El Nàstic supera al Albacete con un gol de Sadik de penalti (Nàstic 1-0 Albacete)

El macedonio anotó el tanto de la victoria ante el Albacete en el Nou Estadi desde los once metros en el tiempo de descuento

09 marzo 2019 21:16 | Actualizado a 11 marzo 2019 12:10
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La fe se alimenta en las épicas. De esos instantes mágicos que generan explosiones descontroladas de júbilo. Momentos como el que siguió al gol de penalti de Berat Sadik, en el descuento. La felicidad se desató en la grada y en el césped. Es solo un triunfo, pero también un alivio. El de ver que por fin, un buen partido, un actuación completa en defensa y en ataque, con argumentos futbolísticos, que es casi lo más importante de todo, diera un triunfo.

El Nàstic estuvo por encima del Albacete durante la mayor parte del encuentro. Le superó con juego. Dominando su área y manejando el centro del campo con u Viti superlativo. La zaga, de cinco, controló magníficamente su parcela, mientras que los esfuerzos de Kanté y Luis Suárez ofrecieron puntales de ilusión.

El redoble de campanas que siempre ofrece el Nou Estadi valió para que los primeros minutos se viera un Nàstic combinativo con un Viti sobresaliente. El chaval exhibió una indomable personalidad para dirigir a sus compañeros como el ancla sobre la que pivotaba toda la circulación. Se movía con una elegancia propia de un jugador veterano. Cuando erraba en el pase, enseguida recuperaba la posición para volver a hacerse con el esférico. Pide minutos y una apuesta firme de cara al futuro.

Los buenos minutos iniciales se desactivaron por miedo. El que causa Zozulia. Un delantero incómodo como pocos en Segunda División. Su lucha constante y sus movimientos inteligentes entre centrales, provocan en los defensores una concentración exigente. A ello le añade un remate exquisito. Como el que ejecutó al cuarto de hora. Respiró el Nou Estadi al ver cómo tocaba la red, pero por el lateral.

Ese susto hizo recular al cuadro local. El Albacete se acomodó. Impuso su hegemonía. Ese fútbol vertical que le ha llevado a codearse entre los de arriba. De no ser por la mala racha del último mes, seguirían en puestos de ascenso directo. Bela se iba hacia el centro para dejar a Borja el carril zurdo. Por ahí vino el escaso peligro que generaron los manchegos en los primeros 45 minutos.

El Nàstic recuperó el aliento y la lucidez poco antes de finalizar el primer acto. El triángulo Thioune-Imanol-Viti carburó de nuevo y Luis Suárez el resquicio para colarse. Armó con velocidad su pierna para cargar contra Tomeu Nadal. El portero y capitán manchego reaccionó con una de sus admiradas paradas.

Volvieron a encontrarse en un centro fuerte y raso del colombiano a Kanté que el arquero balear rechazó con el pie. Con esa igualada se llegó al descanso.

El Nàstic volvió al campo con más fe todavía. Se vio capaz de liquidar a un equipo de los potentes de la categoría con argumentos futbolísticos. Y con ellos atacó. Elevó un grado más la presión y la velocidad de la circulación. Mandaba el balón de lado a lado, provocando grietas en el muro construido por Ramis.

Enfiló una de ellas Viti pero fue derribado justo antes de poder rematar.

La acción más clara la tuvo Noguera. Arrancó con autoridad desde el centro de la zaga filtró un pase a Kanté y se animó al ataque. El balón llegó a Pipa que sirvió un balón al segundo palo para que Noguera, sin ningún impedimento, rematara. Lo tenía todo para marcar. Pero cabeceó flojo y demasiado cerca de Tomeu que despejó.

Enrique Martín atisbó la necesidad de cambiar algo para mantener fresco al equipo. La duda era a quién cambiaba. Optó por Kanté, asfixiado y Thioune, apercibido con una amarilla. Entraron Sadik y Cotán

Un partido que pudo romper la estrategia. Una faceta que el Nàstic demostró no dominar. Cuando dos de tus jugadores chocan en varias acciones de balón parado, por compartir trayectorias, es que algo no funciona.

Se olía otro empate desesperante. No esta vez. Ocón Arráiz acertó al cobrar penalti por una mano clara de Gentiletti dentro del área. La responsabilidad cayó en Sadik. Un jugador que el Nou Estadi recibió con ese ‘runrún’ que provocan las dudas. El macedonio criado en el frío de Finlandia se aisló de todo. Miró a Tomeu y lo engañó con facilidad para marcar su primer gol con la zamarra grana.

Era el tiempo de descuento pero aún hubo que sufrir para celebrar el triunfo. Zozulia se guardó la última bala que se estrelló en la madera.

Una victoria de fe para el nastiquismo. Hay mejora futbolística y el resultado ya acompaña.

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