Alimento para las sospechas (Reus-Maçanet, 4-4)

El Reus deja escapar la victoria ante el Maçanet cuando a falta de diez minutos tenía el partido ganado

19 mayo 2017 20:11 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:32
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El Reus alimentó las sospechas sin aparente explicación. Su desconexión resultó incomprensible . Mantenía el partido bajo el brazo, sin excesivos alardes pero con aparente firmeza, pero se derrumbó en 10 minutos finales deprimentes. Para la esperanza ayudó el rostro de Marc Coy, que interpretó  un  show particular de remates exquisito. 

Coy parece haberse apuntado a la Copa. Se ha conectado después de algún tiempo alejado de los focos,  con un papel secundario en la rotación que por lo menos sorprendía. Ante el Liceo recompuso su figura  con una aparición deslumbrante. Ante el Shum consolidó ese idilio que posee con el gol desde que empezó en esto. El Reus necesita a Coy porque con el de Cerdanyola en  efervescencia posee más recursos ofensivos. Es un equipo menos previsible.

El atacante inauguró la cita con un remate de malabarista. De experto en el oficio. En dos toques domó una bola imposible a media altura. La ejecución, a velocidad de vértigo, descolocó al arquero visitante Enric Núñez. 

El Maçanet ni pestañeó. Se dedicó a exhibir un hockey sencillo pero eficaz. De una forma silenciosa, pero traicionera. Iba construyendo su partido con la apariencia frágil de un tibio de vocación. Era mentira. Sólo esperaba su instante. Jamás plantó la bandera blanca.

Ferran Garcia, gracias a un tiro directo, igualó y envió la pelea al alambre. Con el Reus asumiendo el peso del juego, pero la sin puntería de un francotirador preciso. Marín, que inició desde el banco, compareció en el Palau dispuesto a solucionar problemas. Es un especialista en arreglar escapes de agua. Un chico tan entusiasta y comprometido que odia esconderse. Y más cuando sus compañeros piden auxilio. Ni Marín ni el Reus hallaron un resquicio para marcharse al respiro con ventaja. Tampoco se veía como un desastre. Restaba tiempo para conquistar el éxito. En la OK Liga, las noches no suelen abrazarse al confort. Se hace necesario el trabajo del albañil.

Coy regresó a la platea dispuesto a colgarse el papel de actor principal. Se le intuía hambriento, sediento de portadas y halagos. Por eso, en tres minutos, puso al Reus en el colchón de la comodidad. Primero, con una cuchara violenta. Saliendo del rincón y con el ojo clínico apuntando al ángulo. Lo encontró a los 26 minutos. Tres después,  con el Maçanet metido en una inyección de anestesia, cazó otra bola imposible dentro del cajón y generó sonrisas en el templo. Ni siquiera Sergi Parra, con el 3-2,  amenazaba la noche de vino y rosas de Coy. Éste tomó la responsabilidad con jerarquía en un penalti a los poco más de diez para el consumo del minutaje. Estaba desatado. No erró. 

Fue entonces cuando emergió el letargo preocupante del Reus, que se vistió de novato para gestionar la ventaja. Una falta directa de Ferran Garcia trajo tembleque. Se confirmó que el Maçanet nunca se había olvidado del partido  poco después. Ferran Garcia aprovechó un rechace, con error defensivo colectivo, para convertir . Marín mandó una directa al poste en la agonía de la noche y el amago  épica rojinegro.  Nadie esperaba la trompeta del milagro cuando Coy había esbozado un dibujo fascinante.

El Reus alimentó las sospechas sin aparente explicación. Su desconexión resultó incomprensible . Mantenía el partido bajo el brazo, sin excesivos alardes pero con aparente firmeza, pero se derrumbó en 10 minutos finales deprimentes. Para la esperanza ayudó el rostro de Marc Coy, que interpretó  un  show particular de remates exquisito. 
Coy parece haberse apuntado a la Copa. Se ha conectado después de algún tiempo alejado de los focos,  con un papel secundario en la rotación que por lo menos sorprendía. Ante el Liceo recompuso su figura  con una aparición deslumbrante. Ante el Shum consolidó ese idilio que posee con el gol desde que empezó en esto. El Reus necesita a Coy porque con el de Cerdanyola en  efervescencia posee más recursos ofensivos. Es un equipo menos previsible.
El atacante inauguró la cita con un remate de malabarista. De experto en el oficio. En dos toques domó una bola imposible a media altura. La ejecución, a velocidad de vértigo, descolocó al arquero visitante Enric Núñez. 
El Maçanet ni pestañeó. Se dedicó a exhibir un hockey sencillo pero eficaz. De una forma silenciosa, pero traicionera. Iba construyendo su partido con la apariencia frágil de un tibio de vocación. Era mentira. Sólo esperaba su instante. Jamás plantó la bandera blanca.
Ferran Garcia, gracias a un tiro directo, igualó y envió la pelea al alambre. Con el Reus asumiendo el peso del juego, pero la sin puntería de un francotirador preciso. Marín, que inició desde el banco, compareció en el Palau dispuesto a solucionar problemas. Es un especialista en arreglar escapes de agua. Un chico tan entusiasta y comprometido que odia esconderse. Y más cuando sus compañeros piden auxilio. Ni Marín ni el Reus hallaron un resquicio para marcharse al respiro con ventaja. Tampoco se veía como un desastre. Restaba tiempo para conquistar el éxito. En la OK Liga, las noches no suelen abrazarse al confort. Se hace necesario el trabajo del albañil.
Coy regresó a la platea dispuesto a colgarse el papel de actor principal. Se le intuía hambriento, sediento de portadas y halagos. Por eso, en tres minutos, puso al Reus en el colchón de la comodidad. Primero, con una cuchara violenta. Saliendo del rincón y con el ojo clínico apuntando al ángulo. Lo encontró a los 26 minutos. Tres después,  con el Maçanet metido en una inyección de anestesia, cazó otra bola imposible dentro del cajón y generó sonrisas en el templo. Ni siquiera Sergi Parra, con el 3-2,  amenazaba la noche de vino y rosas de Coy. Éste tomó la responsabilidad con jerarquía en un penalti a los poco más de diez para el consumo del minutaje. Estaba desatado. No erró. 
Fue entonces cuando emergió el letargo preocupante del Reus, que se vistió de novato para gestionar la ventaja. Una falta directa de Ferran Garcia trajo tembleque. Se confirmó que el Maçanet nunca se había olvidado del partido  poco después. Ferran Garcia aprovechó un rechace, con error defensivo colectivo, para convertir . Marín mandó una directa al poste en la agonía de la noche y el amago  épica rojinegro.  Nadie esperaba la trompeta del milagro cuando Coy había esbozado un dibujo fascinantEl Reus alimentó las sospechas sin aparente explicación. Su desconexión resultó incomprensible . Mantenía el partido bajo el brazo, sin excesivos alardes pero con aparente firmeza, pero se derrumbó en 10 minutos finales deprimentes. Para la esperanza ayudó el rostro de Marc Coy, que interpretó  un  show particular de remates exquisito. 
Coy parece haberse apuntado a la Copa. Se ha conectado después de algún tiempo alejado de los focos,  con un papel secundario en la rotación que por lo menos sorprendía. Ante el Liceo recompuso su figura  con una aparición deslumbrante. Ante el Shum consolidó ese idilio que posee con el gol desde que empezó en esto. El Reus necesita a Coy porque con el de Cerdanyola en  efervescencia posee más recursos ofensivos. Es un equipo menos previsible.
El atacante inauguró la cita con un remate de malabarista. De experto en el oficio. En dos toques domó una bola imposible a media altura. La ejecución, a velocidad de vértigo, descolocó al arquero visitante Enric Núñez. 
El Maçanet ni pestañeó. Se dedicó a exhibir un hockey sencillo pero eficaz. De una forma silenciosa, pero traicionera. Iba construyendo su partido con la apariencia frágil de un tibio de vocación. Era mentira. Sólo esperaba su instante. Jamás plantó la bandera blanca.
Ferran Garcia, gracias a un tiro directo, igualó y envió la pelea al alambre. Con el Reus asumiendo el peso del juego, pero la sin puntería de un francotirador preciso. Marín, que inició desde el banco, compareció en el Palau dispuesto a solucionar problemas. Es un especialista en arreglar escapes de agua. Un chico tan entusiasta y comprometido que odia esconderse. Y más cuando sus compañeros piden auxilio. Ni Marín ni el Reus hallaron un resquicio para marcharse al respiro con ventaja. Tampoco se veía como un desastre. Restaba tiempo para conquistar el éxito. En la OK Liga, las noches no suelen abrazarse al confort. Se hace necesario el trabajo del albañil.
Coy regresó a la platea dispuesto a colgarse el papel de actor principal. Se le intuía hambriento, sediento de portadas y halagos. Por eso, en tres minutos, puso al Reus en el colchón de la comodidad. Primero, con una cuchara violenta. Saliendo del rincón y con el ojo clínico apuntando al ángulo. Lo encontró a los 26 minutos. Tres después,  con el Maçanet metido en una inyección de anestesia, cazó otra bola imposible dentro del cajón y generó sonrisas en el templo. Ni siquiera Sergi Parra, con el 3-2,  amenazaba la noche de vino y rosas de Coy. Éste tomó la responsabilidad con jerarquía en un penalti a los poco más de diez para el consumo del minutaje. Estaba desatado. No erró. 
Fue entonces cuando emergió el letargo preocupante del Reus, que se vistió de novato para gestionar la ventaja. Una falta directa de Ferran Garcia trajo tembleque. Se confirmó que el Maçanet nunca se había olvidado del partido  poco después. Ferran Garcia aprovechó un rechace, con error defensivo colectivo, para convertir . Marín mandó una directa al poste en la agonía de la noche y el amago  épica rojinegro.  Nadie esperaba la trompeta del milagro cuando Coy había esbozado un dibujo fascinante.

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