El legado de Natxo González

El técnico no sólo ha situado en el foco profesional al Reus, también le ha impregnado de una riqueza táctica admirada. Hoy se mantiene como el equipo menos goleado de Segunda División

07 junio 2017 16:25 | Actualizado a 09 junio 2017 11:05
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8 de febrero de 2015. El Estadi de uñas, enfurecido con el quiero y no puedo de su Reus, atascado, cerca de la depresión. El escenario se aleja del lujoso escaparate profesional. La postal refleja la crueldad de Segunda B, con el Estadi medio vacío y el rival sin nombres rimbombantes. El Mallorca B, a pesar de ello, amenaza. El partido se marcha al descuento indefinido. Vallejo, un centrocampista balear, sorprende desde segunda línea y controla una pelota golosa. Con aroma a gol. Se enfrenta en el mano a mano a Badia. Éste inaugura su nómina de milagros con una parada majestuosa. Salva los muebles del Reus, quizás también los de todo un proyecto. 
El guiño del destino no termina ahí. Dinis recoge el balón desesperado y lo envía al limbo. Vítor acompaña y Sellarès dentro del área lo escupe hacia la boca del lobo. Se encuentra el pie de Edgar Hernández. También su alma. Con ella la empuja a la red. Lo que caminaba hacia el drama se transforma en respiro y gloria. Fútbol puro.


Natxo González lo vive contenido en el palco. Se encuentra castigado por los jueces. Acompañado por Ferran Asensio, exponente de la dirección deportiva. El técnico no oculta sentimientos ni sistema nervioso. El gol de Edgar le desata. Nadie lo confirma, pero su futuro pende de un hilo. La influencia de los Edgars aquel día mantiene viva la llama. Curioso. Los dos le han seguido hasta el último día de su obra. 
Desde entonces, el viaje del Reus ha transitado bajo el signo del éxito. Natxo no suele rememorar las emociones de aquel partido, pero seguramente en su interior piensa mucho en el que fue, probablemente, el instante más delicado de su segunda etapa en Can Reus. Encontró esa dosis de azar necesaria para el conquistador. La fe nunca la perdió. Los méritos de este estratega amante de los detalles, hoy, nadie los pone en tela de juicio.


Un equipo reconocible
El principal tiene que ver con la rutina y unos hábitos de esfuerzo innegociables. Para eso se acerca al sargento de hierro. González detesta la dejadez, la irresponsabilidad profesional. Ha dirigido a un grupo de futbolistas comprometido, fiel a la causa. Del resto se ha encargado esa visión táctica privilegiada que parece disponer para el juego. 
En el libreto del de Vitoria existe una evolución incuestionable. El Reus del ascenso pionero a Segunda División se distinguió por ese trato delicado por el balón, por la capacidad de gobernar el juego de posición y posesión. La exhibición del 22 de mayo de 2016 en el Sardinero, ante el Racing, se convierte en la obra maestra de Natxo González. El 0-3 abrió las puertas de Segunda División, aunque la forma de conseguirlo encumbró al Reus. Muy preocupado por la estética del buen gusto.

En la nueva vida profesional, Natxo ha necesitado convencer a sus jugadores de que, además de dominar los partidos, se hacía indispensable atrapar otro registro; el de la supervivencia defensiva. Con el presupuesto más bajo y los recursos más limitados, ha cosido a su escuadra bajo un 4-4-2 hermético, de grietas invisibles. El orden defensivo ha mantenido al Reus entre los elegidos. Hoy conserva el título de menos goleado del campeonato, un desafío casi utópico para cualquier recién ascendido. Y no por ello ha dejado de amar la pelota. Cuando ha podido la ha tratado siempre con criterio.
Esa capacidad para enriquecer y ofrecer soluciones tácticas al Reus ha impulsado a un técnico valorado por los mejores proyectos de Segunda A, incluido Zaragoza, su próximo destino. El memorable primer tiempo del domingo ante el Valladolid confirma un legado indiscutible.

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