La crónica: El Reus es de sus jugadores (Elche 0 - Reus 2)

Los rojinegros superan la crisis de las fichas con una victoria majestuosa en Elche. Marcan Fran Carbia y Carbonell en una demostración de compromiso

01 septiembre 2018 17:57 | Actualizado a 03 septiembre 2018 13:09
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Los últimos acontecimientos vaticinaban depresión o guerra civil interna, lo lógico en un club efervescente de polémica y conflicto. La pesadilla de las inscripciones colocó al Reus al límite del manicomio. La noche del viernes dejó sin dormir a mucha gente. A sus jugadores les rompió el alma la salida surrealista de Vítor, el símbolo por el que ha gravitado gran parte del éxito en los tiempos de vino y rosas. La nulidad de Tito, Cuenca y Yoda molestó a unos compañeros que no han entendido nada. Han quedado demasiadas respuestas en el aire, en un largo proceso esperpéntico. El escenario invitaba al pesimismo extremo, pero el Reus ha añadido a su especial ADN un rasgo diferencial; la supervivencia. En Elche exhibió una personalidad fascinante para ser inmune al ruido y para enseñar una versión majestuosa. Ante la confusión de los dirigentes, plantel y cuerpo técnico tomaron el mando de operaciones. Reflotaron el club.
     
“Qué digas tu verdad, aunque lluevan piedras”, la letra del tema de los Izal "Pequeña Gran Revolución” amenizaba con buen gusto la previa, mientras los chicos desafiaban el incendio que caía en Elche. No pestañearon para entrar en el partido con valentía. Monopolizó la pelota el Reus en el amanecer, en parte, por la jerarquía de sus tres centrocampistas, Gus, Juan Domínguez y Mario, tres violinistas que huyen de la violencia, del rasca y pon. Más bien prefieren la delicadeza, dominar registros desde el juego de posición. Manejaron el partido con una superioridad asombrosa. El Elche se refugió, corrió demasiado detrás de la pelota.

El monólogo del Reus no sólo se empachó de pelota, hubo amenazas. Sobre todo gracias a los deliciosos movimientos de Linares, inteligente para hallar resquicios, para finalizar las corales aventuras colectivas del Reus. En la inauguración cabeceó por encima del larguero, algo escorado. Justo después volvió a acomodar la testa, tras un servicio de escuadra y cartabón de Bastos. Lamió la madera esa intención maléfica de Linares. 

Fran culminó el rondo del Reus con un movimiento al especio que observó Borja Herrera. Mandó una pelota puntual siempre por delante del esfuerzo de Carbia. Éste congeló los sentidos en ese lugar donde suelen temblar las piernas y los ritmos cardíacos. Recortó dentro del área y ejecutó. Sin demasiada destreza, pero fue gol. También valen los goles feos. Igual que los bellos. 

El Elche se arropó en la estrategia ofensiva para exigirle al Reus atención y generarle incomodidad. Se vio en el barro. En dos faltas laterales, Badia precisó proteger el arco, aunque sin paradas altisonantes. El Elche fue mucho ruido y pocas nueces. Empuje arcaico. 

Una pérdida preocupante e inhabitual de Gus reanudó el juego, con los de Pacheta repleto de energía, cuestionado por sus propios hinchas, que pedían baile. El Reus perdió el ángel con el balón y necesitó organizarse en su sistema defensivo. Resistir al despliegue local. Badia activó el plan de resistencia. Permaneció firme. Transmitió fiabilidad en el achique de agua. Badia ejerció de Supermán en un mano a mano que conquistó ante el imponente Sory. El arquero clavó sus pies con pegamento en el suelo y no se venció. Escupió la pelota con la diestra. El Reus, eso sí, padecía.

Justo en el sufrimiento, los rojinegros se rebelaron. Con el Elche descubierto, Fran cazó una pelota para la transición. Esperó con criterio la ayuda de Borja en el carril zurdo. Ahí prolongó. En canario mostró una dulzura estratosférica para poner un regalo en el segundo palo. Apareció por allí Carbonell, que se había postulado en la rotación. La acompañó con la cabeza a gol. El 0-2 significó aire, fe y autoestima. Una mina de oro para el desenlace.

Pacheta telefoneó a la épica con artillería de reserva. Sobre todo con el eterno Nino, un delantero de cuerpo frágil per de inteligencia superlativa. No funcionó. El Reus había mandado el partido al congelador, con más eficacia que estética. Entendió y comandó cada momento de la tarde. Los chicos de Bartolo revindicaron en Elche su orgullo y su compromiso. Demostraron que el club está en sus manos.

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