Desquiciados (Nàstic 2-2 Mallorca)

Los jugadores del Nàstic acabaron frustrados, impotentes y muy cabreados con el colegiado. Muñiz y Jean Luc adelantaron a los granas pero Brandon, en dos ocasiones, igualó el choque

19 mayo 2017 17:34 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:37
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El futuro del Nàstic en Segunda pinta muy negro. Parece que sea como ir al cine a ver ‘Un monstruo viene a verme’, sabes que vas a llorar. El equipo grana está desquiciado. Impotente al ver que es incapaz de ganar un mísero partido en doce jornadas. Es difícil precisar qué porcentaje es atribuible a sus capacidades futbolísticas y cuál a su estado depresivo-mental. Ha llegado un punto en el que el derrotismo se enreda con la cólera y tanto se acaba rodeando al colegiado como encarándose con viejos amigos. La imagen que cerró el choque ante el Mallorca ilustra la frustración que invade los bajos del Nou Estadi.

Se puede hablar de la actuación del colegiado De la Fuente Ramos. Estuvo mal. Muy mal. No midió con la misma vara las infracciones de un equipo y de otro. Al Nàstic le castigó insistentemente por cargas insignificantes, mientras permitía mayor dureza en las filas mallorquinistas. Eso sacó de quicio a los futbolistas granas, más que las grandes decisiones. En ese aspecto falló en las dos áreas. En la del Nàstic pudo pitar penalti en el gol anulado a Stephane Emaná. La posición irregular del camerunés es clara, pero antes hay un falta sobre Tejera en el salto. De la misma manera que falló al sacar fuera del área un falta clara de Cordero dentro de la zona de castigo.

Lo que hartó fue su persistencia a la hora de declinar la balanza hacia el bando visitante. Pitar el final del encuentro, justo después de marcar una falta peligrosa a favor del Nàstic fue la gota que colmó el vaso. La ‘manada’ grana se le echó encima y precisó de la intervención de seguridad para que la cosa no fuera a mayores. El arrebato local se saldó con roja para Lopo.

Pese a todo, culpabilizar enteramente del empate al árbitro suena como excusa pobre. El Nàstic no dio para más que un empate. Se puso por delante en dos ocasiones, con dos ramalazos de calidad. Un golpeo sensacional de Muñiz y una brillante jugada personal de Jean Luc. Pero ni aún así tuvieron personalidad para mantener la ventaja.

Se convive con la extraña sensación de que, sea cual sea el resultado, el contrario acabará marcando. Los números así lo indican. En los últimos cuatro partidos, el Nàstic ha encajado once goles. Todo lo que se construye se derrite cuando el rival cruza el medio del campo. El sistema defensivo de Vicente Moreno destacaba por su valor coral. Cada futbolista ejercía su función puntualmente. Ocupaban todos los espacios para tejer un entramado armado y a prueba de bombas. Ahora la defensa es un cromo. Se ven rotos por todos los lados. Esta desmecanizada. Cada uno se protege a sí mismo y todo queda a expensas de las acciones individuales. Ahí es donde fallan y el rival encuentra el botín.

La primera mitad marcó lo que iba ser un partido deconstruido del Nàstic. El medio del campo existe sólo para colaborar. Cordero y Tejera ayudaron en defensa y en ataque, pero de ellos dos se espera que tomen la iniciativa y ejerzan una función principal. Que se asocien y tramen planes juntos para desmantelar las fortificaciones rivales. Lobato también tiene las condiciones para jugar su parte. Pero ninguno de ellos se coordina.

Las mejores acciones llegaron de desplazamientos largos. Que no es mala idea. Y menos con el nivel que ofrece Álex López. Protege, mide y se lanza en las jugadas personales. En ocasiones le falta compañía y en otras, gas, pero se deja la piel.

El gol de Juan Muñiz animó el cotarro. Otra muestra brillante del mimo con que su guante izquierdo trata al balón. Superó la barrera y bajó con tal velocidad que Santamaría ni siquiera tuvo tiempo de hacer ademán de ir a por él. Para eso está Muñiz. El juego de estrategia grana está todo en sus botas.

El gol relajó al equipo de Vicente Moreno que se fue al descanso contento, por primera vez en mucho tiempo de poder contar con la suerte de su lado. Porque tan sólo unos minutos después del gol de Muñiz, Lago Júnior remataba a la cruceta.

La felicidad grana duró apenas unos segundos tras la reanudación. Brandon ronroneó con Suzuki en el balcón del área, le rebañó un mínimo espacio para cargar la pierna y poner el 1-1.

La enfado local con el árbitro iba en aumento, mientras el partido tranteaba con el Mallorca probando desde lejos y el Nàstic aguardando a la contra.

La salida de Jean Luc revolucionó el partido. El marfileño sería un jugador de Primera de no ser por su irregularidad. Deleitó al personal con un regate, recorte y golpeo al primer palo que levantó del asiento incluso al más remolón. Un destello de diamante para el 2-1.

Quedaba más de 20 minutos de juego y el Nàstic debía ralentizar el partido. Trabarlo e interrumpirlo. Los últimos diez minutos no debían jugarse. Pero entraron los nervios y el consecuente tanto de Brandon. El más bajito de todos remató de cabeza un córner desde el corazón del área para el 2-2.

Las prisas, la rabia y la desesperación entraron en liza para mantener al Nàstic atado al pozo, viendo como la luz se va apagando. El futuro está negro y algunas decisiones inevitables pueden acabar tomándose.

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