Hay vida en el CF Reus

Los rojinegros rescatan un punto ante el Córdoba (1-1) en su semana más depresiva. El ingreso de las nóminas de la plantilla augura un futuro mejor

15 diciembre 2018 19:00 | Actualizado a 03 enero 2019 17:55
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El Reus se resiste a morir. Para los que no le conocen, su historia anda repleta de episodios dramáticos, pero jamás desfallece. En su espíritu existe el gen de la supervivencia. Resurge de las tinieblas más fuerte y levita. Muchos, durante la semana, le han vuelto a quitar la vida antes de tiempo. Grave error. No le conocen.

El sábado quedará para esa enciclopedia histórica de esta entidad humilde, con más tradición en Tercera que en la élite, pero con unos valores y unos hábitos que dignifican el esfuerzo incuestionable. El empate ante el Córdoba resulta conmovedor por el cómo y el cuándo. Puede parecer poca cosa pero no lo es. El grupo, en las dos últimas semanas, habrá completado un par de sesiones de trabajo serias, entre alboroto mediático y reuniones. Sólo afán de resistencia permiten al Reus seguir en la lucha. El fútbol, muchas veces, enseña vida.

El club comunicó su cumplimiento económico con el plantel horas antes de un partido con aire definitivo. A despedida. Convirtió lo que parecía un abismo en un jardín de esperanza. Sólo con darle el click  a la tecla de transferencia. El resto lo puso el equipo, con esa actitud tan comprometida que le ha distinguido. El Reus dispone de un tesoro que no puede perder. El capital humano que se deja el alma por el escudo. Desde el vestuario hasta el empleado más invisible.

Ante el Córdoba amanecieron los problemas, aunque deportivos. Sobre todo en cuanto al resultado. Sin apenas tocar el timbre de la meritocracia, el Córdoba se encontró con un botín imprevisto. Suele llegar en estos casos desde la estrategia. Fue así. El Reus se descuidó en un saque de esquina y Aythami, un especialista en el remare de pillería alcanzó el gol. De primeras, en el corazón del área. Entre Shaq y Catena se olvidaron la marca. Miraron demasiado el balón.

En todo caso, el Reus, alentado por el ruido del Estadi, no perdió la compostura. No se descosió. Armó la paciencia para que el juego no se partiera. Ricardo amenazó en una transición al espacio. Se la envió Mario y a la carrera ejecutó. Se le marchó alto.

Olmo, en cambio, le sacó el polvo a su escuadra y cartabón para dibujar un pase magistral a la media hora. Muy de Olmo. Servicio puntual, preciso, estético. De frente, al movimiento venenoso de Linares, muy travieso entre los centrales. El atacante acabó la jugada libreto en mano. Les enseñó a los aspirantes al oficio de delantero cómo se define. Control orientado y tiro cruzado. Empate e incendio de entusiasmo en el Estadi.

El Reus ha cambiado la belleza por el rigor. Su nueva propuesta va en consonancia con su estado anímico. Ha perdido la confianza. Bartolo ha reorganizado el plan bajo un 4-4-2 simétrico y militar. Menos balón, más cemento. Le ha valido para rescatar cuatro de seis puntos posibles. Una victoria y un empate en las dos fechas más depresivas de la historia reciente.

El Córdoba manejó el segundo tiempo igual que el primero. Mucho ruido y pocas nueces fue su fútbol. Ni siquiera inquietó a un Badia conectado a cada detalle. Ya no es sólo lo que para Supermán, también su capacidad para implicarse en el juego.

Con menos balón y menos cocina, los rojinegros disfrutaron de la munición más clara. Querol y Catena acariciaron el éxtasis. Todo en el desenlace del segundo tiempo.

Ricardo vio como Querol le doblaba por la izquierda. Le puso el balón por delante. Ni siquiera necesitó control para plantarse ante el arquero del Córdoba. Querol se la quiso colar de caño, entre las piernas. Ni picó Carlos. Ya en la agonía, con el descuento pidiendo tanda, una estrategia que Gus sirvió al segundo palo, la cabeceó Catena, impulsado y liberado. Rozó la madera. Ahí murió una tarde en la que se celebró más una transferencia económica que un gol. La osadía del Reus decretó que hay vida.

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