CF Reus, elegante campeón

El Reus conquista su primer campeonato de Segunda B de la historia después de vencer por la mínima en Cornellà y del empate del Villarreal B ante el filial del Espanyol. Un gol de Ricardo Vaz en el segundo tiempo decanta la balanza

19 mayo 2017 19:21 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:18
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El Reus creó su éxtasis al estilo británico, con un recurso muy propio del escenario en el que peleaba por agrandar su leyenda. Cornellà exige contundencia en las disputas, aconseja un minucioso alfil de uñas para cazar balones milimétricos en media baldosa. Cada tarde en ese césped sintético se convierte en una guerra de guerrillas. Olmo se acordó que en el bolsillo se había guardado una cinta métrica, por si acaso.

Se habían consumido 68 minutos y la angustia provocaba malas decisiones, la fatiga sobre esfuerzos abrumadores bajo un sol al borde del incendio. Olmo desplazó hacia el rostro de Fernando, en tres cuartos de cancha. Antes de ejecutar observó el paisaje. Lo analizó con el rabillo del ojo. Vio como Ricardo rompía a su espalda y en lugar de quedarse aquella pelota la prolongó con el flequillo engominado. Acertó el pileño porque le salió un pase con la firma de Laudrup, en aquellos tiempos en los que lucía esmoquin mirando al tendido. Quedó liberado Ricardo, que había ingresado en el césped medio segundo antes. El luso la definió mordida. Le dio un toque de misterio a un segundo interminable. Dudó hasta el asistente, no el juez. Fue el 0-1. La antesala del sueño.

El agitador

Ricardo lo celebró como si antes hubiera imaginado esa acción un millón de veces con el peto, justo al lado de Bartolo en la banda, suplicando el grito definitivo del míster. En realidad, se pasó el calentamiento tirando desmarques. Se creyó poseedor de la llave. Ricardo desatascó una lucha sin rumbo, con el Reus como equilibrista de circo sobre un fino alambre.

Sólo la primera media hora del equipo generó firmeza. Fue un ejercicio de contundencia en tierra movediza, porque no quedaba más remedio que adaptarse al trabajo del albañil. Sólo con esa pose resulta factible salir de Cornellà sonriente. Lo entendió rápido el Reus, muy atento a cada caída, a esas segundas oportunidades que se presumen como tesoros de valor incalculable. También exhibió atención en las vigilancias defensivas. Natxo apostó por Dinis disfrazado de lateral derecho. No acabó de sentirse cómodo, aunque originó la primera de peligro, con un centro de rosca que no alcanzó Haro simplemente por una cuestión de anatomía. De falta de centímetros.

El Reus se guardó el balón y obligó a su enemigo a refugiarse, a confiar en su arma preferida, la transición. El guión tampoco disgustaba al Cornellà, especialista precisamente de ese oficio. Fernando con dos remates escorados obligó a Toni, ayer arquero titular, a estirarse como un chicle. Sólo la amenaza del tiempo pareció incomodar al Reus, que se marchó al respiro dando algún síntoma de ansiedad. Lo confirmó en el regreso, a veces elaborando demasiado poco sus ataques en la cocina.

Fue entonces cuando Natxo miró al banco y le dio un revolcón a su propuesta. Primero con la modificación natural de Cassamá por Dinis. Luego, con Ricardo para sacrificar a Garai. El pequeño portugués se tomó ese ratito con un aire juvenil apasionante. Mostró un entusiasmo descomunal. Marcó y pudo repetir acto seguido. Fue el agitador. Vítor, en el segundo palo, no acertó con la definitiva. Ángel enseño los dientes indignado, le habían hecho penalti. No le comprendieron. Dio igual, el equipo andaba desbocado, con el ego reforzado. Se creía campeón. En cambio, su rival plantó bandera blanca. Pidió el final para empezar a saborear el viaje paradisíaco de vacaciones.

Sentenció el juez y se derramó euforia y alguna lágrima. El campeonato sólo hace que encumbrar a un grupo elegido, que supo remar junto en la travesía por el desierto y compartir privilegios en su viaje hacia la eternidad. La historia continúa, aunque de momento el Reus ya es un elegante señor de las alturas.

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