A pesar de su nombre, este no es el típico mirador que suele venir a la mente de los tarraconenses. De hecho, es probable que muchos ni siquiera sean capaces de ubicar su municipio en el mapa. Sin embargo, su localización no es ningún misterio: en el extremo nororiental de la Conca de Barberà, a tan solo 45 minutos en coche desde la capital de provincia, se encuentra Forès, un pintoresco pueblo encaramado en lo alto de una colina. Conocido como el mirador de la Conca, este lugar ofrece unas vistas privilegiadas que abarcan desde la Serra de Montserrat hasta las tierras de Lleida, llegando incluso a divisar los picos de los Pirineos. Su posición estratégica no pasó desapercibida en el pasado, convirtiendo a Forès en una plaza clave durante las campañas que consolidaron la Catalunya Nova. En la ruta de esta semana descubrimos esta atalaya natural. ¿Acaso se merece dicho apodo?
Camino a Forès
La forma más rápida de llegar desde el Camp de Tarragona supone pasar por Montblanc, alcanzar Solivella y abandonar la C-14 en busca del municipio. Ahora bien, las mejores vistas serán para quienes conduzcan hasta Belltall y, desde la Creu del Terme, salven las alturas del parque eólico hasta Forès. Si bien este tramo es de carretera podría parecer incómodo e innecesario, nos ofrece una vista panorámica sin igual tanto del lugar como de la situación de la localidad: qué mejor forma de llegar a la población. Ya en Forès, puede aparcarse gratuitamente junto al mismísimo mirador. Si podemos y tenemos ganas de caminar, podemos estacionar en la entrada del pueblo, cerca de la balsa, y salvar el tramo final de la ascensión por nuestros medios, paladeando sus calles.
Camino a Forès
Los visitantes más observadores pronto advertirán que Forès es, en realidad, una agrupación de tres núcleos de población, incluyendo el núcleo antiguo, el pla de la bassa y el pla de la Bassa de Rocafort. El primero lo reconoceremos en tanto que sus casas son las más viejas y ocupan la cima de la colina, mientras que el segundo y el tercero presentan edificaciones más nuevas situadas en la falda. Más allá del mirador, lo más destacado del conjunto es la iglesia románica y gótica de Sant Miquel, con planta de una sola nave, y la fuente y lavadero en honor a este santo.
La Catalunya Nova
El nacimiento de Catalunya se sitúa entre los siglos IX y X, siendo su antecedente político la Marca Hispánica impulsada por Carlomagno, un territorio fronterizo entre su reino y las tierras dominadas por los sarracenos a raíz de la victoria franca en la Batalla de Poitiers (732). De este modo nació la Catalunya Vella, aquel territorio situado al norte del río Llobregat y el Segre que estuvo bajo el mando de los monarcas carolingios, quienes lo dividieron en condados y encargaron el gobierno a los condes, entre los que estuvo Guifré el Pilós, fundador de la Casa de Barcelona.
Por otra parte, la Catalunya Nova nació con la expansión territorial impulsada por dicha casa entre los siglos XI y XII. Ramón Berenguer IV, quien formó la Corona de Aragón en su matrimonio con Petronila de Aragón, arrebató a los guerreros de la media luna las plazas de Tortosa (1148), Lleida (1149) y Siurana (~1153).
De acuerdo con lo que puede leerse en uno de los paneles informativos del municipio, cada vez que las huestes de la corona avanzaban por la Catalunya Nova, miraban a occidente en busca de esta colina clave. En los paneles de información se indica que existen rutas de senderismo señalizadas que nos descubren el término municipal, pudiéndose hacer incluso en bicicleta.
Rutas de senderismo
Entre los recorridos que nos presenta la web de esta localidad antaño villa real -esto es, rendía tributo directamente ante el monarca- se encuentra la ruta del agua de Forès. Esta une el núcleo antiguo, el Pla de la Bassa y el de Bassa de Rocafort visitando la Font de Sant Miquel y los principales puntos de interés de la zona.
Estas actividades, como el paseo por el pueblo, maridan mejor con las últimas luces del día, cuando el sol de la Costa Daurada baña las calles de la población y, en especial, la terraza del Carrer Major. Si abandonamos el pueblo al atardecer, vale la pena detenerse en algún punto de la Serra de Tallat -por la que hemos venido- y observar la puesta de sol. Desde esta observaremos un fenómeno cuanto menos curioso: las masas de aire húmedo de Lleida, cuando se encuentran con la sierra, se ven obligadas a superarla para llegar a Tarragona. No obstante, si el aire es seco, observaremos como la provincia vecina es cubierta por un mar de nubes. Esta visión, junto con la del mirador de Forès, es una de las más bellas que nos concede la visita a este pequeño pueblo, uno de los tantos, como Solivella, que ameritan la visita de más tarraconenses.