Al cumplir los 16 años, Olimpia, hija del rey Neoptólemo, se convierte en la quinta esposa del rey Filipo de Macedonia y en su predilecta. En la corte, entre conspiraciones y traiciones, debe encontrar su lugar entre las demás esposas. No será fácil, pero no cejará en su empeño. Para ello, y con el objetivo de colocar por encima de todo y de todos a su hijo Alejandro Magno en el trono, no le temblará el pulso a la hora de matar u ordenar un crimen o de enfrentarse al hombre de confianza de su marido. Publicada por Espasa, Olimpia es la última novela de Laura Mas, quien rescata del olvido a otra de las grandes mujeres de la antigüedad.
De nuevo vuelve a una mujer de la antigüedad.
No tenía en mente seguir esta estela, pero fluyó de manera natural. A raíz de la documentación de mi primera novela, La maestra de Sócrates, la exploración de la Antigua Grecia me llevó hasta Olimpia, la madre de Alejandro Magno. He pasado de contextualizar la escena del siglo V antes de Cristo, al siglo IV. Volvemos a estar en Macedonia, que formaba parte de esa Antigua Grecia y es algo que tiene mucho sentido para mí.
¿Por qué?
Porque le debemos prácticamente todo a los griegos. La cultura occidental ha bebido de ellos. Olimpia ha sido otra mujer que ha aparecido en mi vida de manera inesperada y a medida que iba ahondando en su carácter, en sus logros, pensé que merecía una novela.
¿Contaba con mucha documentación?
Tuve la gran suerte de ponerme en contacto y de tener una respuesta muy positiva por parte de uno de los ensayistas biográficos de Olimpia, Juan Carlos Chirinos, autor de La reina de los cuatro nombres. Él me ayudó mucho a la hora de documentarme y me facilitó el trabajo porque su propia obra recoge ya buena parte de la vida de esta mujer. Olimpia tenía un carácter muy complejo, nada predecible, lo que a nivel novelesco también me daba mucho juego. Me gusta la evolución de los personajes y que incluso tengan sus propias contradicciones. Y es cierto que al haber estado silenciada por la historia hay muchos huecos en su vida, que se tienen que rellenar y para ello me acojo a la libertad que te da el género histórico.

Las mujeres poderosas como ella a menudo nos han llegado como arpías. Solo hay que pensar en Libia, la mujer del emperador Augusto. Usted también dibuja a Olimpia un tanto así. No le tiembla el pulso a la hora de matar o de ordenar un crimen.
Es algo que visto con la mirada actual nos puede chocar mucho, pero Olimpia actuaba como cualquier hombre de su época, imitó el comportamiento de sus coetáneos masculinos. Por ejemplo, su marido, el propio Filipo, rey de Macedonia, hizo lo mismo cuando llegó al poder. Lo que quiero decir es que a Olimpia no le tembló el pulso, pero tuvo mala fama por ello por el hecho de ser mujer. Esto mismo lo llega a hacer Filipo y no pasa nada porque ya se contemplaba ya que cuando se trataba de una monarquía como la macedónica, imperaba la política de eliminación de rivales. Y es que nos tenemos que imaginar una corte llena de traiciones en la que si no matabas, a veces te mataban a ti. De hecho, Olimpia estuvo en peligro muchas veces. Se llevan la fama de arpías, sibilinas, manipuladoras, pero son mujeres ambiciosas que actuaban como un varón y yo lo aplaudo en ese aspecto.
¿Qué relación tenía con las serpientes?
A raíz del testimonio de Plutarco descubrí que Olimpia tenía serpientes amaestradas que, además, poseían un significado divino. Representaban al propio Zeus, dios de los dioses. Según Plutarco, en una ocasión Filipo la espió y vio que yacía en su lecho con una serpiente. Y la leyenda cuenta que fue en ese momento cuando Zeus adoptó la forma de este animal para fecundarla. Olimpia creció con el convencimiento de que Alejandro Magno era hijo de Zeus, que tenía un origen divino, lo cual también la hacía más ambiciosa. Olimpia creía que Alejandro merecía todo y, por ende, ella también y para lograrlo luchó con todas sus fuerzas hasta su último aliento.
Ya le iba bien a la monarquía esta historia...
En aquel momento la monarquía no abundaba en la Antigua Grecia. Tanto en Macedonia como en Epiro imperaba, pero en Atenas, especialmente, se veía con malos ojos. De hecho, cuando Filipo llegó al poder, a los macedonios los llamaban bárbaros. Pero Filipo allanó mucho el camino de su hijo. Gracias a sus certeras actuaciones en el campo militar, tuvo prácticamente el monopolio de Grecia, lo que hizo que posteriormente Alejandro Magno pudiera partir hacia la conquista del Imperio Persa. Filipo merece un lugar más destacado del que ha tenido a nivel histórico. Fue un muy buen militar y estratega e influyó mucho en la gloria que alcanzó Alejandro.
Es curioso constatar que las mujeres de los reyes siempre chocan con el hombre de confianza de los monarcas. En este caso es Antipatro, pero a la reina Constanza de Sicilia también le ocurrió o a Ana Bolena en Inglaterra. Es un duelo de poder.
Efectivamente. Ella se sentía amenazada porque su posición era muy limitada. Desde el principio Antipatro no la recibió bien, en buena parte por su condición de extranjera. En aquel momento las mujeres, aunque fueran de sangre real y llegaran a la corte, como era el caso de Olimpia, si eran extranjeras no tenían tanta relevancia. Incluso tuvo problemas porque cuando Filipo se casó por última vez, lo hizo con una mujer de sangre macedonia y Antipatro fue uno de los primeros que aplaudió este hecho. Se creía que así por fin Filipo le daría un heredero al trono completamente legítimo. A Alejandro Magno le llegaron a llamar bastardo, de modo despectivo y eso provocó el exilio voluntario tanto de la madre como del hijo durante una temporada. Antipatro, al ver que no era una mujer sumisa como el modelo que imperaba en aquel entonces, iba con pies de plomo para que Olimpia no se inmiscuyera en asuntos que creía que no le pertocaban. La condición de reina no le daba derecho a tomar ninguna decisión política, pero gracias a la confianza y a la buena relación que tenía con Alejandro Magno eso cambió un poco. Cuando su hijo llegó al trono, sí que pudo tomar ciertas decisiones o influir en ellas.
De todas sus facetas, ¿con cuál se queda?
Con la de madre.
¿En serio?
Su relación con Alejandro Magno llegó a ser un poco enfermiza porque Olimpia lo sobreprotegía. Para ella, encarnaba todos sus sueños. Olimpia luchó hasta el final de sus días para perpetuar su dinastía, era su mayor cometido. ¿Y cómo podía llegar a buen puerto su objetivo vital? A través de Alejandro Magno. Se dice, aunque son sospechas, que Olimpia estuvo tras el asesinato de Filipo, lo cual permitió que Alejandro inmediatamente acudiese al trono en un momento en que todo era muy estratégico.
¿Peligraba la decisión?
Filipo se acababa de casar con la noble de sangre macedonia y acababa de tener un retoño varón que se consideraba legítimo. Pero la faceta de madre pesa mucho porque antes que ser reina y ambiciosa, quería con devoción absoluta a su hijo Alejandro y una buena parte del libro tiene más vertiente humana, vulnerable, débil, precisamente con la partida de su hijo hacia Asia, hacia la conquista del territorio persa, lo que resultó ser un horror para ella porque durante once largos años no lo volvió a ver y jamás pudo despedirse de él en condiciones porque Alejandro murió en Babilonia. Ahí tenemos a una madre desolada que ansió durante muchos años volver a ver a su hijo. Debo reconocer que esto me removió mucho por dentro y puedo imaginar la tortura vital que era para Olimpia. No siempre estuvo acertada, pero yo creo que fue una buena madre, al menos siempre tuvo buenas intenciones con Alejandro. De entrada puede parecer una mujer fría, distante y calculadora, pero si rascas bien, Olimpia estuvo realmente triste con la partida de su hijo, no debió de llevar bien esa ausencia.