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    Susana Fortes: «Dentro de una casa pueden ocurrir todos los dramas que nos podamos imaginar»

    La escritora y articulista publica ‘Nada que perder’ con la desaparición de dos menores como centro, en un escenario imponente, el del estuario del Miño, que esconde turbios secretos

    01 enero 2023 18:35 | Actualizado a 01 enero 2023 19:38
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    Dos hermanos y otra niña desaparecen en el Baixo Miño. Esta última será encontrada con vida horas después, pero no así los niños. Solo un cuarto de siglo después hallarán sus restos. Blanca, ya una mujer, decide volver y enfrentarse con los viejos hechos, de los que tiene vagos recuerdos. Nada que perder es un thriller de Susana Fortes, publicado por Planeta. Una novela de «suspense psicológico en el que lo que te mantiene en vilo es algo intangible, interno», como destaca la autora.

    ¿Qué ocurre cuando no se tiene nada que perder?
    Es un momento fundamental de la vida porque es cuando uno se levanta. El título tiene mucho que ver con el poema de Elizabeth Bishop, ‘El arte de perder’, que viene a decir que empezamos a perder desde el mismo momento en que nacemos. Perdemos objetos, personas queridas, amores que creíamos eternos, el norte, la inocencia... Perdemos muchísimas cosas y ella dice, ‘y no pasa nada’, que es lo que más me gusta a mí. Porque la vida va de eso, igual que esta novela y de cómo nos apañamos para salir adelante.

    Blanca lo pierde en un día.
    Su primera pérdida es su mundo de infancia, que se trunca un 12 de agosto del 79. Es su línea de sombra. A partir de ese momento hay un antes y un después para ella. Es su primera pérdida importante, aunque no será la única. Cuando tiene ocho años, de alguna forma una parte de ella se queda ahí, en lo que ocurrió ese día. Desaparecen tres niños, dos hermanos amigos suyos y ella misma, pero mientras que a Blanca la encuentran, los niños nunca aparecen. Pero es una superviviente nata y tira para adelante. Hace su vida, se va a Copenhague, es una profesional cosmopolita, trabaja para una agencia literaria, pone tierra de por medio y se cree a salvo de sí misma y de su pasado.

    Dos menores muertos. Es muy doloroso...
    No me he recreado en ello. Los niños desaparecen un día de fiesta en medio de una romería popular en un pueblo de la costa del Baixo Miño. La historia, en realidad, no empieza ahí, sino 25 años después cuando Blanca está en su apartamento y recibe una llamada de un periodista contándole que han aparecido unos restos en un yacimiento arqueológico y que todo indica que responden a estos niños. Es cuando Blanca debe abrir esa habitación cerrada que tenía dentro de su cabeza. Decide abrir esa puerta y hacerle frente.

    $!Susana Fortes. Foto: cedida/Editorial Planeta

    ¿Siempre hay que abrirlas?
    No lo sé. Y, de hecho, hay gente que va con la verdad por delante haciendo auténticas carnicerías. Creo que hay momentos y en algunos de ellos, no saber te ayuda. Pero hay otros en los que no te queda otra opción. Es un conocimiento muy individual y una percepción muy personal. Hay veces en las que la verdad llama de tal forma que no puedes cerrar la puerta.

    ¿Su memoria es real?
    La memoria nunca es real. La memoria es una mezcla de imaginación y de otros ingredientes. Es decir, es un territorio de arenas movedizas, de riesgo porque no es un acta notarial, sino que sobre los hechos hay otras pátinas de otros elementos que se han ido depositando. La memoria es relevante en esta novela, ya que en el momento en el que la rescatan está inconsciente. Posteriormente, tiene lagunas importantísimas que le afectan a su carácter. Blanca tiene ese complejo de culpa por salvarse, que caracteriza a muchos supervivientes, como si eso los convirtiera en sospechosos de algo. Esto es muy frecuente. Y, por otra parte, sus mecanismos de defensa han blindado cualquier cosa que pasó entre la tarde y la noche del 12 de agosto de 1979. Dice que es como un submarino de titanio, que ella tiene ahí, a mucha profundidad y que se siente segura teniéndolo muy profundo. Por ello, no recuerda ni tampoco indaga.

    Hasta 25 años después.
    Exacto. Cuando vuelve al lugar de los hechos esa niebla se va despejando, pero de una manera no lineal, sino a píldoras muy minuciosas, a ráfagas. Le llega una imagen, una conversación que tenía en el subconsciente y a la que nunca le dio importancia, pero que ahora de repente cobra un sentido distinto. Una cara, una esquina, un sonido, una luz determinada. Todo eso hace que se activen dentro de su cerebro una serie de elementos.

    Todo ello supone dos hilos de investigación.
    Efectivamente. El periodista, que lleva la búsqueda por su parte porque se ha obsesionado con el tema, y la memoria de Blanca.

    Galicia siempre es el entorno rural, el bosque, la naturaleza...
    Es una historia muy gallega y, al mismo tiempo, conecta con Irlanda, con las sagas nórdicas en ese toque atlántico. Los pueblos, los universos endogámicos, cerrados, generan ese tipo de presión colectiva sobre unos y otros. Es decir, esa omertá, esa especie de que todos lo saben todo, pero nadie dice, las deudas pendientes... Es universal y ocurre dentro de todos los mundos o universos pequeños y cerrados. En realidad, dentro de una casa pueden ocurrir todos los dramas que nos podamos imaginar.

    ¿Cómo cambió el narcotráfico la sociedad gallega?
    En Galicia, sobre todo en la costa, fue un drama. Es decir, siempre hubo contrabando en la frontera, de tabaco o de productos alimenticios en la posguerra. Sin embargo, al entrar la droga en los años 80, en Galicia desapareció una generación entera de jóvenes. Cuando empezó hubo una especie de complicidad colectiva porque todo el mundo sacaba ventaja de ello, hasta que se empezaron a encontrar a jóvenes muertos en las cunetas. Eso ocurrió y hubo toda una revisión, un proceso de las madres. Pero en la novela el narcotráfico es un elemento transversal, igual que la Guerra Civil, incluso la mitología celta y las creencias. Son capas transversales de la historia, que la condicionan mucho, que tienen que ver con la trama, aunque no son el centro.

    ¿La mitología todavía tiene buena salud en Galicia?
    Está ahí. Yo creo que es un sustrato que permanece. Es como si fuera una base de pensamiento mágico. Luego el cristianismo la asumió, pero debajo de los santos cristianos y de las creencias está toda esa base mitológica de muchísimos años, que sigue existiendo.

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