Sospechas plausibles

La señora March vive en un barrio adinerado de Manhattan junto a su esposo George, un famoso escritor que acaba de publicar un nuevo best seller

26 febrero 2022 17:03 | Actualizado a 26 febrero 2022 20:31
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Una mañana en que está siguiendo su rutina diaria de acudir a la pastelería de siempre a comprar pan de aceitunas y unos macarons para la fiesta que va a celebrarse esa noche en honor a su afamado esposo, la pastelera hace un comentario que pone su apacible existencia patas arriba.

Patricia tan solo le pregunta si es la primera vez que George la utiliza para inspirar un personaje de sus novelas, pero cuando ese personaje es una prostituta a la que sus clientes pagan por no mantener relaciones por lo desagradable que les resulta, el comentario no pasa desapercibido…

A partir de ahí comienza una espiral de vértigo en la que la señora March, el único personaje en toda la novela al que no le corresponde un nombre propio (tan solo el apellido de su marido o el de soltera), se vuelve cada vez más insegura, más desconfiada y más fuera de la realidad.

La señora March se obsesiona con Joanna, la protagonista prostituta de la novela de su esposo, y la busca en ella, en su propio reflejo, atribuyéndole aspectos suyos, y a la inversa. Da la sensación de que la señora March necesita a alguien en quien mirarse, como si no supiera reconocerse a sí misma, de tanto como se ha dejado llevar por las apariencias y por lo que los demás ven en ella.

También hace hincapié en ese aspecto el recuerdo que le sobreviene a la protagonista en un momento dado, sobre la existencia de una hermana imaginaria que se inventó siendo niña. Se trataba de un calco de la chica del cuadro ‘La joven de la perla’, de Johannes Vermeer, que vio un día en el museo con sus padres y con la que se sintió tan identificada que la convirtió en su hermana gemela, Kiki.

La señora March se escribía cartas a sí misma con la mano izquierda (para que no fuera su misma letra), con todo tipo de halagos, claro, y se las enseñaba a sus amigas como si hubieran salido del puño y letra de Kiki. Pero nada de lo que la señora March hace, por retorcido que parezca, resulta insólito o absurdo, gracias al profundo estudio psicológico que Virginia Feito, la autora, establece de su personaje, que es el libro. Mediante una prosa sobria, neutral, pero llena de detalles destinados a definir el carácter maniático de la señora March, la autora ofrece un auténtico thriller oscuro con tintes de terror, en el que cualquier sospecha se presenta como plausible.

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