Alejandro Domínguez, conquista mundial

El técnico vuelve a tocar el cielo tras ganar el Mundial femenino en Chile y después de su último título, la OK Liga de 2011, como entrenador del Reus donde dirigió seis años

19 mayo 2017 17:48 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:28
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Como la mayoría de niños de Buenos Aires, Alejandro pateaba la pelota a todas horas. Jugaba a fútbol en el Deportivo Español, equipo del que su padre era director deportivo. Pero un día la pasión de aquel joven cambió. La entidad, también conocida como ‘El Gallego’, acogió una demostración de hockey del Club Comunicaciones. Alejandro prestaba atención desde la grada con un balón entre las manos, cuando el técnico sobre patines Camilo Daleffe le pidió el cuero para calentar. A cambió le cedió su stick. Ahí empieza su historia.

Alejandro Domínguez (Buenos Aires, 1971) acaba de ganar el Mundial femenino disputado en Iquique (Chile) al frente de la selección española. En el Reus Deportiu hizo historia. No sólo jugó tres temporadas de rojinegro (2000-2003), además estuvo seis temporadas como primer entrenador (2009-2015) y un año antes de segundo de Carlos Figueroa. Entre sus logros ganó la copa CERS en 2003, la copa de Europa y Mundial del Clubs en 2009 y la Copa Continental y la Intercontinental en 2010. Entró en el hall of fame rojinegro con la OK Liga cosechada en 2011.

El preparador argentino define aquel campeonato como ‘El Título’. Ese año se conjuraron los astros. Por un lado, el cuadro del Baix Camp fue el más rápido en adaptarse a un cambio de reglamento que penalizaba la pasividad y las faltas de equipo. Por otro, en la plantilla rojinegra, como una mezcla perfecta, coincidieron una serie de jugadores en su mejor momento como Caldú, Marín, Trabal, Gual, etc. Con un juego vertiginoso, el Reus pisó el acelerador desde el inicio. En Navidad llevaban 13 puntos de ventaja sobre el segundo.

Los capítulos negros de aquella temporada fueron las derrotas en la final de la Copa del Rey y Liga Europea, lo que, en caso de triunfo, habría supuesto una efeméride todavía más solemne en la historia ganxet.

El artífice del último gran triunfo rojinegro empezó a jugar a hockey en 1979, cuando se montó la sección del Deportivo Español. Junto a algunos amigos de su pandilla, colgó las botas de tacos y se abrochó los patines, justo un año después del primer Mundial albiceleste de Menotti, un sacrilegio en una ciudad futbolera como Buenos Aires.

Pasó por el juvenil del San Lorenzo y tras lograr el campeonato sudamericano con la selección junior se incorporó a las filas del Olimpia en San Juan, foco del hockey argentino.

Dio el salto a Europa de la mano del Tordera y luego estuvo ocho años en Alcobendas. Antes de su último curso en Madrid, en 1999 rechazó una oferta del Reus entrenado por Miquel Umbert, referente estatal, por una cuestión de estabilidad familiar. «Me arrepentí todo el año», confiesa Domínguez. El verano siguiente, con Josep Maria Barberà en el banco, aquel tren volvió a pasar y se subió para poner rumbo a lo que considera «mi lugar en el mundo».

Colgó los patines tras tres años en Vilanova (2006), y siempre tuvo claro donde estaría su retiro soñado. «Nos quedamos en Reus, porque aquí el hockey es una religión y también es mi vida», confiesa Domínguez. Pese a haber estudiado INEF, en la capital del Baix dirige una agencia de viajes con su mujer y por las tardes lleva a sus dos hijas Marina y Gracia a entrenar a baloncesto en las inferiores del Reus Ploms.

Este Mundial femenino, en su segunda experiencia como entrenador de primer equipo, es la recompensa al trabajo realizado desde su nombramiento en febrero de 2015. Primero se ganó e Europeo en Matera (Italia). La culminación ha sido en Chile. Quinto Mundial para el hockey femenino tras su último triunfo en Japón 2008.

La selección es la primera experiencia del argentino al frente de un conjunto femenino. Considera que su rápida adaptación es «porque las chicas me facilitan el trabajo». Y concluye: «Estoy más feliz por ellas, por la clase de gente que son y trabajo que han hecho, que por lo que representa para mi como entrenador». Sentencia de un hombre con alma de docente.

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