El hundimiento

La Pobla salió goleada ayer del Municipal ante la visita del Mestalla, en un choque donde los granas apenas inquietaron la meta de Álex Sánchez. El valencianista Aridai fue la figura del encuentro y el filial grana toca fondo tras una racha fatídica

19 mayo 2017 20:17 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:30
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El heroísmo futbolístico no tiene que ver con estrellas que levantan copas continentales, sino con mortales que superan contratiempos imposibles. La Pobla se ha metido de lleno en uno vertiginoso. Cuando los despropósitos se suceden sin freno, los atisbos de esperanza desaparecen en el fondo de la oscuridad. Ante el Valencia Mestalla los argumentos para creer en algo semejante al triunfo no se vistieron de corto y aún menos pisaron el pasto. El 0-4 refleja el golpetazo que reclama una reacción. Aunque el marcador sea excesivo, los verdugos valencianistas acertaron sus hachazos. Dejaron al cuadro grana sin pulsaciones. Hundidos ante el desastre.

Es curioso cómo un portero puede mostrar nervios de alta tensión con los pies y manos resbaladizas. Ondoa volvía al equipo tras su única actuación de grana hace algo más de un mes ante el Reus (derrota, 3-2). Su debut en el Municipal no podía ser más cruel. Apenas se habían cumplido siete minutos cuando un córner le complicó la tarde. Carlos Soler botó el saque de esquina con parábola envenenada. Ondoa dio un paso adelante por propia inercia. De repente, la bola caprichosa se escoró al segundo poste y el camerunés se estiró en el cielo. Su mano sólo acarició el aire. El balón cayó a la red (0-1).

Abonados al pelotazo, ninguno de los dos rivales se imponía. Las segundas acciones eran la parte aderezada de la merienda y en muchas ocasiones las raciones sabían escuetas. La Pobla forjada a fuego lento en el primer tramo del campeonato ha perdido su química. El juego directo no ha aportado resultados. El sufrimiento de ayer fue su radiografía más reveladora.

En uno de los espejismos de fútbol sibarita, Gabi, Álvaro, Emaná y Nacho Pérez se repartieron el esférico. El zurdo quiso culminar la acción pero le arrollaron en el área chica. El árbitro miró como despistado las nubes más preocupado por la lluvia que de castigar la falta.

En plena siesta futbolística, un minuto de éxtasis cortó el sueño. Primero, Tropi chutó duro y raso desde dentro del área grana. Con unos reflejos felinos, Ondoa se lanzó a su derecha para evitar el segundo. Seguidamente, Gabi, con visión de adivino, filtró la bola a un hueco donde no pasaba nada. Apareció Emaná con su zancada olímpica para empalmarla de primeras. El balón cogió velocidad meteórica y su estela dibujó una curva malvada. Alcanzó su punto álgido justo para sortear la escuadra por milímetros.

El segundo acto arrancó con un par de incursiones de Nacho Pérez a tierra enemiga sin mucha historia. Aunque su habitual levedad para flotar por terreno contrario no tuvo continuidad. La voluntad para cambiar el destino existía pero los medios no funcionaban.

Cansado de ver balonazos de una área a otra, tanto por parte de Ondoa como de los dos centrales, Joaqui y Polaco, Martín Posse introdujo a Acosta buscando ideas en la salida. Nadie le advirtió que le había mirado un tuerto.

Acosta regateó a un delantero ‘ché’. Se animó demasiado y probó de zafarse de Quim Araujo. Éste le pispó el esférico cerca de la grande. La cedió a Aridai, quien se lo preparó ya pisando área. Soltó un latigazo imparable (0-2).

En otra acción desdichada del central, cometió una falta rigurosa en el porche del área. Pese a que la posición de francotirador era más para un zurdo, Aridai reclamó el cuero. Su ejecución superó la barrera con un ángulo dichoso y murió en el fondo de la portería de Ondoa (0-3).

Si el tercero no era condena suficiente, el desenlace aguardaba todavía otro mazazo para una Pobla que en la segunda no supo frenar las contras rivales. Aridai, disfrazado de figura, dribló a los centrales con equilibrio de funámbulo y como si le diera pereza enchufar el cuarto, se lo regaló a su compañero Arango (0-4).

Las tres trompetas apocalípticas pusieron fin a la derrota más dura del curso. No sólo por el volumen de goles, sino por el estado anímico de una Pobla que acarrea nueve jornadas sin ganar. Tras tocar fondo, los jugadores deben empezar a creer en una gesta épica.

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