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La derrota más dolorosa por el fondo y la forma del Nàstic de Tarragona en Andorra

El KO en Andorra deja al Nàstic definitivamente sin ascenso directo y sin red en la lucha por el play-off. El objetivo es hacer un pleno de tres victorias

David Concha conduce la pelota ante el Andorra.Foto: Nàstic

Juanfran Moreno
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El rostro del Nàstic bajo la fuerte lluvia de Andorra lo decía todo. El semblante de los jugadores reflejaba que la derrota había dolido profundamente. No es una sorpresa que los granas perdieran lejos de casa, donde solo han ganado cuatro partidos y han caído en nueve. Aún menos lo es si se tiene en cuenta que el Andorra es un feudo en el que solo el Bilbao Athletic ha logrado la victoria. Lo que más escoció fue que la derrota llegó sin merecerla del todo. El Nàstic no fue un equipo inofensivo, como en otras ocasiones; al contrario, ofreció argumentos positivos y, durante muchos minutos, vislumbró el triunfo como una posibilidad real.

Lo que pesaba tanto era la sensación de que, incluso jugando bien, el equipo no puede escapar de la maldición fuera de casa. En casa todo sale, pero fuera de ella, nada positivo sucede. Es como si al Nàstic le hubiesen echado un mal de ojo.

En la primera parte, el equipo tuvo varias oportunidades para penalizar el riesgo que asume el Andorra con su salida de balón. Robaron y transitaron con rapidez, generando varios contraataques peligrosos, pero faltó la frescura, claridad y precisión que sobra en casa. Los jugadores granas parecen perder sus poderes cuando juegan fuera. Solo así se explica que la primera parte no terminara con un tanto del Nàstic. En otros partidos en casa, se ha generado menos y se ha marcado más de un gol. Resulta difícil de analizar y aún más de explicar.

No obstante, en la primera mitad hubo ocasiones, pero faltó algo de dominio. No se puede atacar solo a base de destellos. Eso cambió en la segunda mitad, cuando los granas lograron desconectar a un Andorra que mostró más debilidad. «Nos han presionado mejor», aseguraba Beto Company, técnico del Andorra, en la sala de prensa. Incluso algunos jugadores del Nàstic reconocieron, en la zona mixta, que los gestos de desesperación entre los rivales eran visibles. «No estaban nada cómodos, los teníamos».

Pero, una vez más, apareció ese fallo individual que ha lastrado al Nàstic fuera de casa durante toda la temporada. Da rabia porque todo lo bueno hecho sobre el terreno de juego queda en nada por una mala acción o decisión. Las culpas se reparten porque muchos futbolistas han fallado en acciones tontas o evitables. Es cierto que el fútbol es un deporte de errores, pero eso no significa que duelan menos.

A Jaume Jardí no se le puede acusar de haber fallado estrepitosamente. Es cierto que el despeje va al medio, algo que nunca se debe hacer, pero el fútbol visto desde fuera es sencillo de penalizar. El reusense tuvo voluntad defensiva, estaba bien posicionado y tiró de ímpetu para evitar que el balón pasara. Conmigo no cuentan para matarle. Ni a él, ni al resto, porque ahora no es momento de hurgar en la herida, sino de pensar en positivo. Todavía queda mucho por jugar y este equipo merece estar en el play-off.

Ahora, con tres jornadas por delante, el margen de error es mínimo. Entrar en el play-off se ha convertido en un camino más tortuoso de lo que se esperaba hace tres semanas. Hay tres puntos de distancia con el Bilbao Athletic, el primer equipo que se quedaría sin billete, y fallar —al menos en casa— está prohibido. Son nueve puntos los que hay en juego y el Nàstic debe centrarse en hacer pleno. Lugo, Gimnástica Segoviana y Arenteiro son los tres rivales que quedan. Si se gana todo, los granas acabarán en puestos de promoción. No hay más. Y es factible.

«De peores nos hemos levantado», decía Dani Vidal tras el 1-0 en Andorra. Tiene toda la razón. Es hora de estar unidos, porque lo que viene es la parte más dura y bonita de la temporada. Volveremos, que nadie lo dude.

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