Los años reusenses de Marià Fortuny

El profesor e investigador Albert Arnavat saca a la luz nuevos datos y anécdotas sobre la relación del pintor con su ciudad natal en el libro Fortuny i Reus. La construcció d'un mite.

11 diciembre 2021 15:30 | Actualizado a 12 diciembre 2021 07:28
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Mucho se ha escrito sobre la vida y la obra de Marià Fortuny, el gran pintor del siglo XIX. Sin embargo, muy poco se sabe sobre los primeros pasos de un niño huérfano que, con apenas 12 años, viaja de Reus a Barcelona a pie, acompañado de su abuelo; sobre la influencia clave que este ejerció en su nieto o la importancia de su primer maestro; sus tempranas amistades y sus primeros esbozos. En Fortuny i Reus. La construcció d’un mite (Viena Edicions), el profesor e investigador reusense Albert Arnavat realiza un exhaustivo trabajo de documentación sobre una relación, la del pintor con su ciudad natal, un tanto desconocida y también ambivalente, de tal modo que, entre archivos y crónicas de la época, saca a la luz informaciones inéditas. «He intentado llenar ese vacío biográfico que había y explicar su relación con Reus una vez que Fortuny ya no está allí», dice el historiador. 

 

 

Sobre Fortuny apunta que si bien no era miserable, «sí pobre y a modo de anécdota, hay constancia de que en sus inicios cambió algún retrato por un par de zapatos». Entre los referentes del niño pintor, destaca la figura de su abuelo, Marià Fortuny i Baró, con el que se crio tras perder a sus padres. «La influencia fue importantísima. Durante unos años se ganó la vida elaborando tallas de madera, pero no era carpintero, como se dice», señala Arnavat. «Con una carreta cargada de figuras de cera se fue de gira por España con un espectáculo ambulante hasta que la Guerra del Francés puso fin a la experiencia. Sin embargo, su figura quedó eclipsada por su nieto». Otras noticias sobre el abuelo que nunca antes se habían publicado son que «fue lego en un convento y abrazó la ideología progresista». Tanto es así que se afilió al partido y durante el Trienio Liberal (1820-1823) fue voluntario de la Milicia Nacional de Reus.

 

 

Igualmente, Arnavat se centra en el primer mentor o maestro de Fortuny, Domingo Soberano Mestres, a quien Fortuny pintó y le dedico una obra de su primera época, la Aparició de la Mare de Déu de Misericòrdia a la pastoreta Isabel Besora, firmada en 1855. «Soberano montó una escuela de arte en Reus, en aquel primer tercio del siglo XIX y era muy polifacético porque también hizo el primer champán catalán, pero no tuvo suerte. Su final fue muy cruel. Acabó arruinado y embargado. Si no tienes fama o éxito económico, la historia te olvida», asevera.

 

 

Entre las primeras andanzas de su pupilo, cuando ya empieza a saborear el éxito, destaca su corresponsalía en la guerra de África, becado por la Diputació de Barcelona. «Era 1860, cuando viajar a Marruecos quería decir jugarse la vida a cada momento». Un viaje que pudo realizar gracias al apoyo de unos cuantos amigos reusenses, quienes le pagaron la exención del servicio militar obligatorio y a los que Fortuny escribía cartas, antes de ser muy famoso. El destino quiso que una vez en Tetuán coincidiera con el general Prim, entonces militar al mando del batallón de voluntarios catalanes, quien «le dejó convivir algunos días en su tienda». Allí, lejos de glorificar la batalla como le había encargado la Diputació, Fortuny quedó eclipsado por la vida de los habitantes del lugar. «Pasaba el tiempo en los cafés y la medina. Y al cabo de los años devolvió el importe de la beca para no tener que acabar la pintura».

 

 

Fortuny i Reus. La construcció d’un mite repasa, asimismo, los infructuosos esfuerzos de la capital del Baix Camp para traer el cuerpo del pintor, fallecido en Roma, donde reposa. Solo su corazón descansa en la Prioral de Sant Pere. También incide en la larga gestación de su monumento o en los intentos, también estériles, de convertir su casa natal en un museo. Por todo ello, el historiador habla de «una relación de amor odio entre Fortuny y Reus».

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