Jesús Olmo (CF Reus): 'Cuando rendirse está prohibido'

El maltrecho tendón de Aquiles apartó a Jesús Olmo de Segunda A durante dos años cuando disfrutaba en Sabadell. El Reus le ha recuperado para la causa y ahora reivindica la fe en el equipo

19 mayo 2017 23:01 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:23
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En mayo de 2012, el fútbol puso a prueba la entereza física y mental de Jesús Olmo, un barcelonés introvertido, aunque de buen trato. El entonces defensor del Sabadell vivía el momento más dulce de su carrera en la Liga Adelante. Lluís Carreras le rescató de su exilio en Puertollano, donde sufrió problemas económicos serios, junto a su actual compañero en el Reus Xisco Hernández. En Sabadell, Olmo no paró de sonreír. Era fijo. Exhibía esa exquisitez que le distingue para sacar la pelota con criterio desde la cueva. Siempre fue así. Desde  chico en las inferiores del Barça. «En La Masia me educaron así. A tratar bien a la pelota», confesó el jugador, tras el entrenamiento de ayer en Salou.

Ese mes de mayo fatídico trajo sombras y tristeza. Jesús se rompió el tendón de Aquiles y necesitó intervención quirúrgica. Se convirtió en una pesadilla de dos años. El futbolista del Reus jamás huye de aquella experiencia. Le ha servido para que su piel se endurezca, para sentirse más poderoso mentalmente. Pasó mil horas en la camilla, entre fisios y observaciones médicas. No se rindió. Ni si quiera el aviso de una eminencia como el doctor Cugat le apagó el alma. «Jesús, si se vuelve a romper, habrá que pensar en dejarlo». Junto al entonces médico del Sabadell, el doctor Ramírez, el central sacrificó disfrute por trabajo. El apoyo del médico resultó clave. «Jamás pensé que aquello acabaría en una amistad como la que hoy tenemos», admite. También el de su gente, que no miró hacia otro lado y la protegió. Antes del regreso, el rojinegro necesitó de otra operación, pero la fe le dio la razón. A finales del curso pasado recogió el premio a su persistencia. La profesión que más ama le dio otra oportunidad. «Creo que si en el fútbol no te marcas un reto cada día es mejor dejarlo. Así pensaba cuando todo iba mal y así pienso ahora», confirma. A pesar de la buena pinta que cogió su regreso, en el que completó 10 partidos, el Sabadell decidió prescindir de él este verano. No por una duda futbolística. Sí de salud. «Puedo entenderlo, pero no lo comparto. Por eso ahora estoy tan agradecido al Reus por darme esta oportunidad».
Sus registros convencen. Le reivindican. Natxo siempre le ha visto con buenos ojos. Acumula 27 partidos. Y eso que en las últimas semanas ha corrido mucho junto al recuperador del Reus Dani Colell. Un problema en la rodilla le cortó tras el empate del Reus en Xàtiva (1-1), el pasado mes de marzo. 
Regreso exquisito
Natxo le situó de nuevo en el once de los elegidos en la cita crucial del domingo ante el Hércules. Asombró su rendimiento. Ofreció a gran nivel todo lo que se le presume; una salida de balón limpia, cambios de orientación milimétricos e inteligencia para colocarse. Olmo nunca fue rápido. No importa. Lo suple con inteligencia.
El central reclama ahora la fe en el Reus. Cree ciegamente en sus compañeros. «Estamos con confianza y vamos a solucionar el problema que tenemos fuera de casa. Nunca hemos dudado de nosotros», avisa. Él simboliza la persistencia, un valor que este equipo parece llevar innato. «Cuando pasé mi lesión yo era el último. No creo que eso se parezca a la trayectoria del equipo. Nunca hemos sido los últimos. Hemos tenido nuestras idas y venidas, pero siempre cerca del objetivo». La vuelta de Jesús ofrece un mensaje de esperanza a los que no creen. Él lo tiene claro; rendirse está prohibido.
En mayo de 2012, el fútbol puso a prueba la entereza física y mental de Jesús Olmo, un barcelonés introvertido, aunque de buen trato. El entonces defensor del Sabadell vivía el momento más dulce de su carrera en la Liga Adelante. Lluís Carreras le rescató de su exilio en Puertollano, donde sufrió problemas económicos serios, junto a su actual compañero en el Reus Xisco Hernández. En Sabadell, Olmo no paró de sonreír. Era fijo. Exhibía esa exquisitez que le distingue para sacar la pelota con criterio desde la cueva. Siempre fue así. Desde  chico en las inferiores del Barça. «En La Masia me educaron así. A tratar bien a la pelota», confesó el jugador, tras el entrenamiento de ayer en Salou.

Ese mes de mayo fatídico trajo sombras y tristeza. Jesús se rompió el tendón de Aquiles y necesitó intervención quirúrgica. Se convirtió en una pesadilla de dos años. El futbolista del Reus jamás huye de aquella experiencia. Le ha servido para que su piel se endurezca, para sentirse más poderoso mentalmente. Pasó mil horas en la camilla, entre fisios y observaciones médicas. No se rindió. Ni si quiera el aviso de una eminencia como el doctor Cugat le apagó el alma. «Jesús, si se vuelve a romper, habrá que pensar en dejarlo». Junto al entonces médico del Sabadell, el doctor Ramírez, el central sacrificó disfrute por trabajo. El apoyo del médico resultó clave. «Jamás pensé que aquello acabaría en una amistad como la que hoy tenemos», admite. También el de su gente, que no miró hacia otro lado y la protegió. Antes del regreso, el rojinegro necesitó de otra operación, pero la fe le dio la razón. A finales del curso pasado recogió el premio a su persistencia. La profesión que más ama le dio otra oportunidad. «Creo que si en el fútbol no te marcas un reto cada día es mejor dejarlo. Así pensaba cuando todo iba mal y así pienso ahora», confirma. A pesar de la buena pinta que cogió su regreso, en el que completó 10 partidos, el Sabadell decidió prescindir de él este verano. No por una duda futbolística. Sí de salud. «Puedo entenderlo, pero no lo comparto. Por eso ahora estoy tan agradecido al Reus por darme esta oportunidad».

Sus registros convencen. Le reivindican. Natxo siempre le ha visto con buenos ojos. Acumula 27 partidos. Y eso que en las últimas semanas ha corrido mucho junto al recuperador del Reus Dani Colell. Un problema en la rodilla le cortó tras el empate del Reus en Xàtiva (1-1), el pasado mes de marzo. 

Regreso exquisito

Natxo le situó de nuevo en el once de los elegidos en la cita crucial del domingo ante el Hércules. Asombró su rendimiento. Ofreció a gran nivel todo lo que se le presume; una salida de balón limpia, cambios de orientación milimétricos e inteligencia para colocarse. Olmo nunca fue rápido. No importa. Lo suple con inteligencia.

El central reclama ahora la fe en el Reus. Cree ciegamente en sus compañeros. «Estamos con confianza y vamos a solucionar el problema que tenemos fuera de casa. Nunca hemos dudado de nosotros», avisa. Él simboliza la persistencia, un valor que este equipo parece llevar innato. «Cuando pasé mi lesión yo era el último. No creo que eso se parezca a la trayectoria del equipo. Nunca hemos sido los últimos. Hemos tenido nuestras idas y venidas, pero siempre cerca del objetivo». La vuelta de Jesús ofrece un mensaje de esperanza a los que no creen. Él lo tiene claro; rendirse está prohibido.

 

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