La tarde más especial de 2016 para los aficionados del Reus: Fue un 22 de mayo, en Santander

La historia de la tarde más especial de 2016 para los aficionados rojinegros. Aquel día, en el Sardinero, el Reus escribió su 'obra maestra' para golear al Racing (0-3) y poner pie y medio en Segunda División

19 mayo 2017 16:53 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:07
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Recuerdo a Arnau medio dormido, al volante de su Polo a la antigua usanza como adivinando una velada idílica. Tomamos camino hacia El Prat a horas intempestivas, poco sanas, de un domingo de mayo. El tridente de comunicadores, o como deseen llamarnos, lo completaba Adrià, cámara en mano. Un gourmet de la tele. Los periodistas somos expertos en las quinielas pre-partido. Incluso a menudo solemos pecar de exceso de optimismo, aunque ese 22 de mayo jamás hubiéramos soñado con una tarde tan superlativa. «Yo con un empate a goles, contento», fue el presagio más alentador. Su jugaba un Racing de Santander-CFReus por cierto. El de la eliminatoria de campeones de Segunda B. El ascenso, vamos.

En la tensa espera del Aeropuerto, ya saben cómo funciona esto de Vueling últimamente, compareció Sebastià Domènech, exconcejal deportivo de la ciudad. «Voy y vengo. No podía perdérmelo». Oliver trató con él en esos primeros pasos hacia el club. El germen de la nueva era. Vueling respetó tiempos y deseos y Santander enamora solamente con acariciar su suelo. El viento infernal amenazaba tarde de lluvia y truenos. Fue respetuoso hasta el tiempo. El Reus pareció avisar de que iba a romper a jugar.

Sin espacio para un suspiro, en el hotel topamos con la familia de Edgar Hernández, con el pequeño Dante preparado para ir a animar a papá. Enorme de rostro como el delantero.

Asombró el ambiente previo. En los accesos al Sardinero, los bares hacían el agosto en mayo, con los hinchas del Racing luciendo la verdiblanca con orgullo. Daba igual si la del 70 o la del 2016. De hecho, hasta generaciones enteras presumían de su Racing. El tapeo lo amenizaron los autobuses de aficionados del Reus. Ni siquiera el cansancio les impedía soñar. La mezcla de gentes endulzó la magia.Generó pánico la llegada del autobús del Racing, hora y media antes, entre un mar de cuerpos desvocados, entre humos y fuegos artificiales. «Uff, como vamos a sufrir». A Vítor pareció ni inmutarle el tema. Tampoco a Folch, a Fran o a David Haro. Ellos ya habían decidido apoderarse de la historia.

Porque el partido resultó un baile de salón dulce para cualquier oído. Natxo apostó por ese plan que había hallado semanas antes el Elda y que exigía tres centrocampistas naturales para soltar a los tres pequeños arriba. El Racing no vio el balón en el primer tiempo. El Sardinero plantó la bandera blanca casi a la media hora, asombrado, descolocado por el escenario. Nadie o casi nadie pareció conocer al Reus. Fue un 0-3 emocionante. A un servidor hasta le costó encontrar un camino para esquivar el estado de shock y realizar con dignidad su trabajo.

Acabamos cenando a la vera del Sardinero y tomando unos refrescos en un Bingo. Todo muy del momento. La ‘obra maestra’, tal y como tituló aquel día el ‘Diari’, ya se había consumado. Fue un 22 de mayo, en Santander.

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