Conquista vital

El CF Reus rescata un éxito crucial ante el Almería con otro gol de Dejan Lekic, alcanza los 41 puntos y se acerca al objetivo de la permanencia

24 marzo 2018 22:00 | Actualizado a 26 marzo 2018 10:53
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Al Reus puedes discutirle su exceso de ternura, su escasez de apetito caníbal para acabar todo lo que crea, a veces muchísimo, pero jamás puedes reprocharle su abrumador deseo. “Que no pierdas esa fe, que hoy es eterna y esa forma de no ser consciente de ella”, dicen los Izal en su tema 'Pequeña gran revolución'. La fe del Reus es un hábito maravilloso. Combate muchísimas dificultades, porque su realidad no derrocha dinero ni recursos. Tampoco poder. Pero en la Segunda División ha conquistado el respeto de sus enemigos con un comportamiento fascinante. No utiliza la coartada del perdedor para excusarse. Sale a jugar y propone cuando el escenario se lo permite. Cuando no, se junta y se esfuerza con esa capacidad para dignificar la hermandad que ha cultivado. El arresto colectivo. El juntos, como hermanos, que gritaban sus capitanes. La pureza del fútbol tiene mucho de eso. El verde no engaña. Penaliza terriblemente a los equipos egoístas.

 

En éstas, parecía el partido inundado de bostezo, el Reus trataba de trasladar el balón con aseo y sin abonar demasiados peajes, pero el viaje de la pelota carecía de ritmo. Existía, eso sí, una grieta a la espalda de los centrales del Almería, con la línea instalada en el centro del campo y el riesgo en el cuerpo. El Reus descubrió ese registro. Fue inteligente para atraer y acelerar, sobre todo con la velocidad de Fran y Yoda, los extremos. Uno con pies de ardilla, el otro con la potencia de un transatlántico.

Yoda inauguró su carrera a los 26 minutos. Vio campo abierto y aceleró. Nadie pudo sujetarle. El resto estaba en manos de Guzzo, el ejecutor del pase. Un enganche con talento de artista bohemio. En Las Ramblas de Barcelona podríais encontrarle, tocando la guitarra o exhibiendo habilidades malabaristas. El servicio fue delicioso, siempre por delante del despliegue de Yoda. Le situó frente a frente con René, el arquero del Almería. El francés le superó por arriba, con una maniobra poco ortodoxa. En realidad, el balón se perdía. Era una causa perdida para todos los humanos menos para Lekic, que acompañó la jugada con ese instinto depredador de los que viven de la caza. El serbio acarició el balón en el segundo palo. A un toque puso por delante al Reus.

 

El equipo no había ofrecido el magisterio de Vallecas, pero sí andaba conectado, riguroso cuando necesitaba replegarse y sobre todo autoritario. Enseñó personalidad y el Estadi lo agradeció, fiel al Reus, le empujó con melancolía. Fran se inventó una falta que sólo él interpretó en el origen. Recogió un tesoro al borde del área que nadie había descubierto. Guzzo la ejecutó con suavizante, pero lamió la madera. Del Almería no se contaban noticias ofensivas. Sólo las aventuras de Pozo y la amenaza de Alcaraz desde la larga distancia mantenían la atención del Reus. Lekic, en cambio, seguía hambriento. Desatado.

 

El cirujano serbio cayó al costado izquierdo con criterio, en otro movimiento rompedor con millas por delantero. Recogió la pelota y decidió guisarse él mismo la comida. Amagó hasta la extenuación para sortear rivales, que reculaban como asustados. Lekic acabó con un golpeo defectuoso, poco habitual en él. Si de algo puede presumir es de su definición. Se marchó al quinto primera del número 36 del barrio Sol i Vista. Ni siquiera el respiro apagó el entusiasmo de los rojinegros. El libreto del partido pedía el segundo gol para ahuyentar sospechas y crueldades como en Vallecas. Sólo la mala puntería del Reus le impidió vivir una tarde de chill out.

Yoda y David Haro disfrutaron del foco en dos mano a mano ante René. Dos situaciones que habían soñado en la almohada del hotel de concentración la noche antes. El portero del Almería ejerció de profeta para sus socios. Apagó incendios como el bombero más prestigioso del mundo. Hasta dónde pudo mantuvo con vida al Almería. Éste acabó tirando pelotazos y asustando en la estrategia. El Reus se aculó demasiado en la definición de la noche, preso de la incertidumbre y de la fatiga. Prefirió guardar lo que se había ganado a descubrirse.  Precisó del milagro de cada sábado de Supermán Badia para ello. Esta vez ante un cabezazo en la boca del lobo de Soleri. Badia levantó los brazos en honor a la victoria. 41 puntos y permanencia a la vista. Los hinchas del Reus no solo tienen eso. También un imperio de equipo.

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