Dos Emaná mejor que uno

La conexión entre los hermanos, Achille y Stephane, sirven al Nàstic la segunda victoria a domicilio de la temporada. Los granas comienzan la segunda vuelta con una buena dósis de esperanza

19 mayo 2017 16:40 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:40
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Stephane Emaná tenía todos los números para abandonar el club en este mercado de invierno. Lo querían equipos de Segunda y toda la Segunda B. Las dudas de la dirección deportiva y del propio Merino en prescindir de un delantero le han mantenido en la plantilla. Aunque fuera por precaución. 
No parecía siquiera que fuera a tener sus opciones. Pero en Lugo la recibió y el menor de los Emaná respondió con una actuación soberbia. Un doblete de goles para culminar una remontada en la que colaboró activamente su hermano Achille. Debe ser la única ocasión que Stephane le roba protagonismo a la estrella de la familia. El internacional camerunés puso también de su parte con el gol del 2-2 y la asistencia el 1-1.
La conexión Emaná enfocó el coraje de un equipo que exhibió una fortaleza mental inesperada. Respondiendo a los goles del Lugo con voracidad. Este equipo sí parece capaz de darle la vuelta a la situación. En esta actitud sí se puede confiar. La primera vuelta acaba de comenzar. Quedan 20 partidos, 11 de ellos en casa, todavía queda tela que cortar. 
El asunto de los arbitrajes pasa de castaño oscuro. Penalizan lo que no está escrito. Algo hay que hacer. El club debe plantarse. Dar alguna señal. No es normal que a los 14 minutos, en una acción de agarre recíproco dentro del área entre dos futbolistas  –Mossa e Iriome– el madrileño Pizarro Gómez acabe señalando el punto de penalti sin despeinarse. Luego perdonó amarillas a los jugadores del Lugo y se comió un penalti sobre Valentín. Si alguien condena definitivamente al Nàstic que sea el propio Nàstic.
En Lugo salió la versión conservadora de Juan Merino. El técnico gaditano ha pasado de la opción atrevida de su debut, con cuatro delanteros en el once, a la plagada línea de cinco defensas con la que se desplegó de inicio en el Ángel Carro.
Necesitó dos partidos para ponerse a reparar la principal fuga de puntos del Nàstic. Los granas no dejan la portería a cero desde el triunfo en el Nou Estadi ante el Cádiz, a finales de noviembre. Siete partidos, contando los dos de Copa del Rey frente al Alavés, encajando como mínimo un gol. El Lugo también perforó la portería grana. Ocho seguidos.
La fórmula tenía también un claro componente de adaptación al rival. Luis César ha educado a los suyos para comportarse como manada. Un grupo de sacrificio soberbio y despliegue ofensivo amenazante. Salen lanzados y ordenados para plantarse en los dominios visitantes desde todas las calles posibles. Cuesta horrores frenarlos cuando se lanzan como auténticos depredadores hacia su presa. 
Las garras llevan el nombre de Iriome y Pedraza. El fútbol que se suele aplicar en el Ángel Carro es impaciente. Un quita y pon constante, al más tierno estilo británico de los 80’s. De aquí para allá y vuelta,  con especial relevancia de las bandas. Iriome y Pedraza gestionan esos carriles en Lugo. Ya les puedes poner obstáculos que cuando meten la directa tienen las de ganar. Velocidad, criterio y potencia. Ello son las vitaminas del conjunto gallego.
El partido prescindió del medio del campo durante los primero 45 minutos. Merino tiró de peloteros pero en la medular todo era efímero. Un paseo fugaz e inevitable para llegar arriba. El Nàstic se dejó hacer. Ya le viene bien a la nueva disciplina del verticalismo  instalada por Merino.
Luismi quedó absorvido por el sistema defensivo, mientras Tejera y Cordero se pegaban a Emaná y Manu Barreiro para dominar las segundas jugadas. El partido se plagó de ellas. Los cuatro rascaron faltas peligrosas en las inmediaciones de José Juan, pero escasamente aprovechadas. Un remate de Emaná en el segundo palo, que repelió el travesaño fue la ocasión más clara para el conjunto tarraconense en el primer tiempo.
Manu Barreiro no pudo seguir más que tres minutos después del descanso. Entró Stephane Emaná y revolucionó el duelo. Generó movimientos, una intensa presión y una asociación fructífera con su hermano Achille. 
En el segundo acto, el Nàstic buscó más el piso. Hizo transitar el balón mucho más por el suelo y Luismi conectó más y mejor con el resto del equipo. El conjunto grana tenía el partido bajo control. Pero el ataque local se volvió fatal en un contragolpe. El lateral de Cabra del Camp ganó la línea de fondo y raseó al corazón del área. Ese hábitat que Joselu vive tan cómodamente. Incluso desde el suelo enganchó el balón para mandarlo lejos del alcance de Reina.
Resarcirse de ese golpe helado, en un congelado Ángel Carro, no era fácil. Menos para un equipo tan tocado mentalmente como el Nàstic. La medicina llegó por la banda de Gerard Valentín. El lateral, reconvertido ayer a carrilero, llevó a Lugo la competencia férrea que protagonizó con Jordi Calavera en Tarragona por el puesto. Los dos influyeron en el marcador con una asistencia. Si Jordi lo hizo para el 2-1, Gerard colaboró en el 2-2. Alcanzó la línea de fondo, jugada clásica, para centrar al segundo palo para que Achille igualara el choque. 
La tesitura era compleja.  El empate no era malo, pero Merino puso todo lo que tuvo. Álex López dio forma al atrevimiento. El técnico volvió al 4-4-2 para llevar al límite la locura en la que se convirtió el duelo con el intercambio de goles.
El calafellense también quiso resarcirse con una jugada de pura técnica. Bailó a Marcelo y a Miquel en dos baldosas. Encontró espacio para llegar ante José Juan que lo derribó claramente. Los jugadores granas elevaron los brazos al aire en señal de protesta mientras buscaban con la mirada al colegiado. Stephane no se anduvo con minucias. Vio el balón suelto y lo empaló par poner el 2-3 y llevar al Nàstic al éxtasis.
Stephane Emaná tenía todos los números para abandonar el club en este mercado de invierno. Lo querían equipos de Segunda y toda la Segunda B. Las dudas de la dirección deportiva y del propio Merino en prescindir de un delantero le han mantenido en la plantilla. Aunque fuera por precaución. 

No parecía siquiera que fuera a tener sus opciones. Pero en Lugo la recibió y el menor de los Emaná respondió con una actuación soberbia. Un doblete de goles para culminar una remontada en la que colaboró activamente su hermano Achille. Debe ser la única ocasión que Stephane le roba protagonismo a la estrella de la familia. El internacional camerunés puso también de su parte con el gol del 2-2 y la asistencia el 1-1.

La conexión Emaná enfocó el coraje de un equipo que exhibió una fortaleza mental inesperada. Respondiendo a los goles del Lugo con voracidad. Este equipo sí parece capaz de darle la vuelta a la situación. En esta actitud sí se puede confiar. La primera vuelta acaba de comenzar. Quedan 20 partidos, 11 de ellos en casa, todavía queda tela que cortar. 

El asunto de los arbitrajes pasa de castaño oscuro. Penalizan lo que no está escrito. Algo hay que hacer. El club debe plantarse. Dar alguna señal. No es normal que a los 14 minutos, en una acción de agarre recíproco dentro del área entre dos futbolistas  –Mossa e Iriome– el madrileño Pizarro Gómez acabe señalando el punto de penalti sin despeinarse. Luego perdonó amarillas a los jugadores del Lugo y se comió un penalti sobre Valentín. Si alguien condena definitivamente al Nàstic que sea el propio Nàstic.

En Lugo salió la versión conservadora de Juan Merino. El técnico gaditano ha pasado de la opción atrevida de su debut, con cuatro delanteros en el once, a la plagada línea de cinco defensas con la que se desplegó de inicio en el Ángel Carro.

Necesitó dos partidos para ponerse a reparar la principal fuga de puntos del Nàstic. Los granas no dejan la portería a cero desde el triunfo en el Nou Estadi ante el Cádiz, a finales de noviembre. Siete partidos, contando los dos de Copa del Rey frente al Alavés, encajando como mínimo un gol. El Lugo también perforó la portería grana. Ocho seguidos.

La fórmula tenía también un claro componente de adaptación al rival. Luis César ha educado a los suyos para comportarse como manada. Un grupo de sacrificio soberbio y despliegue ofensivo amenazante. Salen lanzados y ordenados para plantarse en los dominios visitantes desde todas las calles posibles. Cuesta horrores frenarlos cuando se lanzan como auténticos depredadores hacia su presa. 

Las garras llevan el nombre de Iriome y Pedraza. El fútbol que se suele aplicar en el Ángel Carro es impaciente. Un quita y pon constante, al más tierno estilo británico de los 80’s. De aquí para allá y vuelta,  con especial relevancia de las bandas. Iriome y Pedraza gestionan esos carriles en Lugo. Ya les puedes poner obstáculos que cuando meten la directa tienen las de ganar. Velocidad, criterio y potencia. Ello son las vitaminas del conjunto gallego.

El partido prescindió del medio del campo durante los primero 45 minutos. Merino tiró de peloteros pero en la medular todo era efímero. Un paseo fugaz e inevitable para llegar arriba. El Nàstic se dejó hacer. Ya le viene bien a la nueva disciplina del verticalismo  instalada por Merino.

Luismi quedó absorvido por el sistema defensivo, mientras Tejera y Cordero se pegaban a Emaná y Manu Barreiro para dominar las segundas jugadas. El partido se plagó de ellas. Los cuatro rascaron faltas peligrosas en las inmediaciones de José Juan, pero escasamente aprovechadas. Un remate de Emaná en el segundo palo, que repelió el travesaño fue la ocasión más clara para el conjunto tarraconense en el primer tiempo.

Manu Barreiro no pudo seguir más que tres minutos después del descanso. Entró Stephane Emaná y revolucionó el duelo. Generó movimientos, una intensa presión y una asociación fructífera con su hermano Achille. 

En el segundo acto, el Nàstic buscó más el piso. Hizo transitar el balón mucho más por el suelo y Luismi conectó más y mejor con el resto del equipo. El conjunto grana tenía el partido bajo control. Pero el ataque local se volvió fatal en un contragolpe. El lateral de Cabra del Camp ganó la línea de fondo y raseó al corazón del área. Ese hábitat que Joselu vive tan cómodamente. Incluso desde el suelo enganchó el balón para mandarlo lejos del alcance de Reina.

Resarcirse de ese golpe helado, en un congelado Ángel Carro, no era fácil. Menos para un equipo tan tocado mentalmente como el Nàstic. La medicina llegó por la banda de Gerard Valentín. El lateral, reconvertido ayer a carrilero, llevó a Lugo la competencia férrea que protagonizó con Jordi Calavera en Tarragona por el puesto. Los dos influyeron en el marcador con una asistencia. Si Jordi lo hizo para el 2-1, Gerard colaboró en el 2-2. Alcanzó la línea de fondo, jugada clásica, para centrar al segundo palo para que Achille igualara el choque. 

La tesitura era compleja.  El empate no era malo, pero Merino puso todo lo que tuvo. Álex López dio forma al atrevimiento. El técnico volvió al 4-4-2 para llevar al límite la locura en la que se convirtió el duelo con el intercambio de goles.

El calafellense también quiso resarcirse con una jugada de pura técnica. Bailó a Marcelo y a Miquel en dos baldosas. Encontró espacio para llegar ante José Juan que lo derribó claramente. Los jugadores granas elevaron los brazos al aire en señal de protesta mientras buscaban con la mirada al colegiado. Stephane no se anduvo con minucias. Vio el balón suelto y lo empaló par poner el 2-3 y llevar al Nàstic al éxtasis.

 

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