Aspirante cabezón (CF Reus 2 -1 Hércules)

El CF Reus supera al Hércules con dos testarazos maravillosos de Colorado y Ramon Folch. Uno en cada parte. Los rojinegros exhiben superioridad ante un rival directo y vuelven de lleno a la pelea por el play off de ascenso

19 mayo 2017 23:02 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:23
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Cassamá encendió el motor de su avión descontrolado para despegar en la derecha. Su zancada de fondista africano generó dolores de cabeza al Hércules. Descosido en esa zona. El portugués se animó de nuevo a los 21 minutos. Antes ya lo había probado, pero sus decisiones en las entregas no hallaron la precisión. En esta ocasión, el servicio, casi sin mirar, alcanzó la frontal con violencia. Colorado, que andaba por allí, se encontró el presente casi encima. Fue valiente. Poner la cabeza ante tal obús se convirtió en un ejercicio de osadía. De hecho, sólo tuvo que hacer eso y darle algo de dirección a la pelota.

De la testa del andaluz salió una obra de arte. El balón dibujó una parábola fascinante. Chema, el arquero alicantino, sólo pudo mirar. Se coló por el ángulo.

Colorado impartió magisterio en el primer tiempo. Se refugió en un escondite falso en el costado izquierdo. Sólo era el punto de partida cuando el Reus decidía atacar. Seleccionó cada intervención en el juego con la puntualidad de un reloj suizo. Se asoció cuando pisó campo de minas, sorteó rivales en tierra prometida y ofreció pausa cuando el equipo necesitó huir del vértigo. Dio una conferencia para aspirantes a artistas. Los niños deben analizarla al detalle.

También los amantes de la arquitectura pueden hacer un estudio milimétrico de cada intervención de Jesús Olmo. Otro que recuperaba privilegio. En la cueva, donde se siente feliz. Con él, el Reus adquiere un plus de cordura en la salida del balón. Sus pies son cintas métricas. Ofrecen pureza al juego. Sentido colectivo. En Olmo arranca la obra.

En realidad, los hinchas mantuvieron la sonrisa permanente en un parcial inicial preciosista del Reus. De gran nivel. En ocasiones superior a la categoría en la que compite. A los de Natxo les sobró personalidad para gobernar. No era sencillo. La presión se cortaba con un cuchillo. No importó. Su jerarquía jamás la discutió el Hércules, siempre a merced. Dio la sensación, por momentos, que los alicantinos deambulaban por el césped. En la primera media hora no vieron la pelota. Y no estamos hablando de cualquier enemigo. En esa plantilla conviven pesos pesados de enorme prestigio. Elegidos en el escaparate más lujoso del mercado.

Miñano, guardián de la banda izquierda visitante, sufrió una barbaridad con Óscar Rico. Éste añadió inteligencia a su repertorio. Sus movimientos generaban dudas porque solía escoger bien. Cuando optaba por ir hacia adentro, Cassamá divisaba lo que más ama, espacio para desplegarse. Cuando apostaba por el mano a mano solía sacar ventaja.

Rico rozó el 2-0 en una maniobra exquisita del Reus. A los 35 minutos. Cassamá cabalgó de nuevo por la derecha y cedió a Edgar Hernández, de espaldas al arco. Éste acudió a la elegancia para ceder a Rico con el pecho. Óscar controló, amagó e impactó dirección a la escuadra derecha. Le sobró un palmo. Poco más.

 

El gran dilema

El Reus necesitaba elegir el escenario en el que quería transitar. El gran dilema; si replegarse y atacar los espacios o mantenerse firme en el protagonismo del juego. Su rival creció en intensidad y mandó un mensaje ambicioso. Estaba prohibido caer en el confort. El Hércules no perdona eso. Su talento castiga a los ilusos pretenciosos.

Los alicantinos acudieron al riesgo y se descubrieron espacios enormes a la espalda de su sistema defensivo. El Reus se quedó a medio camino. Cuando recuperaba, se adivinaba un mundo precioso para la transición. Faltó tranquilidad para construir el contragolpe definitivo. También reducir pulsaciones para esconder la pelota.

Martins amenazó el ritmo cardíaco rojinegro con un remate desde dentro del área que salió alto. En verdad, la reacción del Hércules se quedó en un amago. El Reus recuperó la estabilidad con el paso del tiempo y el 2-0 de Ramon Folch, que suele escribir poesía cada vez que se relaciona con el premio más hermoso del fútbol. A los 70 minutos, Marín se incorporó con decisión y en el vértice del área soltó un zarpazo incontrolable. Conquistó el área Folch y giró el cuello con sutileza. La pelota tomó la decisión de chocar con la red. El éxtasis consolidó la enésima lección de simpleza del canterano. La simpleza más difícil, claro. El reusense se expresa sólo con un idioma en el verde. «Tic, tac. Tic, tac».

La gestión de los minutos finales coronó la actuación más estética del Reus. Sólo empañada por otro despiste en una estrategia. La remató a la red Fran González, al borde del abismo. No impidió el regreso rojinegro a la pelea por el cielo. Los cobardes suelen rendirse. En cambio, el Reus es un aspirante cabezón.

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