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Cristina Oñoro: ‘La educación es la vía para la igualdad’

‘En el jardín de las americanas’ es la historia de un grupo de mujeres que hicieron posible el sueño de llegar a la universidad

La escritora Cristina Oñoro.

La escritora Cristina Oñoro.Cedida/Juan Manuel Gómez

Glòria Aznar

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Boston, 1871. Alice Gulick, misionera protestante, se embarca rumbo a España para luchar por la educación femenina. Su viaje marca el comienzo de una aventura que culmina con la creación del Instituto Internacional, un colegio muy avanzado para la época. En Madrid, las americanas de esta institución tejen vínculos duraderos con las profesoras y estudiantes de la Residencia de Señoritas, como María Goyri y María de Maeztu. El objetivo: lograr que las universidades abrieran sus puertas a las mujeres. Es En el jardín de las americanas, un ensayo de Cristina Oñoro publicado por Taurus.

¿Esta conexión entre la educación femenina en España y la estadounidense es conocida?

Es una historia fascinante, pero poco conocida. Ha habido algunos libros, sobre todo de Carmen de Zulueta, dedicados a la Residencia de Señoritas y al Instituto Internacional hace ya algunas décadas. Y en los últimos años también se han realizado algunas aportaciones, sobre todo en el campo de la especialización, de la literatura más académica. Pero tal vez no existía un ensayo narrativo más amplio dedicado a un lector simplemente interesado en esta aventura que unió a estadounidenses y españolas a finales del XIX y principios del XX y que tenía como objetivo lograr que las mujeres accedieran a la universidad.

No deja de ser curioso que surja de una misionera protestante…

El libro es un ensayo narrativo basado en una investigación rigurosa que transcurre a lo largo de 60 años. Empieza con la misionera Alice Gulick, procedente de los entornos misioneros puritanos de Nueva Inglaterra pero, al mismo tiempo, con ideas avanzadas sobre la educación de la mujer y llega hasta la Guerra Civil. Alice Gulick es la fundadora del Instituto Internacional, es la que viene de ese entorno de las misiones. Sin embargo, en 1903, cuando el Instituto Internacional se establece en Madrid es cuando se desvincula definitivamente de esa causa misionera, de la causa evangelizadora protestante.

No lo tuvieron fácil cuando llegaron.

Cuando llegaron como misioneros protestantes los persiguieron, los apedrearon. Vinieron auspiciados por la libertad de culto que se había constitucionalizado en 1869, pero eso no significaba que los estuvieran esperando con los brazos abiertos, más bien todo lo contrario. Es una historia también interesante a nivel ya más humano. Aquí el legado que dejaron fue el de la educación femenina, acabaron dejando una huella muy importante en la tradición liberal de la educación de la mujer y sobre todo con esa estrecha colaboración que tuvieron con la Institución Libre de Enseñanza.

Hemos podido ir a la universidad gracias a esas mujeres.

No solo a este grupo de americanas. Ellas venían para trabajar por la educación femenina, pero evidentemente en España se habían dado ya algunos pasos muy importantes y, de hecho, una lección que aprendí estudiando esta historia es que los logros son fruto de alianzas. En este caso en España estaba la figura de Concepción Arenal que en esos mismos años estaba luchando con el apoyo de los intelectuales del krausismo, de la incipiente Institución Libre de Enseñanza, por abrir las puertas de la universidad a las mujeres, por ir quitando los obstáculos que tenían para poder acceder al aula. No es que fuera imposible porque en España podían ir a clase, a diferencia de otros países donde estaba estrictamente prohibido, pero era muy difícil porque necesitaban un permiso especial, que las acompañara el profesor, las recogieran en un sitio concreto, las llevaran a la primera fila y ese permiso, además, tenía que garantizar que no iba a haber ningún incidente en el aula.

Como si fueran ellas a provocar algún altercado.

Exacto. Y no hace tanto. Hasta 1910 no se eliminó ese obstáculo del papelito de la autorización del profesor que, según contaban, era lo más difícil de conseguir. No por mala intención, sino por la burocracia en sí. Así que hemos caminado a pasos de gigantes desde entonces hasta hoy. Yo soy profesora en la Complutense. Mi aula está llena de chicas que son brillantes y esto te hace reflexionar.

¿Ha podido conversar con ellas sobre el libro?

Por supuesto. El libro me ha permitido, precisamente, reconstruir una genealogía femenina y feminista de mi universidad, de la Complutense. Además, he tenido una beca Leonardo de Creación Literaria para escribirlo, para poder viajar a los archivos de Estados Unidos. Y parte de esta financiación la destiné justamente a hacer un taller con mis estudiantes de ficción biográfica. Repartimos los nombres de algunas pioneras universitarias y ellas mismas crearon textos con los que luego pudimos hacer una lectura dramatizada en la Fundación Ortega Marañón, en lo que había sido esa Residencia de Señoritas, esos edificios que compartieron el Instituto Internacional y la Residencia de Señoritas. Siempre estoy muy inspirada por mis alumnas y, de hecho, saco a una de ellas en el libro. Es uno de los regalos de escribir una obra como esta.

Habla de la beca de la Fundación BBVA.

Exacto. Es una beca Leonardo de Creación Literaria de la Fundación BBVA, que fue lo que me permitió hacer una estancia de investigación tanto en Harvard como en el Smith College, en Massachusetts, para consultar los archivos del Instituto Internacional y los papeles de esta misionera, los suyos y los de toda la familia Gulick, que era muy numerosa y que se dedicó a las misiones hasta 1960. Para mí, que no soy historiadora, fue toda una aventura entrar en estos archivos donde he podido comprobar que no solamente se guardan papeles, sino que se conservan muchas historias, laten muchos corazones. En el libro cuento también algunas de estas anécdotas que me suceden en el proceso. En el ensayo hay tres planos de narración: la reconstrucción de estas instituciones, sus lazos de amistad, pero también mi propia memoria de investigación, la crónica del viaje y algunos episodios de recuerdos que le dan una dimensión más humana.

Tuvieron una vida muy azarosa.

Les pasaron muchas cosas y tuvieron muchos obstáculos. En primer lugar, estos misioneros llegaron en pleno sexenio revolucionario, que cuando no conoces muy bien el siglo XIX y creemos que nuestra época es convulsa… Llegaron en un momento en que se instauró enseguida la primera república, había cambios constantes de gobierno, una guerra carlista que les impidió situarse en Bilbao… Al tiempo, cuando ya les iba bien, estalló la guerra con Cuba en el 98 y se convirtieron en una institución estadounidense en suelo español, por lo que tuvieron que cruzar la frontera a Francia en muy pocas horas para llegar a Biarritz. Su historia la cuentan las cartas.

¿Qué dicen?

Que tuvieron que desmantelar un colegio con todas sus clases, sus laboratorios, todas las niñas, subirlas en un tren y llevárselas a Biarritz donde se quedaron algunos años hasta que se solucionó el conflicto. De vuelta estará la dictadura de Primo de Rivera… Es un telón de fondo muy apasionante, donde hay grandes debates como el sufragismo, el abolicionismo, la ley seca… y luego el periodo de entreguerras, con esa colaboración más estrecha con la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maeztu. Hubo muchos obstáculos, por lo que el libro también es interesante por la época que retrata.

¿Qué conexión existe con Emily Dickinson?

Quería que el ensayo conectara con otros nombres más conocidos que nos permitieran iluminar esta historia. Emily Dickinson se formó en la misma universidad que Alice Gulick, la misionera con la que yo comienzo, en el seminario Mount Holyoke, que es una de las primeras instituciones en Estados Unidos que formó a mujeres con esta idea un poco avanzada. Entonces, pude visitar Mount Holyoke y la casa de la propia Emily Dickinson, que tiene también una historia muy interesante con su archivo personal y sus poemas.

¿Y Virginia Woolf?

En el caso de Virginia Woolf, me parecía que lo que podía aportar era conectar este movimiento de educación femenina con el Cuarto Propio. Ese Cuarto Propio surge originalmente como unas conferencias que dio Virginia Wood en Cambridge en dos colleges femeninos, el Newnham College y el Girton College, que no eran muy distintos a lo que en Madrid era el Instituto Internacional para Niñas y la Residencia de Señoritas, como instituciones también pioneras de educación superior. Entonces, me fui a Inglaterra durante un mes para seguir los pasos de Woolf y, sobre todo, leer las memorias, los diarios de las primeras estudiantes universitarias que tuvo Cambridge para conectar esas experiencias con las de nuestras propias universitarias. Lo que intenta mi relato a través de estas escritoras es armar un gran tapiz donde se viera la importancia que tuvo como movimiento internacional.

Y la pintora Mary Cassatt.

También. Ella es una pintora americana que pintó un gran mural para la Exposición de Chicago del 98 y que me da el título del libro. Pintó un gran jardín que está reproducido en algunas imágenes del libro, donde se ve a mujeres de distintas edades recogiendo fruta del árbol del conocimiento. A mí me recordaba ese jardín de la calle de Fortuny donde transcurre la historia que compartieron el Instituto Internacional y la Residencia de Señoritas y que simboliza ese jardín del conocimiento, esa lucha de mujeres de diferentes generaciones, de diferentes países, por acceder a ese sueño universitario.

¿La educación lo puede todo?

Precisamente la educación es un ámbito en el que podemos medir los avances que sí se han realizado. En el tema del feminismo damos algunos pasos hacia delante y luego vienen otros hacia atrás. La propia situación internacional con Estados Unidos actualmente, me hace ser un tanto pesimista, pero justamente haber escrito un libro donde podemos constatar que hace un siglo y poco, las mujeres tenían tantos obstáculos y había tan poquitas universitarias y en cambio, hoy la educación es un logro que está consolidado, creo que nos permite ser optimistas. Ahora bien, en algunas partes del mundo las niñas no pueden ir todavía al colegio o a partir de cierta edad se impide su educación, así que sí creo que la educación es la vía para la igualdad y soy optimista porque cuando hablo con mis alumnas lo que veo justamente son los frutos de aquellas semillas, los frutos de la lucha de entonces. 

¿Quiere destacarme algo que no le haya preguntado?

Me gustaría destacar que he recabado algunos testimonios, he entrevistado a dos nietas y a un sobrino nieto de tres residentes de la Residencia de Señoritas de los años 10, 20 y 30 y en todos los casos hay mucha nostalgia de aquel momento, de aquella época y también un orgullo de haber tenido una antepasada que formó parte de ese movimiento tan interesante que estamos empezando a dimensionar en su importancia.

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