En un país donde el fútbol manda en los patios de escuela, estos chicos y chicas van a contracorriente: juegan al balonmano. Y aquí no acaban las sorpresas, porque resulta que en su barrio no son los únicos; al contrario, raro es el chaval que no ha practicado este deporte considerado minoritario.
Pasa en Sant Salvador y la responsabilidad la tiene el Tarragona Hándbol Club, que cuenta ya 30 años de historia y el convencimiento de que el deporte puede ser un motor de cambio social.
«Autoestima», es el primero de una larga lista de valores que quiere inculcarles Aurelio Tubilla, entrenador de las categorías inferiores. Su figura es clave en el proyecto social del club, el FIATEC, puesto en marcha para que todos los niños, incluso los de familias muy humildes, puedan practicar este deporte.
Una representación de los niños del club se convirtió en el público más motivado de las competiciones del fin de semana gracias a las entradas que les cedió la organización de los Juegos Mediterráneos.
Oscar Príncep, presidente del club, resalta que para estos niños poder ver jugar su deporte a este nivel y en su propia ciudad tiene un valor increíble.
A tres de ellos les encontramos disfrutando de lo lindo con ‘las guerreras’ del equipo femenino español. Luego nos confesarían quiénes son sus favoritos de la selección masculina, aunque descubrimos que a las jugadoras también las animan por su nombre.
El poder del grupo
Conseguimos sacarlos unos minutos de la tensión del partido para ver qué supone el balonmano para ellos. Iker Ayuso, de 11 años, cuenta que tiene muchos amigos en el club y le gustaría que más niños probaran este deporte.
A su lado, Henri Kolesnikov, de 14, cuenta que para él la del balonmano es «mi familia», a lo que Joel García agrega «familia como todas las familias, ¿eh?, con sus roces pero con todo el cariño».
¿Que qué les gusta de este deporte? Que es divertido, que hay que pelear, pero también, aseguran, «que hay que trabajar en equipo, tienes que pasarla sí o sí, aquí no puede haber chupones. El colectivo es la clave».
Aurelio puede darse por satisfecho, el deporte está siendo clave para la armonía en un barrio multicultural que él defiende a capa y espada. «Tenemos chicos y chicas. Más o menos el 50% son de aquí y la otra mirad, nacidos en Marruecos, África, Rusia... Tenemos jugadoras con velo».
La familia del hándbol
Pero los chicos de Sant Salvador no estaban solos; compartían gradas con un nutrido grupo de niños del Amics Hándbol Canonja. Su presidente, Oscar Alejandro, explicaba que los de Sant Salvador habían compartido entradas con ellos.
«Entre los clubes nos conocemos y tenemos muy buen rollo», comenta. Relata que ver eventos así, donde los chicos pueden ver en vivo a los jugadores que son sus referentes, es genial porque entienden muchas cosas que les enseñan en los entrenos pero, sobre todo, porque es un chute de motivación. «Acaban de terminar la temporada y ya quieren volver a jugar».