Gus es Bob Marley

Otro golazo de falta directa del mediocampista portugués le da la victoria a un Reus que exhibe un aspecto colectivo fascinante ante el Sporting (1-0). Es el quinto acierto de Ledes. Vítor Silva regresa al césped en el último cuarto de hora

04 noviembre 2017 22:27 | Actualizado a 09 noviembre 2017 16:34
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Gus es una fábrica de sonrisas, el nuevo Bob Marley del Estadi. Un chico alegre, despreocupado, solidario, enamorado de su nuevo destino. También tocado por el éxito, por una varita mágica. Se habían consumido 67 minutos y el Reus dibujó una combinación plástica. Con Carbonell y Querol como artistas. El reusense no esquivó piernas malignas cuando pretendía penetrar por el corazón del área. La falta dio paso a otro recital de precisión del portugués. Armó su zurda, aunque antes su cerebro midió distancias. Puso el balón en el ángulo. La curva, por encima de la barrera, paralizó el tiempo. Le sacó el polvo a la escuadra. El Estadi le declaró patrimonio de la humanidad. El quinto acierto del mediocampista, también pichichi.

Ledes sólo hizo que decorar una actuación colectiva memorable del Reus, en una noche de perros, ante un enemigo de quilates, el viejo Sporting, ese club simpático acostumbrado a convivir con las alturas, con el champán de Primera. De ahí el terrible mérito del Reus, que ha sumado siete de los últimos nueve puntos. El progreso del equipo resulta incuestionable.

Edgar Hernández corrió una pelota utópica, con los ojos llorosos de la lluvia y el cuchillo entre los dientes. No le asustó el desafío. Con ventaja, el guardián del Sporting Álex Pérez se relamió en el confort. Terrible error. Edgar confió en la ayuda del bote para atacar el balón. Venció. La gloria se dividió entre sus piernas y Mariño, el arquero rival. Hernández se manchó el culo en el barro para acariciar el gol. Salió lamiendo la madera. Con sólo 8 minutos de actuación.

Edgar inauguró un homenaje a la intensidad. En eso se convirtió el partido. El escenario invitaba, muy marcado por el clima, a poner el pie y a rascar. Difícil noche para los pintores modernos. El Reus adaptó su plan con rigor, ante un enemigo poderoso, amante del vértigo, del robar y correr, de las transiciones supersónicas. Sujetar al Sporting es un arte para elegidos. Sus atacantes visitan el desequilibrio con frecuencia. 

No se asustó Edgar, que volvió a presentar oposiciones para el gol. Se gestó en la derecha, con Querol gambeteando sin desmayo, como los extremos de los 70. El servicio del reusense sobrevoló el segundo palo. Edgar acomodó su testa para provocar el bote del balón en el césped. Salió escupido hacia la madera. El entusiasmo de Edgar merece por fin el premio. Muere en cada esfuerzo.

La respuesta del Sporting se estiraba en sus alas. Carmona y Rubén García lucen en Segunda de forma interina. Sus condiciones hablan otro idioma. Primera División, por ejemplo. El problema para el Sporting es que no acababa ningún ataque. Generó inquietud en Paco Herrera, un entrenador que detesta los términos medios. Sólo una ejecución de Carmona inquietó a Badia, que atajó sin pestañear. 

El partido caminó hacia un desenlace detallista. Suele ocurrir en el Estadi, con el Reus atrapado en marcadores cortos, sin definir. El Sporting amenazó gracias a Santos, ya en el parcial decisivo. Se escurrió el enganche entre Pichu, que reculaba, y Olmo, que salía, en un envío frontal, de apariencia estéril. Entonces, Supermán emergió con puntualidad. Plantó sus pies sobre el césped y no se vendió. Hablamos de Badia, ese hombre que transforma los milagros en naturalidad. Con el brazo izquierdo trajo alivio.

En lugar de protegerse, el Reus fue al frente con bravura. No analizó el nombre y la tradición del enemigo. Le dio lo mismo. En una combinación fabulosa, Carbonell conectó con Borja, que arrastró poderoso. Esperó al despliegue de Querol y le puso la pelota por delante. Le abrió el espacio para finalizar. El reusense mandó la pelota a los cielos. Agrandó sus prestaciones Carbonell con el juego desgastado, una noticia fascinante para el Reus, que jerarquizó la pelota.

Precisamente Carbonell fabricó la obra de arte de Gus. Arrastró y se apoyó en Querol, ya en la corona del área. Querol besó el suelo y dio paso a otro gol para la enciclopedia, para el Museu Salvador Vila-seca. Los hinchas, enloquecidos, celebraron a rabiar y declararon amor eterno a Ledes.

El final rozó lo ídilico. Dio tiempo a ver a Vítor. Al mago le bastó con 20 minutos para arrancar signos de admiración embobabos. Amagó, giró, acarició y sirvió a Campins entre una emboscada de rivales. Vítor bailó al ritmo del ‘No woman no cry’ que había entonado Gus Ledes. El Bob Marley del Reus.

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