El Calafell se doctora en el templo

Hockey. Los verdiblancos se llevan el derbi ante un Reus  Deportiu incómodo y falto de contundencia ofensiva (3-4)

19 febrero 2020 22:14 | Actualizado a 21 febrero 2020 12:31
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Hay Calafell para grandes citas. Lo demostró en Reus, en un derbi en el que exhibió capacidad para la intendencia e instinto caníbal ante gol. Se apuntó un partido vertiginoso ante un rival que jamás alcanzó la plenitud. A merced en el marcador, el Reus quiso pero no pudo. Se perdió en sus aventuras utópicas.

Una transición descosió el derbi, cuando los dos equipos todavía andaban en el despegue. Tiago sirvió al movimiento de Julià, que encontró un paraíso solitario en el camino. Nadie salió a su paso, sólo el arquero, Martí Serra, que no adivinó la intención maliciosa del atacante del Reus, siempre tierno en apariencia, dócil. Maniobra con tanta destreza que hasta da reparo salir a su paso. Fue gol para el Reus. Justo antes, una triangulación fabulosa, entre Carballeira, Tiago y Salvat no abrió el marcador de casualidad. Julià sí acertó y presagió un nuevo escenario.

El Calafell, lejos de hundirse, decidió bien; intentar competir más allá del resultado. No basó su propuesta únicamente en los condicionantes del electrónico. Le dio beneficios para sujetarse al partido. Con algo de fortuna y tras un rechace dentro del área, Romeu, un defensa cerrado, se convirtió en el interior más listo. La acompañó a la red y envió un mensaje de resistencia.

Tanto es así, que los verdiblancos crecieron con jerarquía. Parecía no pesarles el escaparate ni la responsabilidad. Reforzaron su rostro con una ventaja que enredó al Reus. Pellizzari, con ojo clínico y pala minuciosa, dispuso la pelota en el ángulo de Ballart, desde media distancia. La rebelión visitante se había consumado. 

El Reus aceleró sus biorritmos y acentuó de pulsaciones al derbi. Contó una directa más superioridad numérica que se dejó en el camino más que nada por su falta de tino. Vio portería pero anduvo falto de colmillo, una carencia habitual durante todo el curso. En todo caso, los de Garcia sentían la incomodidad, a pesar de que por corazón, nadie puede reprocharles deseo. 

Cuando lo precisó, el Calafell activó el espíritu de supervivencia en la trinchera. Dispone de condimentos muy propios de su técnico, Ferran López. Esfuerzo, capacidad de sufrimientos, valores que siempre han distinguido a los equipos de López. Y además, en el templo, el Calafell encontró la contundencia. No llegó en abundancia a Ballart, pero no lo necesitó. A dos minutos del respiro, Torné culminó en el segundo poste y encendió el derbi. 

Garcia tomó medidas tácticas para cambiarle el aire a la noche. El Reus combinó su defensa individual con una zona ambiciosa y obtuvo ventajas. Recuperaba rápido y podía correr. La amenaza en la otra orilla corrió a cargo de Bancells, que arrastró al poste desde dentro del cuadro, un hábitat poco natural para él. Más incisivo y vertical, el Reus pareció hundir al Calafell pero no acabó nada de lo que generó. Volvió a liquidar un penalti, en el stick de Àlex Rodríguez, y dos remates sin oposición de Del Río. 

En cambio, al Calafell le bastó para hallar un espacio descomunal en la transición, consciente del riesgo extremo al que había acudido el rival. Romeu, en el palo largo, aniquiló con dureza y llevó a su escuadra hacia un lugar idílico; el 1-4. Ni siquiera la pizarra más optimista de Ferran López hubiera imaginado un botín tan gigantesco.

Del Río activó la épica para el Reus con una acción deliciosa, repleta de sutileza técnica. Trabajó por detrás de la portería y sorprendió a Serra con un remate a media altura. Los rojinegros se desenvolvieron entonces bajo el ritmo del tambor batiente, pero carecieron de finura y precisión. Nadie les puede negar alma, pero al equipo le faltan argumentos de alta calidad. 

César Carballeira responde bien al estereotipo de actores heroicos, que sobreviven a la dificultad gracias a la fe extrema con la que se expresan. Con el Reus sumergido en un querer y no poder, el gallego descubrió su pala para perforar a Serra, en superioridad numérica rojinegra, tras otra azul a Torné. Discutida con mucho ímpetu en el banco visitante. 

El 3-4 dibujó un desenlace apasionante, con cuatro minutos por consumir. Hubo situaciones en las dos áreas, pero el Calafell resistió. Se doctoró en el templo.

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