Cuando el fútbol se paró

Fútbol Una huelga en 1979 ya obligó al fútbol español a parar durante un fin de semana. La crisis del coronavirus ha vuelto a posponer los campeonatos

30 marzo 2020 10:10 | Actualizado a 30 marzo 2020 18:49
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Ha arrasado con todo. Lo que conforma la sociedad tal y como la conocemos (desde el trabajo hasta los bares, el cine, los viajes) ha quedado detenido en el tiempo por el coronavirus, cuya amenaza requería medidas extraordinarias. Y este parón que lo afecta a todo, en el que casi únicamente verán abiertas sus puertas los supermercados y las farmacias, ha provocado un fenómeno nunca visto: el parón temporal de nuestro fútbol por la propagación de una infección.

La Federación tanteó primero la posibilidad de jugar algunos encuentros a puerta cerrada, medida que ya se ha tomado en otras ocasiones, pero un positivo por Covid-19 en la plantilla del Real Madrid de baloncesto acabó por aumentar las precauciones: se decretaba la suspensión de las dos próximas jornadas de La Liga. Y lo mismo ha pasado en el fútbol local tras el anuncio por parte de la FCF de la suspensión de las competiciones no profesionales como medida de prevención.

No hay fútbol

El miedo a la propagación del temido coronavirus ha obligado a bajar la persiana tanto a las competiciones más lucrativas del deporte en nuestro país como también al fútbol amateur de ámbito territorial. Nadie se salva: tampoco, como es evidente, lo hacen los espectadores. Pero que sepan que no son los primeros: otros, antes, ya se han quedado sin partido de su equipo favorito.

Es la primera vez que los aficionados se quedan sin espectáculo a causa de una pandemia, sí, pero hubo otro parón, hace ahora 41 años, que marcó un antes y un después en el fútbol de nuestro país: la conocida como «huelga de las botas caídas».

Ocurrió en 1979, con la democracia gateando y una Asociación de Futbolistas Españoles recién creada. No le gustó a todo el mundo que apareciera un sindicato dedicado a proteger un sector como el de los deportistas de élite, pues no era fácil empatizar con los problemas de aquellos ricos que pateaban el balón y, «encima», pedían mejores condiciones. Sin duda no ayudaron las declaraciones del abogado de la AFE, que comparó la inestabilidad laboral de los futbolistas con la de prostitutas o empleadas del hogar.

Más allá de desafortunadas declaraciones o de la opinión pública, había demandas fundadas y concretas por parte de la asociación: pedían la abolición del derecho de retención, que hasta entonces permitía a los clubes alargar indefinidamente los contratos de los jugadores con un incremento del 10% en sus fichas. También demandaban ser incluidos en la Seguridad Social, y la supresión de una norma que impedía a los jugadores de menos de 23 años competir en Tercera División.

Sus demandas crearon tensión entre los jugadores, por un lado, y la Federación y los clubes por otro. Algunos medios aseguraron que las entidades amenazaron a sus plantillas con retener primas y con rescindir contratos. Y aun así, las protestas siguieron adelante. Hasta la jornada 23 de aquella temporada 1978/1979. Aquel fin de semana arrancó con normalidad, y varios equipos (Real Madrid y Barça entre ellos) habían hecho viajar a sus futbolistas para disputar sus respectivos encuentros.

Marzo de 1979

Pero dicho fin de semana, el del 3 y 4 de marzo de 1979, se convirtió en histórico: los dos partidos programados para el sábado (Castilla-Sabadell y Tenerife-Athletic) no llegaron a jugarse, y aquello propició que el domingo no se disputara ningún enfrentamiento de Primera ni de Segunda División. Los jugadores habían conseguido su primera victoria.

Y la segunda, y más definitiva, llegó en junio, en un acuerdo al que llegaron la Federación y la AFE y que se tradujo en que el derecho de retención dejara de ser indefinido.

Ahora, las cosas son distintas. Es una epidemia que se propaga rápidamente y no una huelga sindical la que ha parado el fútbol, pero estamos en las mismas: el deporte se ha tomado un descanso. Y como pasó entonces, en 1979, cuando un fin de semana lo cambió todo, en esta ocasión esperamos lo mismo: que este paréntesis sirva para contribuir a que lleguen días mejores.

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