El Reus reparte sueños

Los rojinegros superan al Barça B con goles de Haro y Lekic (2-1), y otra actuación colectiva deslumbrante. Debuta Karim Yoda. El equipo alcanza los 24 puntos, los mismos que el año pasado a estas alturas

02 diciembre 2017 20:35 | Actualizado a 04 diciembre 2017 18:58
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Dejan Lekic trota sobre el césped con aspecto cansino, como si los esfuerzos gigantes le castigaran el ánimo. Parece que todo lo que sucede lejos del área le importe demasiado poco. Engaña. Hasta ahora, su cuerpo caminaba en el alambre. Andaba cogido en pinzas, porque el físico sufría la ausencia de la pre-época, esa preparación indispensable para competir en la élite. En todo caso, cada contacto con la pelota del serbio enseñaba rasgos diferenciales. Descarga con criterio, mantiene un primer paso interesante, utiliza con sutileza ese cuerpo gigantón. Luego hay algo que le distingue, una calidad de remate deslumbrante. Cuando pisa el área su papel toma un valor fundamental. Volvió a ocurrir ante el Barça B.

En el primer bocado del segundo tiempo, el Reus ejecutó una estrategia. En las botas de Gus Ledes suele convivir la precisión. En concreto en su zurda milimétrica. No es un pie, es un guante de béisbol. Gus envió un plátano de curva maligna hacia el corazón del área. El primer intento chocó con el cuerpo de un guardián azulgrana. La pelota cayó muerta al segundo palo, como pidiendo auxilio. Lekic interpreta con análisis minucioso cada inercia del balón cuando se acerca a la gloria. Cuando éste besó el césped halló la diestra del cirujano serbio. Fue gol, claro. De primeras. Pareció a aquel amiguete que no se movía del poste, apoyado en él, durante el recreo. Solo para fardar de goles, cuando el resto de la clase le masacraba a reproches por su escaso o nulo compromiso defensivo.

A todo esto, el acierto de Lekic, el tercero de su nómina personal, definió un nuevo éxito del Reus, que actuó con una firmeza abrumadora para competirle al Barcelona, un rival de mucho ruido y pocas nueces. Combina con aseo, pero finaliza poco. Más bien nada. Sólo Aleñà pareció disponer de instinto caníbal. Fue él contra el mundo.
Probablemente, la conquista del Reus se gestó en su ejercicio de realidad. Conscientes de que, en muchas fases, iban a necesitar refugiarse y bascular detrás de la pelota, los chicos de Garai se armaron de paciencia para desactivar ese ADN Barça de tocar hasta el fin de los días. Fue una prueba de madurez que superó el Reus, que derrochó de nuevo personalidad. El tino para jugar cuando se daba y para correr la transición cuando emergían los espacios. Dominar registros.

La opción de los dos puntas coronó la propuesta. Garai formó con Edgar y Lekic, dos tipos que pueden aparentar un perfil idéntico, pero curiosamente mezclan deliciosamente. Ocupan bien las zonas y no se molestan. Edgar suele barrer, correr pelotas imposibles y rescatar causas perdidas. Lekic ejecuta, finaliza, completa el trabajo. Luego se miran y sonríen, como los dos traviesos de la banda, los que ocupan siempre la zona trasera del autobús para armar alboroto.

El primer tiempo se había consumido con el frontón del Barcelona, de manejar y manejar sin romper líneas ni abrir grietas. Al Reus le bastó con andar bien puesto, en esa actitud militar que Tito maneja con puntualidad. Nadie se despista, nadie se borra, cuando un colega grita ayuda se enciende la alarma y se le rescata. Como una ONG sin ánimo de lucro. En eso se transforma el Reus, a veces.

En uno de esos vuelos eléctricos que Migue activa de vez en cuando desde la izquierda se abrió la primera polémica. En la otra orilla, el carrilero zurdo del Reus cayó entre un mar de piernas azulgranas. Las imágenes piden penalti, pero el VAR todavía no se ha instaurado. 

El partido sólo se desató cuando el pequeño diablo tomó una determinación sencilla, por lo menos a simple vista; correr a la espalda de los enemigos. El Reus se avanzó con una obra tan arcaica como legítima. Sirvió Edgar Badia desde el arco, peinó Edgar Hernández como Gasol en el poste bajo, y culminó David Haro, en carrera y por bajo. Energía sin desmayo.

El Estadi había encendido las estufas del confort, pero nadie sobrevive en la complacencia. El Barça igualó cuando menos imaginaba. Gracias al inconformismo de Aleñà, que agujereó al Reus por el centro y cazó un penalti al borde del respiro. Anotó Arnáiz, aunque Lekic guardó la munición para el desenlace.

El serbio decidió, arropado por un Reus imponente, que gestionó la ventaja con categoría, sin apenas lamentar sustos. Sólo una parada majestuosa de Badia, tras otra aparición deslumbrante de Aleñà, un aventurero incomprendido. 

Ficha Técnica.

REUS. Edgar Badia; Jorge Miramón, Olmo, Pichu Atienza, Migue García; David Haro (David Haro, min.70), Tito, Gus Ledes, Carbonell (Campins, min.84); Lekic (Borja, min.92) y Edgar Hernández.

BARÇA B.  Ortolà; Palencia, David Costas (David Concha, min.87), Cuenca, Cucurella; Ruiz de Galarreta, Fali (Abel Ruiz, min.71), Aleñá; Cardona, ‘Choco’ Lozano y José Arnáiz.

Goles. 1-0, min.43: David Haro. 1-1, min.45: José Arnáiz (p). 2-1, min.51: Lekic.

Árbitro. Jorge Figueroa Vázquez (comité andaluz).

 

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