Karate y es el fundador de Garyu Dojo, el primer centro de la modalidad Kyokushin en la provincia de Tarragona desde 2001 en La Riera de Gaià. El Dojo es descrito como «el lugar del despertar» y se refiere a la búsqueda de la perfección física, moral, mental y espiritual. El objetivo principal del Maestro Montía es lanzar un mensaje de esperanza a las nuevas generaciones desde El Garyu Dojo, el cual resguarda la esencia de las artes marciales. Expresa que«todos tenemos la obligación de aprender, de preservar y de transmitir la experiencia y los conocimientos acumulados a lo largo de los muchos años de práctica». «Las artes marciales ofrecen respuestas a nuestras luchas más profundas», añade.

    El maestro explica que en su adolescencia se vio en una situación límite y perjudicial por las circunstancias y el entorno en el que le tocó crecer. Durante toda esa etapa vivió en un aislamiento social voluntario, refugiado en una biblioteca, buscando respuestas a su propio caos y vacío emocional. «La vida se basa en la resolución de incógnitas y las personas se definen por la manera en la que deciden resolverlas. Somos el resultado de nuestras luchas más profundas», cuenta el Shihan. Fue así como descubrió la filosofía budista establecida desde el Templo Shaolin y forjó una gran estima por el kárate. En sus entrenamientos diarios y en el ciclo de aprendizaje, no solo se dedicaba a trabajar su cuerpo y su técnica, sino que, sobre todo, trabajaba su mente, su actitud y su estado de ánimo, «esta es el alma de cualquier Arte Marcial».

    Desde Garyu Dojo imparte clases semanales tanto a adultos como a niños, «intento transmitirles una imagen de fortaleza y no de agresividad, de control y no de ira, de saber estar y no de acciones instintivas». De entre ellos, destaca la buena actitud, voluntad y el gran interés que tienen por la filosofía de dos alumnas, Laura y Jihad, y el gran crecimiento personal de muchos de sus alumnos, «me llena de orgullo saber que no se implican únicamente en la parte técnica, sino también en todo lo que hay detrás, en descubrir el porqué de las cosas».

    Francisco Valverde, director e instructor de la escuela Mugendo Reus, comparte con sus alumnos la ilusión, entrega y disciplina practicando el Mugendo, una arte marcial derivada del Kárate y Kick Boxing. «Mi mayor ilusión para la Escuela es poder ayudar a los demás, sobre todo a la gente que se siente fuera de lugar», el profesor explica que si decidió formar un Dojo, no fue solo para enseñar un deporte, sino educar a los jóvenes a tener un diálogo interno sano, ofreciendo las herramientas necesarias para mejorar la autoestima y confianza en sí mismos.

    «Poner límites»

    «Empecé a hacer artes marciales con 12 años y gracias a todas las lecciones que me enseñaron, aprendí a poner límites a quienes se sobrepasaron conmigo». Francisco, observa reiteradamente una mala gestión emocional por parte de las familias, que impiden al menor desarrollar su agudeza crítica. Es por eso, que su principal objetivo es lograr conectar con sus alumnos, ganarse su confianza para que se expresen abiertamente sobre cómo se sienten y qué les sucede. «Es un proceso complejo, porque necesito que los niños me vean como una figura referente, que me tengan mucho respeto, pero que confíen plenamente en mí. Soy como el hermano mayor. Intento que vean en mí la fortaleza y sensibilidad al mismo tiempo», cuenta el instructor.

    Trabaja con personas que tienen algún tipo de trastorno como el TDAH o el TEA-Asperger, niños que sufren acoso escolar y también realiza cursos gratuitos de defensa personal exclusivamente para mujeres con la colaboración de distintos ayuntamientos.

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