Un gran pacto cultural

En realidad, es como si nadie se hubiese parado a pensar en qué función tiene la Cultura en Tarragona. No hay proyecto. Al contrario, ha habido un claro clientelismo que ha buscado siempre rédito político

22 febrero 2022 19:10 | Actualizado a 23 febrero 2022 09:28
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Para los que nos dedicamos al mundo artístico, de la Cultura o como lo quieran llamar, estos son meses de trabajo duro en la oficina. El momento de definir con qué proyectos vamos a trabajar durante 2022 ya pasó, ahora es la hora de exponerlos, de comercializarlos, de ir llenando el calendario, vaya. Entre amigos y colegas usamos a menudo un término que ya, de por sí, define con quien tenemos que lidiar. Son los «programadioses», programadores endiosados si no han entendido el sustantivo. Son los que eligen qué espectáculos van a contratar en su festival, ciclo, fiesta mayor u otro tipo de evento lúdico-cultural-festivo, generalmente con dinero público. Y no es que todos sean así, no. En realidad son unos pocos, pero hablar mal de ellos a sus espaldas es terapéutico. Son los que juzgan la calidad, el precio y la idoneidad de que vaya un grupo musical u otro, una orquesta u otra, un espectáculo familiar u otro… Ellos, y solo ellos, tienen la llave de que unos trabajen y otros no. Y los que, además, son conocedores de su súper-poder y se jactan de ello, son dioses. Dioses que programan. Programadioses.

Pero aunque hay algunos de estos programadores que son técnicos municipales, también los hay en municipio más pequeños que son simplemente concejales, de Cultura o de Festes. No hace ni una semana, uno de ellos trató de convencerme de hacer dos espectáculos a precio de uno en su pueblo, porque «no tenemos más dinero». No entendió que su función es precisamente conseguir más dinero para poder contratar dos espectáculos, y no usar la técnica de la lástima como argumento. ¿No tienes más dinero? Contrata espectáculos más baratos. Esto no es el mercadillo de Bonavista.

Y cuento esto porque, en muchas ocasiones, su labor como programadores es efímera, al igual que como responsables de áreas sensibles como Cultura o Festes. Los artistas tienen trayectorias mucho más largas que la mayoría de políticos locales. Quiero decir que los hemos visto llegar, y seguramente veremos cómo se van y dejan su puesto a otro, como ya ha pasado antes. Son ciclos propios de la política. Al final, siempre sobrevivimos los mismos.

Y como ejemplo, pongo la política cultural de la ciudad de Tarragona en la que, a golpe de cambios constantes de consellers y conselleres de Cultura i Festes, nos hemos ido cargando tanto la cultura como las fiestas. Y el motivo está claro: no existe un proyecto. Ninguno. Nadie se ha parado a pensar en qué función tiene la Cultura en Tarragona, nadie ha ideado una hoja de ruta. Porque jamás ha habido un pacto cultural. Al contrario, ha habido un claro clientelismo que ha buscado siempre rédito político. Un día apuesto por los barrios y llevamos Santa Tecla a los barrios, un día los vecinos del Casc Antic se quejan del ruido y trasladamos actos al centro, un día cierro el Camp de Mart, al siguiente lo abro de nuevo… ¿qué os pasa? A la que te descuidas viene alguien y convierte la ciudad en un centro de producción de óperas, así, pim-pam, de la noche a la mañana y sin una argumentación plausible (se le llama electoralismo, aunque yo prefiero llamarlo el mayor escándalo cultural en Tarragona desde lo de John Malkovich).

Pero el problema es de base, nadie ha apostado si quiera por arreglar espacios municipales que hoy vemos en el más absoluto abandono y con soluciones improvisadas. No hay estructuras culturales de mínimos. Pero es que, además, el Àrea de Cultura pide a gritos que se estructure con departamentos ejecutivos, objetivos propios y que tengan una estabilidad, puesto que la organización interna es prácticamente inexistente.

La ciudadanía no son clientes. Son ciudadanos que merecen algo más. Y yo me pregunto, si ahora detectamos una cierta voluntad de cambio, ¿no tenemos una oportunidad de oro para hacer un gran pacto de ciudad cultural, un pacto global, donde se dejen las siglas de los partidos políticos de lado, hagamos borrón y cuenta nueva y empecemos a crear algo pensando en futuro? Y los artistas y el sector cultural… ¿nadie tienen nada que decir? Afortunadamente, el tejido de Tarragona es rico y plural. Pero lleva demasiado tiempo en silencio.

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