El lehendakari de San Mamés

La leyenda de Gaizka Toquero en Bilbao se originó en la vuelta de semifinales de la Copa ante el Sevilla (2009), su competición fetiche. Este jueves visitará el Nou Estadi con el Alavés

19 mayo 2017 17:13 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:52
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El antiguo San Mamés eligió a su lehendakari en una noche de Copa ante el Sevilla. Un joven delantero de 24 años y una alopecia distinguible culminaba la remontada bilbaína. Los leones habían perdido el partido de ida de semifinales en el Sánchez Pizjuán por 2-1. Javi Martínez había abierto el marcador. El 1-0 ya valía para pasar a la final. Llorente puso el 2-0 y daba algo de tranquilidad. El éxtasis llegó con Toquero.

Gaizka Toquero (Vitoria-Gasteiz, 1984) apenas llevaba tres meses en Lezama. Había fichado por el Athletic en verano de 2008 pero el club decidió cederle al Eibar, de Segunda división. Hacía menos de un año mordía a sus rivales en el césped de Las Llanas de Sestao, en Segunda B. Un fútbol de a pie. Crudo. Sin farándulas de ningún tipo. Piernas, choques, codazos y alguna floritura que rescataban los resúmenes deportivos dominicales. La adaptación al profesionalismo, creyeron en la capital vizcaína, requería paciencia y un trámite previo en la categoría de plata. Esa fase duró menos de lo esperado. En el mercado de invierno, Joaquín Caparrós, entrenador del conjunto rojiblanco, dio indicaciones para rescatar al delantero, a pesar de las dudas iniciales. El bueno de Joaquín cayó preso de la apariencia. Le echó a Toquero más años de los que tocaba. Por suerte, rectificó. De la noche a la mañana el atacante pasó a completar el reparto de uno de los ‘grandes’ de Primera división y su nombre comenzaba a sonar en la mágica grada de ‘La Catedral’.

Caparrós fue su padrino y cicerone en la máxima competición estatal. Le transmitió confianza y una oportunidad para exhibir su carácter rebelde. Toquero es un delantero esforzado. No especula con el rival. Le acosa. Le arrastra hacia el error. Ese sacrificio innegociable enamora a la hinchada. El vitoriano se ganó a San Mamés a base de raza. Como gusto en la ria de Bilbao. Allí los ídolos no se forjan a base de goles, sino de humanidad vasca. Sus dianas fueron un simple aderezo que le ayudaron a rematar su mito.

Comienzo del ídolo

La noche de autos, el 4 de marzo de 2009, era la tercera ocasión en la que figuraba como titular en el once de Caparrós. El Athletic andaba desbocado. Con el 2-0 ya en el electrónico. Llorente acorraló a Prieto. El defensa sevillista tropezó con el balón. Lo perdió de vista. Cuando quiso darse cuenta, el riojano ya estaba centrando al segundo palo. Toquero había seguido la jugada desde que se inició con un saque de banda por la derecha. Sólo él confió en su compañero y obtuvo el botín merecido. Recibió solo. Apuntó y superó a Andrés Palop. 3-0. Pase a la final –que perderían ante el FC Barcelona con gol de Toquero incluido– y celebración desatada en La Catedral que aclamó a su ídolo, erigiéndole en uno de los nuevos líderes. ‘Ari, ari, ari, Toquero lehendakari’. El cántico no dejó de sonar entre la hinchada vizcaína hasta seis temporadas después, cuando rodeado de los suyos y con lágrimas en los ojos se despedía de Bilbao.

Llevaba demasiado tiempo siendo un soldado de la reserva. Al que sólo se le llamaba en caso de apuro. La marcha de su principal valedor, Caparrós, le obligo a envejecer entre banquillo y grada.

En 2015, el regreso a su hogar, el Alavés, alivió el dolor por su salida de San Mamés, justo antes de que los vascos conquistaran el título de Supercopa de España al FC Barcelona. Pero él ya estaba en otras tareas, las de comandar a sus paisanos en Segunda división.

Pepe Bordalás tuvo en Toquero un tipo fiel, combativo hasta sobrepasar la extenuación. El vitoriano no conoce límites a la entrega. Aportó nueve dianas y mucho sacrificio para llevar al Alavés a Primera división.

Un regreso que se completó el 22 de septiembre de este año, cuando hizo el 1-1 provisional. Cuatro años y medio después, Toquero volvía a cruzar la mano por su rostro celebrando un gol en la máxima categoría.

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