Albert Català, el jugador que aprendió el oficio de árbitro

Es reusense, tiene 30 años y ejerce como semi profesional. Esta temporada ya ha trabajado de cuarto árbitro en un Celta-Real Madrid

24 septiembre 2019 16:22 | Actualizado a 24 septiembre 2019 16:45
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En época de formación, Albert Català (Reus, 30 años) intentaba hacer diabluras con una pelota en una cancha de futbito. Era lo normal por aquel entonces en las escuelas de Reus. Lo distinto, en su caso, tenía que ver con la curiosidad que sentía por las reglas del juego y el comportamiento de los colegiados. Pronto empezó a saciar a esa sed de aprendizaje y con poco más de 15 años se dirigió hacia la vida del juez, la menos agradecida en cualquier deporte. Y más en el fútbol. No le importó.

Su sueño de infancia, el de convertirse en un futbolista reputado, se apartó. Aprendió el oficio de árbitro con mucha precocidad, pero también con mucha insistencia. Empezó a dirigir partidos del Consell Comarcal antes de alcanzar un nivel federado. Eso le llegó más rápido de lo esperado. Le sirvió para curtirse a plena edad adolescente. Su primer partido medio serio se disputó en Lleida, en un encuentro de veteranos de la Unió Esportiva. El debut en categorías inferiores se dio en la cancha del Baix Segrià, concretamente en categoría alevín. Català, como todos los árbitros, necesitó empezar desde las entrañas del fútbol. Conoció los peligros de los campos de Regional, pero su personalidad le ayudó para ganarse un respeto. Desde hace seis años dirige de forma fija en Segunda B y desde hace cinco como cuarto árbitro en Segunda A y Primera División.

Estreno en Las Palmas
En la segunda jornada del campeonato de Segunda B, en el curso de 2014-15, se estrenó en un Las Palmas Atlético-Toledo. Allí inauguró una carrera profesional que todavía no ha tocado techo. Sólo tiene 30 años y su progreso parece un valor seguro. El debut en los altares del fútbol nacional apareció en el Camp Nou, el día que Luis Suárez se presentaba como fichaje estrella en el Barcelona de Luis Enrique, un 18 de agosto de 2014. Fue en un Gamper ante el rival mexicano del León. El reusense se dirigió a la estrella azulgrana antes de que saltara al verde para pedirle que se quitara una pulsera que mantenía colgada en la muñeca. El reglamento impide a los futbolistas actuar con este tipo de amuletos.

Desde entonces, la vida deportiva de Albert ha visitado cualquier rincón del país. Su trabajo no sólo se limita a imponer justicia durante 90 minutos de juego. Existe una labor de estudio detrás. «Cada año se modifica alguna parte del reglamento y debemos estar preparados para ello». Además, aunque parezca extraño, el reusense analiza las características deportivas de los jugadores a los que pita. «Me ayuda a poder arbitrar mejor, a interpretar cada situación de partido con mayor conocimiento», confirma.

La temporada pasada fue testigo de excepción de un derbi en el Wanda Metropolitano entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid y un año antes ya había disfrutado de todo un partido de la máxima entre sevillanos. Betis-Sevilla en el Villamarín. Compartió foto de familia con Joaquín Sánchez, el histórico capitán bético. El cúmulo de experiencias le sirven para un aprendizaje de futuro. Su entusiasmo permanece inalterable.

El presente le reserva este fin de semana un Athletic B-Osasuna B, como colegiado principal en la categoría de bronce. Hasta el momento ha pitado un Villarreal B-Orihuela, en el que llegó a enseñar hasta siete amarillas. El futuro del reusense no tiene límites. Quizás, el foco le alumbrará en un un partidazo de Movistar, en la máxima categoría. Más pronto que tarde.

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