Zadie Smith: también una gran cuentista

La escritora londinense presenta un volumen de cuentos donde su talento narrativo, su capacidad de observación y de experimentación quedan patentes

29 enero 2022 14:44 | Actualizado a 29 enero 2022 15:23
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La traducción de Grand Union, el primer volumen que reúne los cuentos de Zadie Smith (Londres, 1975) se ha hecho esperar: le ganaron la posición Contemplaciones, la colección de ensayar urgentes motivados por el confinamiento y la lectura de las Meditaciones de Marco Aurelio, y Con total libertad, un volumen que cubría los ocho años de mandato de Obama y que incluía ensayos sobre arte, cultura, política y análisis del mundo contemporáneo que partía de lo más cercano, la biblioteca de su barrio, para hablar, en ese caso, de la degradación del sistema de igualdad de oportunidades en Reino Unido y de las averías del ascensor social. Hablaba de películas y arte, de Joni Mitchel o de las lecturas que le marcaron, como Hanif Kureishi. Muchos de los ensayos de ese libro abordaban el tema racial, ella es hija de jamaicana e inglés, y ese es uno de los temas de sus novelas, también la desigualdad social o cómo cambiamos con el paso del tiempo. También había un ensayo sobre danza, “Clases de baile para escritores”, relacionado con su novela más reciente, Tiempos de swing. El universo de un escritor está lleno de vasos comunicantes y sus textos dialogan unas con otras, y ser testigo directo de esa conversación es un privilegio, más si se trata de una de las escritoras más destacadas del momento.

No se puede hablar de debut en el género, ya que algunos de los cuentos habían sido publicados en revistas, aunque sea la primera vez que aparecen reunidos en un libro. La tentación a la hora de definir este libro es decir que es un fresco de nuestro tiempo –en realidad esa frase vale para casi toda la obra de la escritora londinense–. Eso está, sí, pero hay muchas más cosas, porque lo que marca el volumen es sobre todo la exploración, el espíritu lúdico y el juego también con las estructuras y las formas, además de con el contenido. Hay distopías como “¡Conoce al presidente!”, divertimentos como “Huida de Nueva York”, un cuento humorístico-apocalíptico donde Michael, Marlon y Elizabeth –cuyos apellidos podrían ser Jackson, Brando y Taylor– huyen de una Nueva York que está siendo atacada desde el cielo: al leerlo es inevitable pensar en el 11S. Hay también una historia de violencia planteada como algo cíclico que se llama “Dos hombres llegan a un pueblo”, da igual qué pueblo, es la conclusión, al final siempre es lo mismo: la cosa acaba mal. Muchos de los cuentos suceden en Nueva York, que es casi el personaje más recurrente del libro, y eso emparenta este libro con Contemplaciones. NY es la ciudad por excelencia, el sitio donde uno encuentra de todo y donde todo puede suceder, como que una drag-queen iniciando la decadencia entre en cólera comprando un corsé, se caiga en al calle y se rompa el labio; es el lugar que reúne también a los viejos punkis, como se recoge en “Estado de ánimo”, quizá el mejor cuento del libro, no tanto por lo que dice sino por la mezcla de formatos y cómo se van hilando las historias de los diferentes personajes, contadas en escenas, apenas pinceladas, para ofrecer, aquí sí, un fresco neoyorquino en el que hay estudiantes endeudados, fotógrafos de moda, entierros de mascotas o una conversación entre un loro y su dueña, además de un capítulo hecho a base de frases de Tumblr. El racismo es otro tema que aparece aquí, en cuentos como “A la perfección” o “Kelso deconstruido”; “El Río Vago” cuenta las vacaciones en un hotel de Almería del que los turistas apenas salen: tiene hasta su propio río artificial; es un retrato de los brexiters, y en “Ahora más que nunca” la ficción orbita en torno a la cancelación.

“Semana crucial” ocupa un lugar destacado en el libro por el giro de punto de vista que plantea al final; “Educación sentimental” es otra de las piezas donde Smith demuestra por qué es una de las narradoras más destacadas de su tiempo. Una mujer, ahora madre de dos hijos, recuerda sus años universitarios, en los que se tomaba el asunto de la liberación sexual y la exploración de la propia sexualidad con la misma disciplina que las lecturas. Se acuerda de sus aventuras sexuales, de comportamientos poco honrosos y compara esos años con su situación actual: está la condensación de una vida, del paso del tiempo y una certeza: coleccionamos momentos que recordaremos –y disfrutaremos– más adelante.

El libro tiene momentos muy buenos en los que la capacidad de observación y de condensación de Zadie Smith brilla, hay sentido del humor, muchas voces y personajes diferentes. El primer cuento es una conversación entre una madre y una hija; en el último cuento, que da título al volumen, hay también una madre y una hija que se reúnen para conversar, con una peculiaridad, la madre aquí está muerta. Pero eso no impide que se den cita y se encuentren y conversen. Y quizá lo que Zadie Smith nos quiere decir está contenido aquí: “unas cuantas niñas intrépidas se abren camino pro la ladera en sombra de la montaña siguiendo los pasos de mi madre y de la madre de mi madre y de la madre de la madre de mi madre avanzando a la velocidad necesaria, no siempre de la mano”.

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