Novela
Valérie Perrin: “Hay verdades que es mejor no decirlas y otras pueden salvar vidas”
‘Tatá’ es la última novela de la autora francesa más leída. Una historia familiar, intergeneracional, de secretos silenciados

Valérie Perrin, escritora.
Tatá, la última novela de Valérie Perrin, publicada por Duomo, es todo un fenómeno en Francia. Situada en Gueugnon, el pueblo donde la autora creció, es una historia que explora los lazos familiares y los silencios. Arranca cuando Agnès recibe una llamada de la policía para que identifique el cuerpo de su tía Colette, que acaba de fallecer. La joven, atónita, no se lo puede creer. Su tía murió hace tres años. ¿Quién yace en su tumba?
¿Por qué decidió escribir sobre su pueblo?
Las cuatro novelas que he escrito hasta ahora están ambientadas en Gueugnon, un pueblo de la Borgoña, aunque le he ido cambiando el nombre. Pero en esta sí que tuve claro desde el principio que debía llamarse así porque el personaje principal es una fan absoluta del equipo de fútbol de la localidad. En la novela aparecen personas reales, que han existido, y es una forma de rendirles homenaje, como por ejemplo los futbolistas. Mi padre fue futbolista profesional. También hay comerciantes, mi madre tenía un comercio en Gueugnon.

¿En esta época que vivimos, una persona puede orquestar su propia muerte y desaparecer?
Sí, y de hecho hay mucha gente que desaparece. En Japón están los llamados evaporados, que desaparecen, y en Francia cerca de 10.000 personas desaparecen cada año entre las que quieren cambiar de vida y las asesinadas. La clave es no tener tarjeta de crédito, no pagar con tarjeta ni usar teléfono móvil porque eso sirve para localizarnos constantemente.
Como Colette.
Exactamente. La protagonista no tiene móvil, ha trabajado como zapatera durante muchos años, un oficio artesanal, ha ahorrado dinero y lo tiene en efectivo y, además, no gasta. A la hora de desaparecer es muy importante que haya alguien que te ayude desde fuera, alguien que conozca el secreto. En todo caso, hay dos preguntas clave: ¿Por qué alguien finge su muerte?, y ¿Quién descansa en la supuesta tumba? Son las preguntas que abren el libro y que al final cerrarán la novela.
También puedes vivir toda la vida con una persona sin saber quién es realmente...
Claro, y nosotros mismos no nos conocemos. Muchas veces nos sorprendemos de cómo reaccionamos ante una situación. A veces somos desconocidos incluso para nosotros mismos. Cada persona tiene su jardín secreto y, a veces, nos sorprende. Algunos jardines son más secretos que otros.
Malos tratos, pederastia... Los personajes viven problemas importantes. ¿Cree que la víctima de esta situación aún siente vergüenza de contarlo?
El pederasta que aparece en la novela existió realmente. Yo hice la investigación policial que la policía no hizo en su momento, por lo que me entrevisté con víctimas y siempre el perfil era de chicos tímidos, que no hablaban, que no habían contado nada. De hecho, hace dos meses conocí a una mujer que había leído el libro y se acordó de que su hermano, cuando era pequeño, había vivido esa situación, pero claro, no se había hablado. Y cuando los padres lo supieron, hace 30 o 40 años, les dijeron que de eso no se debía hablar. En cambio, al leer el libro, quiso contarlo. Y solo dos de esas personas salieron a la luz.
¿Por qué?
Quizá porque era una historia muy antigua, de hace más de 40 años; quizá porque el pederasta había muerto hacía ya 10 años, y los últimos tiempos se había ido a vivir al sur de Francia... En la novela todo eso lo he transformado, he cambiado los nombres y la historia no es real. En cambio, las víctimas sí lo son. Siempre son chicos y quizá es más difícil que lo denuncien porque sienten vergüenza. ¿Por qué hay que sentir vergüenza cuando eres una víctima? El mundo cambiará el día que las víctimas ya no tengan vergüenza de contar lo que les ha pasado. Y eso también pasa por los padres.
El fútbol vertebra toda la historia. Antes ha dicho que su padre era futbolista. ¿A usted le gusta?
El fútbol es la historia de mi vida, siempre ha estado presente. Mi padre era futbolista profesional y, de hecho, fuimos a Gueugnon porque fue a jugar al equipo de la localidad, antes de convertirse en periodista deportivo. Yo iba con él, seguía a todos los equipos cuando se desplazaban y siempre estaba con él en la tribuna de prensa. Tengo que confesar que, sobre todo, iba porque me parecía que los futbolistas eran todos muy guapos. En realidad, he querido rendir homenaje a este deporte y quería que quien lo contara fuera una mujer y, además, una mujer mayor, alguien de la que no esperarías que tuviera ese perfil. La propia sobrina, cuando era adolescente, no entendía por qué a su tía le gustaba. En un momento dado le preguntó y la tía le respondió que es un deporte al que todos los niños del mundo pueden jugar porque en todas partes hay un balón. Un deporte que puede ser para todos.
En la novela trata la música, el circo, diferentes clases sociales...
El tema de las clases sociales siempre me ha interesado y me lo he hecho muy mío. Y el fútbol es un lugar donde se reúnen todas. Por otro lado, en mi casa siempre ha habido música; el circo... la infancia está muy vinculada al circo... Lo que quiero en mis libros es aportar vida y que estas sean diferentes. Por ejemplo, encontramos ese choque entre una chica de una granja y otra que es acróbata. Son dos mundos distintos que, en principio, no están hechos para encontrarse y, en cambio, se cruzan.
Y el mundo del cine.
Me interesaba mucho reflejarlo. Agnès es directora de cine, dirige sobre todo a su marido, al que le escribe papeles a medida. Una relación que al final es fatal porque él se enamora de otra, de una actriz más joven. A partir de ahí nos preguntamos cómo podrá seguir creando.
Puede continuar gracias a las cintas heredadas de su tía.
Las cintas son la mejor herencia que le podía dejar, porque oír la voz grabada de las personas queridas es muy bonito. De este modo le revela cosas a su sobrina que quizá no le habría dicho cara a cara.
¿Usted se imagina recibiendo casetes de la familia y descubriendo secretos? ¿Es partidaria de eso o de los silencios que pasan de generación en generación?
Hay silencios que pueden ser salvadores y, en cambio, otros silencios que matan. Cada caso es distinto. Hay verdades que es mejor no decirlas. Y, en cambio, otras pueden salvar vidas. Entonces, en el libro las verdades que se dicen son salvadoras y ayudan a las nuevas generaciones a que las situaciones no se perpetúen, ayudan a entender la historia de la familia. Pero, en cambio, hay verdades que no son fáciles. En algunas ocasiones deben decirse y en otras es mejor callarlas porque harían demasiado daño y no tiene sentido. No se puede generalizar.
Si quiere destacar algo que no le haya preguntado...
Algunos detalles. Por ejemplo, Colette trabaja con un zapatero, lo cual me permitió conocer la profesión porque antes de escribir siempre me gusta formarme, conocer cómo es la vida de las personas que luego voy a contar. Es importante esta mezcla de la vida diaria real con la ficción para dar verosimilitud a las obras. En el mundo del zapatero encontramos la metáfora de que antes los zapatos se reparaban, mientras que actualmente todo se tira. Es una metáfora del paso del tiempo, de cómo actualmente las cosas son diferentes.