La feliz monotonía 'culé' de ganar una Liga

Celebración comedida. La afición azulgrana de Tarragona, habituada a llevarse Ligas, festejó el título con calma y música del Dixie de fondo

28 abril 2019 16:12 | Actualizado a 28 abril 2019 16:22
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A Tarragona le cuesta salir a la calle para festejar una Liga ya anunciada, ganada casi por inercia, por mucho que el Levante tuviera en vilo a la parroquia azulgrana hasta el final. El pitido final del árbitro fue más bien un alivio, la confirmación de que un torneo más va hacia el zurrón; y a otra cosa. «Venga va, vamos, que hay poco ambiente», se animaba un seguidor delante de la peña del Barça de la Plaça de la Font, siempre el epicentro de estas celebraciones, que ayer (espléndida y bulliciosa como siempre) estaba a otra cosa, como las cenas en un noche del sábado primaveral o incluso los debates improvisados en torno a la política. 

Sólo lo más forofos, o casi los más fiesteros, se exhibieron. Sí hubo algunos gritos de campeones, banderas al viento, y selfies que por dignidad y orgullo se hacía alguno, cerveza en mano, para documentar una gesta que se ha convertido en rutina, como esos psicólogos que dicen que los niños, saturados de pantallas, tienen que aprender a aburrirse; eso le pasa al Barça, sumido en el tedio de ganar una Liga tras otra. 

Alguno se animaba al son de ‘Madrid se quema’, el grito eterno del rival, y un par de chavales tiraron de contundencia y plantaron un sonoro barreno en medio de la plaza. Luego se animó a festejar algún grupo de jóvenes, acaso con ganas de mezclar el título con alguna bebida espirituosa y adentrarse en la noche (vamos, que lo mismo podían celebrar el campeonato del Barça que el muy loco resultado de ayer Southampton 3-Bournemouth 3).

Más allá de eso, hubo esporádicos bocinazos a lo largo de la Rambla Nova y algún confeti, pero más tranquilidad que euforia. «Parece que para nosotros ganar una Liga no tiene importancia pero hay que saborearla porque sí la tiene. Tenemos que reivindicarla», decía uno. La realidad dice que la afición se ha sumido ya en una monotonía dulce y plácida por ganar la Liga, una costumbre más que, como la alergia, la manga corta o Eurovisión, llega sobre principios de mayo. El aficionado azulgrana de pro –no muy alejado del arquetipo patidor– se levanta de la silla, apenas esboza una sonrisa, y luego se va para casa, sin mencionar ese pensamiento oscuro y algo tabú pero bien real, porque lo que verdaderamente le pone es la adrenalina de sentir ganar una final de Champions.  

La noche se quedó, eso sí, apacible y feliz como la calma conyugal frente al frenesí nocturno. Sonaba en una esquina de la Plaça de la Font –y en otros lugares como el Mercat Central– la ligereza danzarina de la música dixie que llena estos días la ciudad, ritmos más recurrentes que el himno del Barça, ayer agazapado. También hay grandeza en esa liviana digestión del éxito; el muermo de ganar Ligas y Ligas.

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