CF Reus: 'Se agotaron las coartadas'

El Reus se esfuerza para llenar el Estadi ante Huracán y regala entradas a los socios. El club necesita que la ciudad dé un paso hacia adelante y arrope al equipo en este final de curso

19 mayo 2017 23:29 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:42
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Los más expertos del lugar suelen sentenciar claro: «Reus nunca fue una ciudad de fútbol». Puede que esa afirmación tan directa lleve cierta razón de peso, pero los caminos emergen con cambios en las actitudes. El Reus se encuentra en esa búsqueda, la de hallar una fórmula para que su gente se identifique con una entidad centenaria, que ha vivido penurias y que ha sobrevivido a un millón de adversidades. 
Justo ahora, en el horizonte, se ha abierto una posibilidad que nunca apareció. Hay un máximo accionista (Joan Oliver) que ha invertido dinero y tiempo para crear un proyecto distinto. Ni mejor ni peor que los anteriores. Eso sí, la ambición marca el trayecto. Probablemente Oliver quiere algo a cambio y comparecen peajes que asumir en su propuesta. En parte puede resultar lógico. Nadie invierte por amor al arte. O pocos. Oliver sólo podrá sacar renta a su modelo con el acceso al fútbol profesional. En esas está el Reus. El club se ha esforzado en el diseño de una plantilla de alto valor en la categoría. Ha destinado recursos profesionales para aspirar a los desafíos más maravillosos. El trabajo se ha realizado. Seguro que se han cometido errores, como en toda casa, pero el entusiasmo por fabricar un hecho histórico existe.
El escenario actual atrae. Con el equipo a sólo un punto del play off de ascenso. Con 13 jornadas por delante. Llega el tramo crucial, donde todo se decide. No hay vuelta atrás.
 Ante esa circunstancia, en el ambiente que rodea a la plantilla se respira cierta frialdad. Como que los chicos de Natxo echan de menos calor humano. Sólo lo reciben de los mil fieles de siempre. Demasiado poco con tanto en juego.
Romper esa barrera se ha convertido en la máxima preocupación. Desde el club no se escatiman esfuerzos. Hasta el punto que, cada abonado recibirá una entrada de regalo para el definitivo partido de este domingo ante Huracán, uno de los ‘enemigos’ directos en la lucha por el objetivo. Los establecimientos colaboradores de la ciudad disfrutarán también un pack de entradas para que el templo luzca su aspecto más lujoso. Lo necesita el plantel, ilusionado con su reacción, dispuesto a  generar ilusión. En las oficinas incluso se trabaja para involucrar al fútbol base. Se desea recuperar la cultura familiar de antaño,  con las futuras estrellas  alentando a los ‘mayores’. El primer equipo, como espejo donde mirarse.
Y es que las coartadas se han agotado. Las excusas ya no sirven. Si Reus pretende disfrutar del fútbol profesional, su gente no puede mirar hacia otro lado. 
Los más expertos del lugar suelen sentenciar claro: «Reus nunca fue una ciudad de fútbol». Puede que esa afirmación tan directa lleve cierta razón de peso, pero los caminos emergen con cambios en las actitudes. El Reus se encuentra en esa búsqueda, la de hallar una fórmula para que su gente se identifique con una entidad centenaria, que ha vivido penurias y que ha sobrevivido a un millón de adversidades. 

Justo ahora, en el horizonte, se ha abierto una posibilidad que nunca apareció. Hay un máximo accionista (Joan Oliver) que ha invertido dinero y tiempo para crear un proyecto distinto. Ni mejor ni peor que los anteriores. Eso sí, la ambición marca el trayecto. Probablemente Oliver quiere algo a cambio y comparecen peajes que asumir en su propuesta. En parte puede resultar lógico. Nadie invierte por amor al arte. O pocos. Oliver sólo podrá sacar renta a su modelo con el acceso al fútbol profesional. En esas está el Reus. El club se ha esforzado en el diseño de una plantilla de alto valor en la categoría. Ha destinado recursos profesionales para aspirar a los desafíos más maravillosos. El trabajo se ha realizado. Seguro que se han cometido errores, como en toda casa, pero el entusiasmo por fabricar un hecho histórico existe.

El escenario actual atrae. Con el equipo a sólo un punto del play off de ascenso. Con 13 jornadas por delante. Llega el tramo crucial, donde todo se decide. No hay vuelta atrás.

 Ante esa circunstancia, en el ambiente que rodea a la plantilla se respira cierta frialdad. Como que los chicos de Natxo echan de menos calor humano. Sólo lo reciben de los mil fieles de siempre. Demasiado poco con tanto en juego.

Romper esa barrera se ha convertido en la máxima preocupación. Desde el club no se escatiman esfuerzos. Hasta el punto que, cada abonado recibirá una entrada de regalo para el definitivo partido de este domingo ante Huracán, uno de los ‘enemigos’ directos en la lucha por el objetivo. Los establecimientos colaboradores de la ciudad disfrutarán también un pack de entradas para que el templo luzca su aspecto más lujoso. Lo necesita el plantel, ilusionado con su reacción, dispuesto a  generar ilusión. En las oficinas incluso se trabaja para involucrar al fútbol base. Se desea recuperar la cultura familiar de antaño,  con las futuras estrellas  alentando a los ‘mayores’. El primer equipo, como espejo donde mirarse.

Y es que las coartadas se han agotado. Las excusas ya no sirven. Si Reus pretende disfrutar del fútbol profesional, su gente no puede mirar hacia otro lado. 

 

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