El Nàstic consuma el descenso virtual (Nàstic 0-1 Extremadura)

Un buen Nàstic sin gol cae ante un Extremadura enrachado (0-1) y deja el descenso consumado a falta de que las matemáticas lo hagan oficial

04 mayo 2019 19:28 | Actualizado a 05 mayo 2019 19:15
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Duele en el alma ver a este Nàstic. Ni queriendo puede. Lo intenta. Lo busca, pero no le da. Así ha sido toda la temporada. Ayer no dio la imagen de ser un equipo desahuciado, pero ni con esas. Al Extremadura le sirvió un simple golpe para llevarse los tres puntos y prolongar su inercia positiva de resultados que le ha permitido encadenar cinco victorias consecutivas y situarse en la tabla con 45 puntos. Todo lo contrario a un conjunto grana que no tuvo claridad en los metros finales y que volvió evidenciar que la falta de gol será uno de los principales argumentos a la hora de explicar el descenso.. Ahora ya se puede decir firmemente que el descenso es virtual y solo queda esperar a que las matemáticas lo hagan oficial.

Hasta dentro de este contexto de pesadilla en el que anda inmerso el Nàstic se pueden sacar conclusiones positivas, ya que hasta en la más grande de las tormentas siempre hay claros. En este caso, los claros tienen nombre propio: Viti Martínez, Pol Valentín y Salva Ferrer. Los tres futbolistas procedentes de la Pobla   presentaron argumentos sólidos para capitanear el proyecto que debe tener el regreso a la Segunda División en el horizonte. Les honra su actitud y les avala sus condiciones futbolísticas. Ellos son el futuro, pero sobre todo el presente. Y su inmediato pasa por poder tener todos los minutos posibles de aquí al final de temporada.

En lo que concierne al partido en sí, el Nàstic salió autoritario, convincente y demostrando que la versión como local  de los últimos meses es digna. Su principal argumento ofensivo residió en las figuras de Ike Uche y Luis Suárez. Una dupla que generó, pero no hincó. Los dos delanteros mezclan bien porque sus virtudes no se solapan. A Luis Suárez le apasiona el espacio y a Ike Uche eso de moverse entre líneas cada vez le seduce más. Quizás porque su gran poder reside ahora en la lectura del juego. Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que el nigeriano devoraba yardas a la espalda del rival.  Lástima porque esa versión de Uche le vendría que ni pintada a un Nàstic sin colmillo.

La ocasión más clara de los tarraconenses llegó en el minuto 31 de juego. Thioune sacó de su repertorio de juego un disparo desde la frontal que besó el palo largo de la portería de Casto. Hubiese sido justo el gol local por lo acontecido. Pero el fútbol muchas veces se explica a través de las inercias y ayer volvió a ser así. Probablemente, ese disparo a cargo de un jugador del Extremadura hubiese tocado el palo para acabar entrando en la portería.

También tuvieron los extremeños una clara ocasión en la primera mitad. Fue en una desconexión de la defensa que acabó con un balón filtrado a la espalda de Djetei que recibió Perea, quien no pudo superar a un eléctrico Becerra, que mostró autoridad en el mano a mano.

En la segunda mitad, el contexto se ensució algo más. El Nàstic no dominó con tanto esmero, pero aún así fue superior. El Extremadura resistió, consciente de que su oportunidad iba a llegar. Era cuestión de esperar y seguir frenando el ímpetu grana. Porque la sensación que se respiraba en el Nou Estadi era de que se podía jugar toda la tarde y de que el gol local no iba llegar.

Finalmente, el gol que llegó fue el visitante. Alfredo Ortuño repartió cátedra con la agonía sobrevolando el Nou Estadi. El delantero siempre está aunque no se le espere. Aunque el contexto en el que conviva no le enseñe protagonismo. Tuvo una y la clavó. El ariete del Extremadura cazó un balón en el área sin oposición alguna y no perdonó.  Embocó y superó a Becerra con frialdad desatando el delirio de una afición visitante que ya celebraba una permanencia ya casi consumada.

Lo que sí que ayer se consumó aunque sea de manera virtual es el descenso del Nàstic. Impotencia y rabia, esos son los dos sentimientos que el Nou Estadi aireó a los cuatro vientos tras el gol visitante y el pitido final. La pesadilla llega a su fin. Fue bonito mientras duró. 

 

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