La ley del necesitado (Almería 1-Reus 0)

El Reus cae por la mínima en Almería en un partido intrascendente, que cierra una temporada para la historia. Los andaluces mantienen la categoría 

10 junio 2017 18:06 | Actualizado a 24 noviembre 2017 19:44
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La necesidad incendia ministerios. La urgencia ahoga gargantas. En Almería se había conectado la luz de supervivencia, el plan de auxilio. La permanencia y la existencia del club andaban sobre un fino alambre. Se preparó el partido ante el Reus como un acto de fe devoto. Se pidió aliento a los hinchas, el olvido de un curso infernal, sólo en 90 minutos. El Reus, en cambio, compareció casi con las chancletas y los vuelos vacacionales en el bolsillo. Había alcanzado el confort con una antelación asombrosa. Sólo su prestigio podía quedar dañado. Nada más.

El paso que enseñaron los dos actores del reparto preparó sus destinos iniciales. La extrema energía del Almería le impulsó. El Reus compareció perezoso, con algún que otro bostezo renqueante de la siesta, y se vio arrollado. Natxo ofreció chance a Miramón en el eje de la cocina. Folch lo miró desde el banco y la sala de máquinas dibujó un triángulo con Garai como eje, y Vítor y Miramón como interiores. Fue lo de menos. En realidad, el juego se inclinó por hambre, por ritmo, por deseo.

Los exteriores andaluces tomaron una influencia superlativa en el partido. Nano, con una actividad de frecuencia insoportable. Apareció cada medio segundo para generar desequilibrio por la izquierda. Quique pareció celebrarlo con fuegos artificiales. Quique es el depredador del Almería, aunque se olvidó de cargar el rifle. Lo mostró mojado. Remató al aire un centro de su socio preferido, Nano. Éste sirvió de nuevo a la boca del lobo a poco después. No la alcanzó Quique. La virtud del Almería se relacionó con el persistir. No agachó la cabeza jamás. Por eso recogió lo que sembró. Un balón con veneno al segundo poste halló la cabeza de Morcillo, que lo acarició con el flequillo hacia la gloria.

Se había consumido un cuarto de hora y el Reus andaba desconocido. El vuelo del Almería se apagó porque resulta una utopía mantener el vértigo inaugural durante 90 minutos y en una tarde de verano. Se refugió y le concedió la pelota al Reus, aunque esas posesiones mantenían una trascendencia estéril. Casto, el arquero andaluz, no se manchó en el barro jamás. El Reus completó el primer parcial como un día de rutina en la oficina. De papeleo mecánico.

Guzzo modificó el diseño imaginario de Natxo, que sacrificó a Ricardo en el instante del Acuarius. Prefirió violín a velocidad. El regreso del Reus tomó un aire más atractivo. Hasta el punto que David Haro generó algún susto cardíaco al cazar una pelota imposible ante Casto, aunque éste reaccionó con autoridad. No dejó pensar al pequeño diablo. Haro se activó y ofreció más movimiento por delante del balón. Descansó más el Reus con su juego posicional, aunque no mordía. Vítor mandó al limbo un disparo desde la media luna.

El Almería padecía la agonía de la ansiedad. Quería el segundo premio, el del alivio, pero cuando hallaba grietas para la transición no transmitía precisión. Quique cabeceó de nuevo fuera, tras un servicio goloso de Puertas. Miramón la respondió en la otra orilla. A bote pronto, pero sin fe ante Casto. Quizás no esperó aquel tesoro.

Quique completó su noche para los cocodrilos con un par de definiciones que normalmente le encumbran hacia el templo de los ídolos. Ante el Reus le señalaron. Tanto perdón desesperó a sus gentes. No lamentó tanta ternura Quique, tampoco el Almería, que gestionó con cordura la agonía, entre el millón de sueños de sus hinchas. El Reus mientras, cuidó su prestigio y su cultura del esfuerzo. Su leyenda, por otro lado, ya es inmortal.

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