Prefiguraciones de la guerra: cine ucraniano contemporáneo

Panorámica a través de algunas de las películas ucranianas de los últimos años

26 marzo 2022 17:05 | Actualizado a 26 marzo 2022 18:56
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Una panorámica a través de algunas de las películas ucranianas de los últimos años se revela, por un lado, como una forma de conocer algunas de las claves de la guerra entre Rusia y Ucrania y, por otro lado, como la certificación que en el cine se proyectan los miedos e inquietudes de una sociedad.

Desde estilos y planteamientos distintos, los films “Donbass” (2018), “Maïdan” (2014), “Volcano” (2018) o “Atlantis” (2019) prefiguran algunas de las derivas trágicas que se han hecho realidad estas últimas semanas y ponen encima de la mesa la cuestión de la violencia como algo profundamente arraigado en ciertos territorios ucranianos.

Ante el bombardeo de imágenes intencionadamente melodramáticas de la que han hecho gala algunos medios de comunicación con el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, algunas de las películas de Sergei Loznitsa se nos presentan tanto como la forma de entender el origen del conflicto, como la de ponernos en la piel de los ucranianos sin caer en el frágil y manipulable territorio de lo lacrimógeno.

Los compases iniciales del film “Donbass”, ambientado en el territorio fronterizo entre ambos países, son una buena muestra de ello. En el interior de una roulotte vemos como están maquillando a un grupo de lo que parecen ser actores para salir a escena. Sin embargo, cuando los llaman hacia el set de rodaje, nos encontramos con un escenario real de guerra: edificios en ruina, estallidos de bomba... Cuando parecía que iban a actuar en un film, descubrimos que los improvisados actores deben hacerlo ante las cámaras de la prensa rusa, lista para hacer la crónica del atentado que se acaba de producir.

Loznitsa nos muestra la puesta en escena de la guerra, o mejor dicho, la guerra como simulacro como herramienta fundamental de la maquinaria propagandística rusa para crear un determinado relato que legitime cualquier tipo de actuación bélica.

Esta escena de tintes “cómicos” se contrapone, sin embargo, con otras que evidencian la violencia presente en estas tierras. Quizás la más inquietante es la exhibición pública de un prisionero del ejército ucraniano quien atado en un palo telefónico por militares rusos, es vejado y golpeado por parte de la gente de la calle, tratándolo de “fascista”, el mismo apelativo que Vladimir Putin ha utilizado en sus intervenciones públicas para hablar del gobierno ucraniano.

La propaganda, la corrupción y la violencia arraigada en las calles son algunas de las pinceladas del fresco que compone Loznitsa a quien se le puede recriminar en este film que pueda caer en un excesivo maniqueísmo, olvidándose de ciudadanos prorrusos que posiblemente no creen en la vía violenta.

Unos años antes y desde la mirada documental, en el film “Maïdan” Loznitsa ejerció de cro- nista de los sucesos que tuvieron lugar en Kiev, en la plaza Maidán, donde se inició el movi- miento revolucionario proeuropeo que terminaría con la dimisión del primer ministro Mikola Azarov en enero de 2014.

En “Donbass” Loznitsa nos muestra la guerra como simulacro, herramienta fundamental de la maquinaria propagandística rusa

Con un planteamiento puramente observacional, el cineasta nos lleva al corazón de la plaza, mostrándonos el inicio de las protestas en noviembre de 2013. El espacio de la revuelta es el protagonista y asistimos a su progresiva transformación: escenario improvisado de protestas, proclamas y discursos; la organización logística para sostener en el tiempo la ocupación de la plaza; los primeros enfrentamientos con la policía y las estrategias de defensa y de resistencia; el paisaje post bélico de caos y de desolación después de los grandes enfrentamientos; el escenario de dolor, sangre y muerte cuando mayor fue la represión; hasta terminar con la plaza convertida en un homenaje a los fallecidos.

El film está plagado de imágenes de gran potencia iconográfica, como la recolecta de adoquines para hacer frente a la policía, la recomposición de la resistencia de Maidán tras duras luchas, con la gente rehaciendo las barricadas, o bien el silencio de la plaza con el desfile de algunos féretros, iluminados por los móviles de la gente ahí reunida. Escenas que relatan, en definitiva, la revolución que dará inicio al distanciamiento entre Ucrania y Rusia.

En “Volcano” de Roman Bondarchuk nos situamos al sur de la frontera ucraniano-rusa para relatar las peripecias de un intérprete que se desplaza a esta zona junto a un grupo de administrativos para llevar a cabo una inspección militar. Tras una serie de contratiempos el protagonista pierde al resto del equipo e inicia un periplo que lo llevará a casa de Vova, un particular anarquista profundamente arrai- gado a este territorio. El film plantea el relato del extranjero que viene de la capital (Kiev) y se encuentra con una cultura y unos comportamientos que le son ajenos. En su proceso de adaptación en esta nueva geografía, la violencia se hará manifiesta y las palizas que recibe el protagonista tanto por parte de militares como de la gente del pueblo son la evidencia que aquellos que tratan de husmear en lo que ocurre en la frontera no son bienvenidos. En el televisor permanentemente encendido de la casa, aparece Vladimir Putin hablando de este territorio fronterizo como la “Nueva Ru- sia”, acto seguido, la abuela de la casa pide apagar la televisión para “no escuchar más memeces”. Una abuela que conecta con el pasado de esta región, repleta de cadáveres de soldados alemanes de la II Guerra Mundial, y que en una conversación le expone al protagonista: “de dónde tú vienes tienes un presidente, aquí no lo tenemos”, evidenciando que estos territorios fronterizos están a la merced de la voluntad rusa.

"Maïdan” es la crónica documental de la revolución que dará inicio al distanciamiento entre Ucrania y Rusia

Por último, “Atlantis” de Valentyn Vasyanovych nos ofrece un relato distópico ubicado en un futuro cercano en el cual la guerra entre Ucrania y Rusia ya ha tenido lugar. El resultado es un territorio gris, contaminado y en ruinas, plagado de cadáveres rusos y ucranianos que el protagonista de la película, un ex soldado, tendrá que desenterrar. El film de Vasyanovych nos acerca tanto a las consecuencias traumáticas y psicológicas de la guerra como también al sinsentido de ella. En un momento de la película se dice: “Después de años limpiando el territorio de propaganda y mitos soviéticos, ahora estaremos años limpiando la tierra y el agua contaminados”. Ojalá no sea así y el subsuelo ucraniano deje de estar habitado por cadáveres que nos recuerdan la violencia irracional que periódicamente estalla (y ha estallado) en Europa.

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